Redacción
“Eres una estúpida inútil, nunca haces nada bien”. “No sabes lo que dices, aquí los únicos que hablan somos nosotros” “Calladita te ves más bonita” “Si sales de la casa otra vez sin mi permiso, lo vas a lamentar”. “Es una tonta que no acepta que la única verdad es la que tenemos los hombres”. Cuantas veces escuchas o repites esto.
La violencia contra las mujeres comienza con las palabras y siguen hasta la expresión más extrema del patriarcado, acabarlas físicamente y en el mundo virtual acabar con ellas y su desempeño en las redes.
Las palabras no dejan marcas visibles como los golpes, sus efectos pueden ser igual de dañinos. Las mujeres que sufren abuso verbal o emocional crónico tienen una autoestima muy baja y corren mayor riesgo de sufrir depresión, ansiedad o incluso intentar suicidarse. El abuso emocional también es capaz de acabarla en sus redes sociales y aumentar su nivel de depresión hasta el suicidio.
El abuso emocional es la forma más extendida de violencia contra las mujeres. Y Hoy esta realidad cotidiana, en la familia, en la escuela, y en y desde las instituciones, se ha trasladado en el mundo virtual donde los representantes del machismo se soslayan agrediendo a mujeres pues ya en la vida física no pueden.
Los distintas maneras para provocar en lo digital, son las mismas utilizadas en la violencia emocional y física, que están muy interrelacionadas, suceden de forma simultánea o en progresión: la violencia física es a menudo utilizada cuando el abuso emocional no logra los resultados que busca el agresor. En el mundo virtual no pueden agredir físicamente pero si golpear la reputación, la imagen y agredir cada que la mujer -a la que empieza acosar, solitaria o en manada como suele ocurrir en los chats, participa en un debate, en sus redes sociales o simplemente manda un mensaje o información.
¿Cómo se manifiesta el abuso emocional? Incluye insultos, humillaciones y amenazas de agresión, abandono, de llevarse a los niños o de dejar de dar apoyo económico, en las redes sociales sueñen utilizar, la difamación, los ataques, la desacreditación hasta las amenazas, comentarios sexistas, el mainsplaning, entre otras estrategias.
Con frecuencia se acompaña de acciones de control, como evitar que la mujer vea a sus amigos y familiares o que trabaje fuera del hogar, mostrando celos y sospechando su infidelidad, en el mundo digital, suelen atacarla a sus espaldas con chats directos, con las personas de la comunidad digital, para difamarla, desacreditarla y/o estigmatizarla.
¿Y en el trabajo? Las mujeres experimentan acoso, insultos, comentarios sexistas y amenazas de no recibir su paga o promociones, por nombrar algunos ejemplos. Este abuso emocional o verbal, especialmente cuando es perpetrado por superiores, es un medio poderoso de mantener las desigualdades de género en el mundo laboral, comportamiento que se ha extendido al mundo del Home office, donde además no hay posibilidades de evadir la explotación laboral pues l home office no esta regulado y la actitud demandante del patrón es mucho más aguda.
La violencia basada en las palabras, como refirió hace unos años Amnistía Internacional en El iceberg de la violencia de género, forma la amplia base sumergida del famoso iceberg. Por eso no podemos desestimar el poder de las palabras ni continuar quitándole importancia al abuso verbal porque (todavía) no ha llegado a la agresión física.
¿Qué podemos hacer para parar el abuso emocional?
Primero, reconocer que el cambio comienza por cada uno de nosotros, y entonces:
Ayudar a visibilizar que el lenguaje abusivo es una forma de violencia con efectos negativos en el largo plazo.
Contribuir a cambiar las normas sociales que siguen justificando el uso de cualquier tipo de violencia contra las mujeres en lugar de abogar por formas pacíficas de resolución de conflictos e igualdad en las relaciones.
Ser un modelo de comunicación respetuosa y no violenta en el hogar, en nuestras comunidades y en el trabajo.
Como profesionales, buscar oportunidades para apoyar iniciativas de prevención de la violencia, especialmente aquellas dirigidas a desarrollar habilidades entre progenitores, niños y jóvenes para formar parte de relaciones sanas y no violentas. La evidencia demuestra que tanto los programas escolares como los de crianza de los hijos pueden ayudar a reducir la violencia emocional y prevenir la transmisión intergeneracional de la violencia contra las mujeres.
Un ejemplo es el programa Amor, pero del bueno, en Ciudad de México, que promueve un ambiente inclusivo y no violento en las escuelas, construyendo una postura crítica hacia la violencia de género en el noviazgo. Uno de los resultados fue la reducción de la violencia psicológica (55%) perpetrada por los chicos que participaron. Otro ejemplo es el programa de crianza positiva Triple P, que da a los progenitores estrategias prácticas para construir relaciones saludables y afrontar de forma positiva el comportamiento de sus hijos en 25 países. La evaluación de uno de sus programas en Carolina del Sur (Estados Unidos) encontró una reducción del 25% en la tasa de maltrato infantil justificado.
Reflexionemos sobre cómo lograr el cambio. Trabajemos juntos para transformar nuestras palabras en instrumentos de coexistencia pacífica e igualdad en todas las esferas de nuestra vida.