*El Ágora
/ Octavio Campos Ortiz /
Cuando el PRI perdió el control del Congreso y la Presidencia de la República, sus detractores vaticinaban su extinción como los dinosaurios e incluso le impusieron el mote de “Pritanic”; el ex presidente tabasqueño hizo todo lo posible por desaparecer el partido que él mismo encabezó y que lo llevó -paradójicamente con la ayuda de Ernesto Zedillo-, a detentar la Jefatura de Gobierno de la CDMX: el PRD y casi lo consigue; con el PAN, estigmatizado por el tabasqueño, él llegó a Palacio Nacional gracias a un medroso Vicente Fox que no se atrevió a ejercer la acción penal contra el mesías de Macuspana. Envalentonado por su triunfo en las urnas, un arrogante líder de la 4T descalificó a la oposición y sentenció que estaban moralmente derrotados.
Los agoreros del desastre -José López Portillo dixit-, alentaron esa versión y supusieron que el proyecto político de la 4T -administrar la pobreza-, iba a sentar las bases de un régimen totalitario duradero. Pensaron que para ello bastaba con la desaparición de poderes, la extinción de los organismos autónomos, la ausencia de contrapesos al poder presidencial y la opacidad como forma de gobierno; sin embargo, la democracia todavía puede salvarse y salvar a la República. Lejos de que la 4T logre consolidarse como estructura burocrática de un nuevo partido hegemónico que controle el ejercicio del poder ad perpetuam, el sistema político mexicano todavía cuenta con el pluripartidismo real, más allá de las organizaciones rémoras, mercenarias, bisagras, esquiroles o de membrete. Hoy ese sistema de partidos se debe convertir en el baluarte de la democracia y de las libertades que puede frenar el autoritarismo de la 4T, el cual mantiene la connivencia con el crimen organizado y encubre a políticos corruptos.
Más allá de la obnubilación ciudadana y el daño social del uso asistencialista y electorero de los programas sociales, los regímenes morenistas no han sabido administrar al país, y su ignorancia en los asuntos públicos ha provocado el decrecimiento económico, la pérdida del empleo, el empobrecimiento de la educación, la falta de inversiones y el éxodo obligado de mexicanos que ahora enfrentan serias dificultades para mantenerse en la Unión Americana; la pérdida de gobernabilidad ha provocado una violencia nunca antes vista y un clima de inseguridad que afecta cada vez más a los mexicanos.
El país de las maravillas que nos vendió quien hoy se refugia en una finca sureña funcionó por la enorme cantidad de dinero que dispersó entre millones de pobres y clasemedieros sin conciencia social y por una narrativa propagandística que fomentó el odio y la división poblacional, además de saber marcar la agenda nacional y satanizar a los grupos opositores. Sin embargo, la actual mandataria no tiene las dotes histriónicas de su antecesor, enfrenta una mayor presión de la Casa Blanca que la tiene doblegada y errática en el timing, tampoco puede marcar agenda. Papel difícil le tocó al heredar un país en crisis y tener que concretar las vendettas políticas de su mentor. A pesar de contar con un Congreso abyecto y con futuros ministros en la Corte a modo, cada día es más complicado el arte de gobernar y tener recursos para mantener sometidos a los gobernados con los subsidios oficiales.
Cierto que el PRI cometió muchos errores y excesos, pero supo construir un país de instituciones, fomentar el crecimiento económico y fortalecer a una clase media que aportaba mucho al desarrollo nacional; con la alternancia, el PAN pudo crear las pensiones para adultos mayores, no como dádiva graciosa, sino como obligación del Estado de retribuir a la población recursos para una vida digna. La oposición supo gobernar y es tiempo de que recobre la confianza ciudadana.
Los números no dan para que un partido por sí solo reconquiste el poder político, es tiempo de las verdaderas alianzas. El abstencionismo del 90 por ciento en las pasadas “elecciones” del Poder Judicial es muestra de que la 4T, aún con sus rémoras, no constituye la mejor opción para los votantes. Los descalabros en Durango y Veracruz dan pauta al fortalecimiento de la alternancia. En 2026 y 2027 se pondrá a prueba el talante de los partidos de oposición para que constituyan una alianza que presente atractiva oferta electoral y arrebate el Congreso a la 4T y saque a los legisladores lacayos que solo quieren quedar bien con el Ejecutivo y traicionan a sus representados.
Muy a pesar de los “agoreros del desastre” maiceados por la 4T, la oposición, en alianza -sin falsos liderazgos, sin ambiciones personales, sin cuotas partidistas-, no está derrotada moralmente y puede gozar de cabal salud.