*El Ágora /
/ Octavio Campos Ortiz /
Todos los mexicanos nos aprestamos a festejar el Grito de Independencia que diera la madrugada del 16 de septiembre de 1810 el cura Miguel Hidalgo y Costilla afuera de su parroquia en Dolores, Guanajuato, para derrocar a las autoridades del virreinato de la Nueva España -sin desconocer a los Reyes Católicos-, por ser un mal gobierno y escatimar los privilegios de los criollos. También en septiembre, pero de 1821, surge el México independiente y con ello una incipiente identidad nacional. A pesar de todos los pesares, asumimos una mexicanidad a prueba de fuego, la cual ha sido vulnerada, manipulada, menospreciada y utilizada políticamente por todos los regímenes de todas las corrientes ideológicas en su beneficio. Ese periplo nos ha dejado en una completa orfandad y víctimas de falsos nacionalismos.
Si, se formó un Estado mexicano y ese contrato social enfrentó una manoseada identidad nacional que nos ha mantenido en el limbo. Somos una República convertida en sucesivo botín político de corrientes y partidos, a quienes lo que menos les importa es consolidar nuestra mexicanidad. Fuimos parcialmente independientes, sin personalidad propia, sujetos todavía a la Corona y bajo su potestad jurídica con la Constitución de Cádiz. La abolición de la esclavitud no necesariamente significó una nueva población integrada al nuevo Estado. Luego vino una larga guerra civil que duró casi un siglo, con la interrupción de dos breves imperios y algunas invasiones extranjeras, donde nunca afloró nuestra mexicanidad. El Himno Nacional, con música de un español, y promovida por Antonio López de Santa Ana -once veces presidente-, cuenta con estrofas que glorifican al emperador Iturbide y al propio Héroe de Zempoala. Pero quizá, aunque sea una oda bélica, es el único momento en que realmente nos sentimos integrados a una nación. Lamentablemente la pérdida de la educación cívica ha hecho que hasta los cantantes desconozcan las estrofas. El Himno de todos los mexicanos también es utilizado por los gobiernos para hacer llamados patrioteros, chauvinistas, sin ningún sustento para levantar en armas a la población contra nuevos molinos quijotescos: inexistentes invasiones extranjeras. Nicolás Maduro convocó a miles de nuevos milicianos ante el inminente asalto gringo. ¿Cuántos mexicanos estarán dispuestos a sacrificarse por un gobierno populista?
En la centuria pasada, también el partido hegemónico, surgido de la primera revolución social del siglo XX, utilizó el nacionalismo para mantenerse en el poder, incluso se llegó a hablar del nacionalismo revolucionario. Sin embargo, la globalización también fue un duro golpe a nuestra mexicanidad. Desaparecieron las fronteras y el comercio internacional acabó con los nacionalismos.
Pero, ¿qué somos los mexicanos? ¿El apático indio dormido bajo la sombra de un cactus, somos los agachados de Rius, los ricos insultantes de Abel Quezada con el diamante en la nariz, los políticos corruptos del sistema, los burócratas clasemedieros o los bigotudos y panzones taqueros de sus cartones, tal vez los machos de Naranjo, sombrerudos de mostacho que con el pie sobre una calavera exclaman: “dónde dice que me vale madres” o el “¡viva México cabrones!”? No sé si sea todavía válido el ensayo de Octavio Paz y su Laberinto de la Soledad y su Posdata, pero hoy estamos en plena orfandad. En una sociedad polarizada, dividida, confrontada, donde se ideologiza la conversación pública y se estigmatiza a ciertas clases sociales, donde pertenecer a los jodidos es un atributo, no cabe la identidad nacional, no se puede sentir orgullo de ser mexicano; el nacionalismo está quebrantado y no hacemos nada por reconstruirlo. Nos faltan héroes en quien creer, ejemplos a seguir. Ya no podemos decir “México, creo en ti.”
Tal vez sea el destino que merecemos. A más de dos siglos de decirnos independientes y mexicanos, los gobiernos han hecho todo por no sentir orgullo de serlo. Utilizan la nueva mexicanidad para imponer un proyecto político como lo hicieron los anteriores. Nada de qué presumir. Y a pesar de ello, muchos, muchísimos mexicanos. Millones de ellos ponen en alto el nombre de México en todas las disciplinas, menos en la política, donde se extinguieron los zoon politikon. De todos modos, esta noche del 15, gritemos “¡Viva México cabrones”!