*Alguien como tú.
/ Gladys de L. Pérez Maldonado. /
Finalizada la jornada electoral de 2 de junio 2024, los resultados preliminares de manera contundente le dan el triunfo a una mujer como primera Presidenta de la República en la historia de nuestro país.
En este espacio editorial de Alguien como tú nos sentimos jubilosas que una de las nuestras haya alcanzado el cargo más alto en la administración pública federal, posición que había estado reservada para los hombres.
Este triunfo se lo debemos a todas aquellas mujeres que sin detenimiento han luchado por el respeto de los derechos humanos de nosotras, a aquellas que han derramado la sangre en las marchas públicas exigiendo que nos volteen a ver para erradicar la violencia de género en nuestra comunidad, para que se nos permita ocupar empleos públicos y privados siendo competitivas con nuestra preparación académica y profesional, entre otras.
El posesionamiento de una mujer en la Presidencia de la República es resultado del movimiento feminista mexicano contra la exclusión política de las mujeres, sin duda, no obstante se corre el riesgo de mistificar ese avance y generar expectativas equivocadas, en esa virtud, para no caer en el error, recordemos lo dicho en la emisión de Alguien como tú de 24.07.2023, titulada Mujerismo y feminismo: “Mujer es un concepto que implica diferencias entre hembras y machos biológicos, pero que también encubre las diferencias que existen entre las mujeres.
Marta Lamas se pregunta ¿Por qué hablar de las mujeres, como si tuvieran los mismos problemas, intereses y necesidades? O más bien, ¿Qué implica hablar de la mujer como simultáneamente el objeto y el sujeto de la política feminista?
En Dimensiones de la política, la antropóloga y feminista mexicana Lamas, cita a Catherine Gallagher quien nos recuerda que lo que sacó a las mujeres a las calles, lo que las empujó a las distintas manifestaciones de la lucha feminista, desde las huelgas de hambre de las sufragistas hasta los enfrentamientos con la policía, fue “su sentimiento de lealtad hacia una comunidad de compañeras en el sufrimiento: en otras palabras, la solidaridad con un sujeto colectivo.”. Pero pasado ese primer momento, se requiere de una reflexión teórica para distinguir algo crucial: una mujer no puede representar a todas las mujeres.
Así tambien, menciona a Alessandra Bocchetti quien se pregunta “¿Cómo es posible que se pueda hablar en nombre de todas las mujeres? Las mujeres somos muchas, sobre todo son distintas entre sí, no son una categoría ni una clase. No es posible la delegación. No es posible la representación.”.
Una mujer habla desde su cultura, una clase social, una pertenencia étnica, cierta sexualidad, una ideología política, una religión, una historia propia y una posición específica desde su individualidad.
Lamas continúa explicando, el mujerismo mistifica, y generaliza la creencia en que solo una mujer puede saber realmente lo qué le ocurre a otra mujer y sostiene, que dicha suposición es errónea, no solo por esencialista, si no porque plantea la posibilidad de comprensión en la identidad, y no en el conocimiento, pues no es lo mismo hablar como mujer que hablar desde un cuerpo de mujer.
Confundir la presencia de mujeres, el mujerismo, con el feminismo es un grave error. Mientras que lo primero es una condición básica de la democracia representativa, lo segundo es aquello que pretender conseguir que esa democracias sean más justas, igualitarias y equitativas socialmente. Que haya mujeres en la política es una cuestión básica de la calidad democrática, pero eso no garantiza que haya feminismo en la política. (“Mujerismo no es Feminismo”, Cristina Hernández, feminista y escritora española).
Hay quien dice que las mujeres somos capaces de hacer otra política. Nos surge el cuestionamiento ¿De qué política hay que diferenciarse: de la que hace el gobierno o la oposición, si de la que se hace en los Estados o en los Ayuntamientos o en el Congreso de la Unión o en las Legislaturas locales? Pues si pensamos en mujeres y política, podemos nombrar a varias que desde sus ideologías partidistas, hacen política, que tienen el pleno derecho de representar a la ciudadanía, pero lo hacen de manera muy distinta.
Cristina Hernández exclama que las mujeres están presentes en el espacio político por derecho propio. La ausencia de mujeres del poder político es un fracaso conceptual y práctico de la democracia representativa. Las mujeres somos demos, somos pueblo, somos ciudadanas, somos representantes y representadas. Y la paridad no es otra cosa que aspirar a que el género de las mujeres no opere en su contra. A partir de ahí las mujeres pueden ser de izquierdas o de derechas, fascistas, progresistas o comunistas.
Apunta además, que una vez superado ese enorme obstáculo que supone la discriminación por razón de género las mujeres en política son los que ellas quieran o puedan ser.
Que haya mujeres en política es una cuestión básica de calidad democrática, pero eso no garantiza que haya feminismo en la política. El feminismo es otra cosa diferente a la presencia de mujeres.
Veamos, el feminismo en política es hacer de la igualdad y equidad el objetivo de cualquier política pública. El feminismo es hacer de la lucha contra la violencia por cuestión de género, de la desigualdad laboral, de la erradicación de las agresiones sexuales, feminicidios, hostigamiento sexual, de los derechos de las madres trabajadoras para acceder a estancias infantiles seguras, gratuitas o a módico costo, de las escuelas de tiempo completo una prioridad en la agenda política.
El feminismo se nota si los presupuestos tienen enfoque de género proporcionando el monto necesario para sustentar las políticas públicas a favor de las mujeres y las niñas, los niños y los adolescentes.
El feminismo es que la garantía de los derechos sexuales y reproductivos de todas las mujeres, sea tema prioritario en la agenda pública, es pensar el urbanismo y las políticas de movilidad con mirada de género.
En política, en todo momento, desde la perspectiva feminista, la igualdad, seguridad, libertad y dignidad de las mujeres no es un asunto ni negociable, ni secundario.
Si observamos cómo se comportan los gobiernos liderados por mujeres conservadoras, liberales o fascistas en todo el mundo y a lo largo de la historia, claro queda que el feminismo no es cuestión de mujer, es cuestión de ideas políticas.