Ricardo Homs
La inmediatez de las decisiones políticas es uno de los más graves riesgos de nuestra época, pues provoca inestabilidad. Hoy las opiniones personales de los grandes líderes políticos circulan en tiempo real por redes sociales, aunque hayan sido externadas en un lugar pequeño, semiprivado o remoto.
La velocidad con que el presidente Trump manifestaba sus opiniones personales a través de Twitter, -generando gran revuelo internacional-, provocó que su cuenta personal en esta red social se convirtiese en un asunto de estado, -e incluso de seguridad nacional-, que llevó a esa empresa a cancelar su cuenta personal.
La inmediatez permite que las percepciones emocionales de un presidente, -o las derivadas de su estado de ánimo-, se escapen y circulen por las redes sociales sin ninguna restricción, sin haber dado tiempo a la mínima reflexión, -así como a medir consecuencias-, o incluso, a verificar la veracidad del origen de la información tratada.
Lo trascendente de este nuevo fenómeno es que la identidad de los gobernantes no se puede separar de la representatividad política asociada a su nombre a partir de su cargo. Las opiniones del presidente López Obrador no pueden ser personales, -aunque él lo manifieste así-, pues se convierten en un “asunto de estado”. Detrás de él está todo el peso, el poder y la autoridad del Estado Mexicano.
La no inmediatez que hubo hasta hace cuatro años, -hasta el gobierno anterior-, permitía la toma de decisiones de gobierno a partir de la reflexión, con la “cabeza fría”. En contraste, hoy la tecnología dimensiona las opiniones personales de nuestro presidente y las convierte en noticia de impacto global.
El caso de la destitución de Pedro Castillo como presidente de Perú, -y la postura que está tomando el gobierno mexicano frente a este asunto -, está generando un conflicto grave con ese país.
Desde el Congreso peruano salió un documento pidiendo a nuestro presidente que no intervenga en la problemática que ese país vive desde la destitución del presidente Castillo.
El señalamiento que hizo el presidente López Obrador de las “supuestas fallas antidemocráticas en la Constitución de Perú”, es grave. ¿Qué diríamos nosotros si el presidente de otro país criticase a nuestra Constitución?
La constitución de cualquier país debe ser tratada con el mismo respeto que nosotros exigimos para la nuestra.
Es más, el Congreso de Perú ha dado una gran lección de dignidad a nuestros legisladores morenistas y a su séquito comparsa, así como de responsabilidad y respeto a su constitución.
Mientras que nuestros legisladores aprobaron un bodrio inconstitucional, -con 27 faltas constitucionales-, sólo para dar gusto a nuestro presidente, -ellos-, con la autoridad que les da su estado de derecho se levantaron en contra de un presidente que fraguaba un golpe de estado y ordenó la disolución de ese instituto legislativo, para empezar a gobernar con base en sombrerazos y decretazos.
Y las instituciones de Perú mostraron su fortaleza, pues lograron controlar un incipiente golpe de estado. Un país admirable que ha encarcelado a varios presidentes, -incluso en funciones-, acusados de corrupción.
Las opiniones personales de nuestro presidente, – expresadas en la inmediatez del tiempo real de las mañaneras-, se están convirtiendo en la nueva política exterior del Estado Mexicano.
En contraste, en el contexto actual de las mañaneras, que en tiempo real se convierten en respuestas inmediatas, -incluidos los insultos y las descalificaciones en contra de sus opositores-, se está creando un nuevo modelo de gobernar, de carácter unipersonal.
Las mañaneras están llevando a que las grandes decisiones de “estado” sean influidas por el “estado de ánimo” y subjetividad momentánea de nuestro presidente, lo cual genera grandes peligros que se están viendo clarificados en el ámbito de las relaciones internacionales.
Tradicionalmente los gobiernos, -hasta hace poco tiempo-, se tomaban sus tiempos para dar respuestas y ello generaba decisiones racionales, incluso consensuadas entre el presidente, sus secretarios de estado y asesores. De ahí nace el conocido refrán: “Las cosas de palacio van despacio”.
Antes había tiempo de reconsiderar las actitudes iniciales a partir de escuchar a los colaboradores y especialistas que rodeaban a los presidentes de la república. En contraste, hoy el Estado Mexicano se ha vuelto total y absolutamente unipersonal y mediático, -como nunca antes-, girando alrededor de las percepciones personales, estados de ánimo e intereses personales de nuestro presidente. Hoy se gobierna con base a declaraciones de prensa.
Es el momento de empezar a considerar que las “mañaneras” debiesen convertirse en un asunto de estado, pues su formato carece de toda institucionalidad y controles.
Es el espacio personal del presidente, pero su contenido impacta la realidad cotidiana de nuestro país.
UNA NUEVA ERA
El ataque a Ciro Gómez Leyva inicia una nueva era en los peligros para la libertad de expresión y la integridad de los periodistas.
Antes acreditábamos que la violencia en contra de los periodistas se daba en los territorios sin ley de la provincia, donde las autoridades locales en contubernio con el crimen organizado se deshacían de un periodista incómodo.
No había habido un ataque a un periodista de la fama pública e influencia mediática nacional de Ciro Gómez Leyva.
La única pregunta que procede es: ¿a quien estorba Ciro como para que hayan decidido deshacerse de él?
¿A usted qué le parece?