*En Movimiento.
/Raúl Zibechi/
En la cultura popular aún resuena aquel estribillo que se cantaba en la España republicana y revolucionaria durante la guerra civil: “Que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan y los ricos mierda, mierda”. En muchas otras expresiones de la cultura popular rebelde aparecen imágenes similares, como en “El sueño del pongo” de José María Arguedas.
El aserto de invertir la pirámide se ha vuelto sentido común, tanto para quienes quieren trepar hacia el poder para recibir los beneficios de vivir arriba, como para amplísimos sectores populares que no verían nada mal cómo las cosas se invierten. Incluso en el pensamiento crítico progresista y de izquierda, este modo de pensar se ha vuelto sentido común, lo que es muchísimo más grave porque denota escasa voluntad de transformar realmente el mundo, no sólo retocar algunas cosas.
El reciente comunicado del EZLN ,“De gatos y pirámides”, muestra la profundidad de las reflexiones, de los procesos de transformación y de la voluntad de construir un mundo completamente nuevo que porta el zapatismo. El razonamiento es impecable y profundamente radical, en el sentido de ir al fondo, a la raíz de los problemas que afrontamos.
“La pirámide invertida es la base de las propuestas de las vanguardias, las transformaciones, las evoluciones y las revoluciones”, se lee en la parte central. Dar vuelta la pirámide, dice el comunicado, “suena bien”. Pero como la base de la pirámide está poblada por muchas personas, éstas no pueden tomar decisiones, “entones aparece la representación, y para eso está la vanguardia, el partido político”.
Concluye señalando que la pirámide no se voltea de ese modo, sino que se reproduce otra nomenclatura: “las burocracias hechas partidos políticos”. En suma, apenas “un relevo de capataces”.
Me parece necesario que las organizaciones populares y los militantes reflexionemos este análisis, por varias razones.
La primera es que el zapatismo, en los hechos, hace balance de un siglo de revoluciones que, con el correr del tiempo, convirtieron sus organismos colectivos en nuevas pirámides. Por lo tanto, este “relevo de capataces” se registra una y otra vez provocando nuevas y dolorosas opresiones, pero ahora en nombre de la revolución, de los nuevos dirigentes y de un Estado-nación apenas maquillado.
No hay más que revisar lo hecho por cada una de las revoluciones “triunfantes” para confirmar esta tesis. Algunos analistas, como Immanuel Wallerstein, llegaron a la misma conclusión. Pero nunca antes un movimiento que está transformando el mundo ha sido capaz de mirar las cosas de este modo. No es lo mismo un análisis teórico, por más acertado que sea, que el hecho de que un movimiento de miles de personas ponga en cuestión las formas piramidales de organización.
La segunda es que toma distancia de las vanguardias. Pero no sólo distancia política; ética sobre todo, porque no quiere reproducir la misma logica de mandar al pueblo, de imponer caminos sin consultar, de tomar decisiones en nombre de quienes no son tenidos en cuenta, pero pagan con sangre la irresponsabilidad de los mandones. Aquí aparece también un balance de lo hecho durante décadas por las vanguardias latinoamericanas.
En tercer lugar, las pirámides son funcionales al capitalismo. Como señaló Cornelius Castoriadis, el sistema puede resumirse en un conjunto de pirámides, al punto que considera las jerarquías como obstáculos para el despliegue de la autonomía individual y colectiva. El sistema capitalista puede negociar y acordar con pirámides, aunque se digan revolucionarias, porque desde las cúpulas piramidales el mundo se ve del mismo modo. Los de arriba se sienten cómodos con otros arribas.
Por último y fundamental: una de las mayores grandezas del zapatismo radica en que está trabajando, aquí y ahora, para construir mundos nuevos sin crear más pirámides. Una cosa es pensar, decir, proclamar. Otra muy diferente es hacer, con coherencia y ética, para no repetir el “relevo de capataces”.
El cambio radical realizado al poner fin a los municipios autónomos y a las juntas de buen gobierno, claramente explicado en comunicados y en de diciembre de 2024 y enero de 2025, en los Encuentros de Resistencias y Rebeldías, al destacar cómo estructuras que fueron creadas para funcionar de un modo no vertical, terminan haciéndolo como pirámides. Alguien puede objetar que el Ejército Zapatista funciona de modo vertical. Cierto, como todo ejército. Pero no le impone sus modos a los gobiernos locales y sólo interviene si éstos se lo piden.
La capacidad para cambiar el mundo se quedaría muy corta si no se incluyera la transformación de las propias personas y colectivos que participan en el esfuerzo. Aunque mucho han mentado el “hombre nuevo”, las vanguardias han actuado como si se tratara sólo de cambiar el afuera, no estando ellas y sus miembros involucrados en el esfuerzo.
El zapatismo es todo lo contrario. Su tremendo trabajo por cambiarse como personas y como fuerza organizada, sigue siendo una brújula para las demás personas y fuerzas anti-capitalistas. Su enorme capacidad de escucha, contrasta con las organizaciones dispuestas a “bajar línea” en todo momento y lugar.