**Paralaje.
/ Liébano Sáenz /
No debiera sorprender que, en una medición de opinión pública sobre la iniciativa presidencial de modificar radicalmente el paradigma asociado a la industria eléctrica, ganarían con claridad los que están a favor. No es que el régimen tenga razón, simplemente la postura de la reforma comunica mejor que la de sus opositores. En mucho tiene que ver el martilleo de las conferencias mañaneras del Presidente, pero también la mediocre respuesta de quienes se oponen.
Por ejemplo, señalamos aquí que el esquema vigente le da rectoría al Estado y lo hace a través de órganos autónomos. Sus integrantes son servidores públicos, no empleados del gobierno y su nombramiento, término de ejercicio y status autónomo, les permite actuar bajo criterios técnicos y no políticos o ideológicos. La propuesta bajo discusión lleva todos los planos de la industria no al ámbito del Estado, sino del gobierno y de su empresa: generación, transmisión, suministro y comercialización. La participación privada en generación no parece necesariamente razonable porque sólo se la compraría la CFE y al precio que ésta determine. La propuesta no es estatista, es burocrática gubernamental.
Los opositores en el ámbito de la sociedad y de la política carecen de tres cosas: una narrativa clara, ausencia de réplica y un articulador de la comunicación. No corresponde a las empresas la respuesta, sí a los organismos empresariales. También a los gremios o asociaciones que se verían afectados, como serían las de corte ambiental. Los comunicados son una fórmula muy pobre de participación en el debate y es un error inadmisible conformarse con ello.
El bloque opositor se vio entrampado y confundido por la postura vacilante y ambigua del PRI. La respuesta del partido debió consensuarse en la alianza opositora. No fue así. Sin embargo, en ese partido hay quien cree que se gana más con una postura diferenciada, “propia”, lo que es un acto de traición y una concesión a un adversario muy poderoso y decidido a emplear todos sus recursos para ganar este debate, y no solo eso, para desaparecerlos.
Los opositores debieran tomar más en serio al régimen y al presidente López Obrador. Actuar con la determinación y la contundencia que sí tiene el de enfrente.