La red miso.

* LINOTIPIA

/ Peniley Ramírez /

La red comenzó a crearse en los 80, pocos años después de que el laboratorio Searle inventara la pastilla Cytotec, el nombre comercial del misoprostol. Al principio, “miso” se usaba para lo que había sido diseñada: el tratamiento y prevención de las úlceras. Pronto, mujeres pobres en Brasil se percataron de que podrían aprovechar uno de sus efectos secundarios. Misoprostol era un método seguro para abortar en casa, sin la intervención de un médico.

En las décadas siguientes, el uso de misoprostol como un método para abortar en casa fue expandiéndose en América Latina y el mundo. La mayoría de quienes decidían usarlo eran mujeres pobres, que ya tenían hijos y no podían permitirse tener más. En encuentros feministas, las mujeres se pasaron la voz, experimentaron con sus propios cuerpos y fueron entendiendo cuál era la forma más segura y efectiva para usar el misoprostol, cuántas pastillas debían tomar, qué debían esperar en el proceso.

Colectivas feministas en Ecuador, Argentina, México se organizaron para hablar públicamente sobre el uso de misoprostol. Organizaron líneas de ayuda, publicaron guías, se conectaron en nodos de una red invisible que creció orgánicamente.

Primero, se pasaban información, luego desarrollaron el método de acompañamiento, una forma de compañerismo entre mujeres durante el proceso de aborto con misoprostol, que a muchas les salvó la vida, o les permitió manejar el sangrado, el dolor, las molestias, sin acudir a un hospital.
Las mujeres que decidían abortar con misoprostol podían conectarse con otras, preguntar sus dudas, darse fuerza en los momentos más difíciles. También se ayudaban unas a otras a conseguir las pastillas, cuando en muchos de nuestros países el aborto aún estaba criminalizado. Luego, varios países lo legalizaron y la Organización Mundial de la Salud, OMS, publicó que sí, el uso de misoprostol era el método seguro para abortar sin la presencia de personal médico. Ahora, la guía de la OMS menciona que el aborto en casa con misoprostol es “aceptable, de un costo asequible y ayuda a que las mujeres alcancen autonomía”.

En México, hasta hace pocos años aún era ilegal el aborto en la mayoría de los casos. Verónica Cruz, de la colectiva Las Libres, comenzó a conectar a unas mujeres con otras para conseguir misoprostol y abortar de forma segura, fuera del sistema médico legal. Hace tres años, el trabajo de Cruz tomó otro giro.

El 24 de junio de 2022, la Suprema Corte de Estados Unidos eliminó la garantía de aborto legal en ese país. Casi de inmediato, más de una docena de estados restringieron el aborto legal y otros pusieron reglas más restrictivas. Desde Las Libres, se organizaron para ayudar. En los últimos años, Las Libres y otras voluntarias desde Latinoamérica se han organizado para ayudar a mujeres en Estados Unidos a conseguir las pastillas, tener asesoría para usarlas y evadir a las autoridades, incluso al personal médico, que en muchos estados ahora debe reportar a una mujer que llega con una emergencia médica después de un aborto casero.

En el último año, en mi equipo de Latino USA, en colaboración con el show Embedded de la Radio Pública de EU (NPR, por sus siglas en inglés), hemos investigado esta red informal. Nuestra investigación, en la que trabajé como productora ejecutiva, no se enfoca en la polarización en torno a si el aborto debe ser legal. La investigación se centra en cómo han sucedido las cosas, es decir, cómo esta red latinoamericana primero expandió el uso seguro del misoprostol y ahora está cambiado el panorama del aborto en Estados Unidos, al margen de las leyes.

Nuestras conductoras, las brillantes periodistas Victoria Estrada y Marta Martínez, junto a otras reporteras sensacionales en nuestro equipo y NPR, han logrado explicar cómo ahora desde México, y otros sitios de América Latina, están ayudando a las mujeres estadounidenses, cómo el modelo de acompañamiento está salvando la vida y de la cárcel a muchas mujeres en EU hoy.

El resultado de esta investigación es The Network, una serie podcast que ya está disponible y que mira, como pocas veces, qué pasa cuando el sur enseña al norte y, sobre todo, cuando las mujeres encuentran en una red informal la seguridad sanitaria que no ofrecen los gobiernos, y a veces, tampoco las redes formales de la medicina.