La violencia que tiene permiso .

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/ Mónica Garza /

Vaya forma en la que esta semana el discurso igualitario de la Presidenta Claudia Sheinbaum y el “tiempo de mujeres” que tanto prometió, quedó en entredicho con golpes bajos desde distintas esquinas. La espiral de justificaciones de mujeres medulares del movimiento de la 4ta Transformación, a lo declarado por el escritor Paco Ignacio Taibo II, hoy funcionario público en su calidad de director del Fondo de Cultura Económica, contra mujeres escritoras de poesía, fue de lo más inesperado.

El insulto, minimizado por la Presidenta de México desde la mañanera, volvió a doler. Insulto minimizado también por la senadora Malú Micher, en otro tiempo reconocida por su férrea defensa de la agenda feminista. ¿Dónde quedó?

Luego se sumó a la defensoría la mismísima Presidenta del Senado, Laura Itzel Castillo, quien circuló un video en el que también justificó las formas groseras del escritor, desde su poderoso escaño.

Indiscutiblemente, no hay peor acto de misoginia que el extendido por una mujer de poder, porque encaja más hondo la espada en la herida.

La protesta de escritoras y colectivos que exigieron la remoción del cargo del director del Fondo de Cultura Económica ni siquiera fue tomada en serio, pero sí dio lugar, una vez más, a esa sensación de vacío ácido que provoca la revictimización.

“No llegamos todas a la cultura”, dijeron 120 académicas, escritoras y artistas que dirigieron a la Presidenta una carta sin respuesta, en este México que tiene una tasa de hábito lector del 43.8 por ciento en mujeres, frente al 38.1 por ciento de hombres.

Misma semana en la que el nombramiento de Yeraldine Bonilla como titular de la Secretaría General de Gobierno en Sinaloa, revivió una escena del pasado, donde el gobernador Rubén Rocha Moya en un acto público recordó su origen humilde, llamándola “meserita de una lonchería de Dimas”, mientras ella sonreía visiblemente incómoda.

El recuerdo se viralizó y al mandatario sinaloense no le quedó más remedio que ofrecer una disculpa forzada: “Si en ese momento utilicé una descripción que pudo resultar polémica y fuera de lugar, dejo una disculpa” dijo.

Yeraldine Bonilla de inmediato publicó un comunicado agradeciendo las palabras de su jefe, a quien no le vendría mal saber que, en los más de 676 mil negocios registrados en el Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas dedicadas a la gastronomía, el 48.1 por ciento de los meseros son mujeres, casi la mitad de una fuerza laboral de un gremio importantísimo en México, donde no deberían de caber sus diminutivos.

Pero lo ocurrido en la Cámara de Diputados, luego de que el Coordinador de la bancada de Morena, Ricardo Monreal, bautizara a las diputadas Gabriela Jiménez Godoy de Morena y a Jessica Saiden Quiroz del PT, como “las Batichicas” del secretario de Seguridad Omar García Harfuch, no hizo más que escalar ante los ojos atónitos de muchas y muchos, y el silencio temeroso de tantos más.

Ambas diputadas, disciplinadas, sonrientes en todo momento y luego hasta “orgullosas” de su nuevo mote, quizá sin dimensionar en realidad el significado de la escena que voluntariamente protagonizaron y lo que reveló desde el poder legislativo, donde dos diputadas quedaron reducidas a papel decorativo de la autoridad de un coordinador.

Paco Ignacio Taibo II, director general del Fondo de Cultura Económica, durante una reunión de trabajo en la Ciudad de México, en mayo de este año.
Paco Ignacio Taibo II, director general del Fondo de Cultura Económica, durante una reunión de trabajo en la Ciudad de México, en mayo de este año. ı Foto: Cuartoscuro
Vaya “tiempo de mujeres” …

Tres disparos en tres ámbitos de influencia importantísimos: la cultura, el gobierno estatal y el Congreso, que desnudaron con estruendo la realidad de esta curiosa forma de ser esa mujer de poder en México, que sigue normalizando la violencia pasiva institucional de un hombre, justificándola y sutilizándola.

Porque la humillación pública disfrazada de broma, la reducción de las mujeres en roles de poder desde palabras como “meserita”, “Batichicas”, “poemario asqueroso de mujer”, entre tantas otras, tiene precisamente el terrible efecto de normalizar no sólo la violencia, sino la idea de que las mujeres son inferiores o decorativas, y que su voz puede ser prescindible o marginada.

Qué duro resultó verlo desde los mismos lugares donde se han votado las leyes para defender a las más vulnerables. Y ellas celebraban…

Y todos se reían, mientras una decena de fotógrafos capturaba el momento del retroceso, desde donde se pregona la lucha por la igualdad, pero se envía un mensaje institucional de tolerancia a las agresiones.

Dolió… Sí que dolió.