Rúbrica.
Por Aurelio Contreras Moreno
Realmente no hacía falta que lo dijera, pero al menos las palabras del subsecretario de Promoción de la Salud, Hugo López Gatell -el tenebroso “doctor muerte”-, no dejan espacio para la duda: México entró a la “tercera ola” de contagios por covid-19.
¿Qué significa eso de la “tercera ola”? Pues que se registra en el país un tercer pico de infecciones por el coronavirus SARS-CoV-2. Los dos primeros fueron en 2020, en el momento más duro de la pandemia y tuvieron como consecuencia la muerte del grueso de las víctimas que ha dejado la emergencia sanitaria desde que fue decretada en marzo del año pasado.
De acuerdo con las cifras aportadas por el funcionario –que ya sabemos que hay que tomar con reserva, por aquello de su tendencia a manipularlas-, se registró a nivel nacional un repunte de contagios de 22 por ciento durante la primera mitad del mes de junio, con lo cual no queda duda de la llegada de la temible “tercera ola”… salvo por el hecho de que desde hace varias semanas era evidente la crecida de la “marea” de enfermos.
Y ahora como entonces, el gobierno de la pretendida “cuarta transformación” no sale ni de cerca bien librado. El manejo político de la pandemia y en especial el de la semaforización es una de las principales causas de este repunte que, si bien puede que sea menos letal que los anteriores por el hecho de que ya se ha vacunado a algunos sectores de la población, no quiere decir que vaya a reportar un saldo blanco.
Solamente este martes, a nivel nacional se informó sobre siete mil 989 nuevos contagios de covid-19, así como 269 fallecimientos. En Veracruz, se registraron 331 nuevos casos y 26 muertos. La suma total –en cifras oficiales, que ya sabemos que representan si acaso la mitad de los números reales- es de dos millones 549 mil 862 casos confirmados y 233 mil 958 fallecimientos.
Además, cada vez se sabe de más casos de personas que aún con el esquema de vacunación completo se han contagiado y algunas incluso han terminado sucumbiendo a los estragos de la enfermedad, que por si no fuera suficiente presenta nuevas variantes y cepas de cuyos efectos no se tiene aún ningún tipo de certezas.
De lo que sí se tiene total certidumbre es que entre las campañas electorales, los semáforos verdes artificiales y una irresponsable –y fracasada- intentona de regreso a clases, es la clase política gobernante la que lleva sobre sus hombros la carga de la culpa de este nuevo estado de alerta máxima. Aunque quienes lo terminaremos pagando somos, para variar, los ciudadanos de a pie.
Presurosos, en ciudades como la capital de Veracruz -que esta semana entró a semáforo rojo- la autoridad municipal se puso nuevamente a hostigar dueños de comercios, bares y restaurantes, cuando ni siquiera han sido capaces de establecer fehacientemente medidas como la del uso de cubrebocas en espacios públicos.
Ni qué decir de la necedad patológica del presidente Andrés Manuel López Obrador de no usar el cubrebocas a causa de quién sabe qué prejuicios o complejos, lo que representa el peor de los ejemplos para una población que en un buen porcentaje sigue viéndolo como un modelo a seguir.
Como durante toda la pandemia –ésa que el presidente aseguró que se había “domado” desde el 27 de abril de 2020-, el gobierno tendría que asumir su propia responsabilidad en lo que a todas luces ha sido un desastre de proporciones históricas. Más de 600 mil muertos por la pandemia –en una verdadera aproximación a la realidad- no son en absoluto prueba de una buena gestión.
Y sobre las vacunas… pues además de que está claro que no son la panacea ni representan inmunidad al virus, baste recordar que se han aplicado apenas a 37 por ciento de la población adulta del país.
Pero vamos “requetebién”, dicen los que quieren arrogarse el monopolio de la verdad, mintiendo.
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