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/ Liébano Sáenz /
En tiempos de incertidumbre se tiende a pensar que las opciones son múltiples, sobre todo ante el deterioro del liderazgo de Estados Unidos en el mundo occidental. Sin duda habrá un realineamiento regional. China posee fortalezas significativas y no es improbable que salga mejor librada de la guerra comercial, al menos en mejor posición que EU. Se trata, en muchos sentidos, de una lucha desigual, particularmente porque Trump decidió romper con sus alianzas históricas en un intento por corregir el déficit comercial.
A algunos les resultará incómodo aceptar que, para México, no hay opción, suceda lo que suceda, la ruta está condicionada por nuestra geografía y nuestro principal cliente comercial. Así es por la dependencia profunda del país con el vecino. A finales de 2024 la consultora Global Trade Alert presentó un estudio que estimaba el tiempo que le llevaría a los países recomponer su economía para reducir su dependencia sobre el mercado de EU. Algunos ejemplos, Brasil lo lograría en 2028; Costa Rica, en 2041; España, en 2026 y México, en 2084.
México seguirá la suerte de EU y conviene tener presente que el objetivo inmediato del vecino es reducir su déficit comercial con China, lo mismo pedirá de los países que considera aliados, para efectos prácticos México. El tema no es menor porque el país vive una doble dependencia: de ventas a EU y de compras a China. Redefinir la relación con China no sólo implica una afectación severa a la producción industrial nacional, así como al consumo. Si en EU es un error afectar las importaciones provenientes de China por las cadenas de suministro, en México las consecuencias serían considerablemente peores. México puede disminuir el déficit con China, pero sólo de manera marginal.
Para efectos prácticos lo que ha hecho el gobierno mexicano es lo correcto, precisamente porque no hay margen para otra postura. Canadá exporta mucha energía y eso le da una fortaleza que México no tiene, además de históricas afinidades políticas y culturales. En todo caso el reto es encontrar los espacios razonables de entendimiento, con toda dignidad y grandeza, que minimicen los daños y que permitan contener la embestida en otros temas como derechos humanos de migrantes y seguridad.