‘La Sosa Nostra’.

Guadalupe Loaeza

Hacía mucho tiempo que no me daba tanto gusto la aprehensión de un personaje de quien había oído hablar desde hace muchos años, me refiero a Gerardo Sosa Castelán.
Nada indignaba y entristecía más al periodista hidalguense Miguel Ángel Granados Chapa, que los manejos ilícitos y macabros del ex rector de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y cacique de su estado. De allí que cada vez que podía lo denunciara en su muy prestigiada columna, “Plaza Pública”. El 16 de febrero de 1998, Granados Chapa publicó en nuestro periódico: “Sin ser burócrata fue designado en 1980 secretario general del sindicato de los empleados del gobierno hidalguense, fundado ex profeso por el gobierno de Jorge Rojo Lugo para inhibir los auténticos afanes gremiales de los trabajadores al servicio del estado. Desde esa posición hizo elegir alcaldes y diputados locales a miembros de su camarilla, y propició desmanes que atemorizaron a Pachuca y Tulancingo por los abusos de la tropa estudiantil solapada y auspiciada por Sosa”. Ya desde entonces, el columnista lo había bautizado como el “Jefe de la Sosa Nostra”, en alusión a la mafia siciliana La Cosa Nostra, mejor apodo no podía quedarle a este individuo tan perverso como corrupto. En julio también del año de 1998, el periodista ya había alertado sobre los malos manejos financieros de la universidad: “… a estas alturas una indagación sobre los recursos de la Universidad aplicados a su precampaña encontraría material abundante e interesantísimo, independientemente de la disminución de la eficacia académica, causado por la distracción del personal dedicado a ‘los fines extrauniversitarios’, que se ha fijado el rector”(por dos periodos cuatrienales). Pero por más denuncias que hacía Granados Chapa, no pasaba nada, Sosa estaba bien protegido por ex gobernadores y gobernadores de Hidalgo. Para los priistas, Sosa era una pieza clave para manejar los dineros destinados a sus campañas, y para promoverlos como candidatos entre los trabajadores al servicio del estado y los comités promotores del voto; ya les pasaría la factura, ya que el único deseo de Sosa era llegar a ser gobernador de Hidalgo.

También en la revista Proceso, Granados Chapa denuncia a Gerardo Sosa Castelán; el 14 de enero de 2009, sostuvo una conferencia de prensa en Pachuca en la cual dijo que el legislador priista es un peligro para la sociedad hidalguense, “porque sigue manejando la ley a su antojo y comprando voluntades de los jueces magistrados”. Hay que decir que en 2005, Sosa había iniciado una demanda contra Alfredo Rivera Flores, autor del libro La Sosa Nostra, cuyo prólogo escribió Granados Chapa. A ambos, junto con la editorial, la empresa que hizo la composición tipográfica, el diseñador de la portada y el fotógrafo que retrató al autor, se les inició una demanda civil por daño moral. “Y es que el autoritarismo y la intolerancia del dirigente estatal priista lo condujeron al absurdo de imputar daño moral a personas físicas y jurídicas que en absoluto tienen responsabilidad en el contenido de la obra, que es el presunto factor de su desprestigio”, escribió Granados. Cuatro años duraron las diligencias del juicio.

A pesar de la “fichita” que resultó ser Gerardo Sosa Castelán, nunca se le enjuició a lo largo de 36 años, en los que seguramente disfrutó de su finca de 27 hectáreas y su fortuna consolidada por movimientos ilícitos por 151 millones de dólares a través de empresas fachada y universitarias bajo su control. Afortunadamente, antes de ayer, un juez federal vinculó a proceso a Sosa y tres personas más “por los delitos de delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita, por un monto de 58.2 millones de pesos”. Líneas abajo, Antonio Baranda de Reforma escribe: “La mecánica del supuesto lavado de dinero consistía en que la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo transfería recursos a esta empresa ‘fachada’ y a otras razones sociales que a su vez triangulaban los capitales al propio presidente del Patronato universitario y a sus allegados, a través de intermediarias”.

“Se los dije, se lo dije…”, ha de estar diciendo Miguel Ángel Granados Chapa, desde donde se encuentre. Y nosotros desde aquí, la tierra, le decimos: “Chapeau!”.