La violencia y la lucha cotidiana de las mujeres en Cuba.

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27.11.2024 Habana, Cuba.- En 1999 la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) marcó un hito en la defensa de los derechos de las mujeres al proclamar el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En Cuba esta fecha llega en 2024 marcada por sangre, represión y silencio gubernamental, en medio de un país que se desmorona, a oscuras y sin comida.

El Observatorio de Género de Alas Tensas (OGAT), de manera conjunta con el Observatorio de Feminicidios de Yo Sí te Creo en Cuba (YSTCC), ha contabilizado entre enero y noviembre del presente año 46 feminicidios en Cuba.

El registro de ambos observatorios incluye, además de las 46 víctimas mortales en lo que va de 2024, cinco intentos de feminicidios, seis casos que necesitan acceso a la investigación policial para determinar su calificación, y dos asesinatos de hombres por motivos de género.

“Es un panorama bastante brutal, vamos a dejar claro que nosotros estamos hablando de un subregistro como sociedad civil y el subregistro está indicando un patrón de violencia feminicida bastante alto”, explicó en una entrevista para ADN Cuba la activista y comunicadora feminista Marta María Ramírez.

Estos números “nos están indicando también la reincidencia de muchos de estos feminicidas, nos están indicando que muchas de estas mujeres denunciaron, o lograron salir del círculo de la violencia por diversos motivos, o sea, a veces porque había alguna denuncia”.

 En otras ocasiones “porque lograban ellas sus propios refugios, porque tenían determinadas redes de apoyo, porque las redes de apoyo al final aquí son las que están salvando a estas mujeres”,  subrayó.

Aunque en múltiples ocasiones las activistas cubanas han subrayado la importancia de que el Gobierno cubano declare un “estado de emergencia por violencia de género” y abogan por una ley integral contra la violencia machista, las respuestas desde el oficialismo no llegan.

Para empezar, el feminicidio no está tipificado como delito en el Código Penal de la isla y tampoco se emplean los términos “feminicidio” o “crimen machista” en los medios estatales, que sólo excepcionalmente informan sobre este tipo de violencia.

Sobre el tema, Ramírez agregó: “Yo estoy convencida de que el régimen cubano es un estado feminicida, o sea, es interesante porque ha habido como un debate entre femicidio, que es el concepto del asesinato de una mujer por ser mujer, pero que no tiene responsabilidad estatal y el feminicidio, que es el término que nosotras usamos en Cuba, que sí tiene una responsabilidad estatal”.

 “Hay como esta distinción idiomática para estos dos fenómenos, pero es que resulta que lo llames como lo llames, el Estado siempre es responsable, porque no sólo tiene que legislar, también llevarlo a leyes administrativas, y si no hay un debate profundo en la sociedad cubana, si esos debates además no son debates, digamos, populares y sólo se quedan en pequeños grupitos o de feministas o de intelectuales, no hay un avance hacia algo concreto que ofrezca garantías”, apuntó.

La comunicadora, conocida en el ámbito cubano por sus constantes denuncias de violencia hacia la mujer, recordó que si el régimen “tiene recursos para poner en la puerta de un activista a personas para vigilarlo, tiene potencial para reprimir además el activismo, no sólo el activismo político entendido como lo tradicional, sino el activismo feminista, entonces debería tener recursos para que se cumpla una orden de restricción, y para hacer cosas preventivas”, en relación con la protección de las mujeres.

Por si fuera poco, las cifras desactualizadas y a destiempo del régimen cubano sobre estos casos, entorpecen la comprensión de la complejidad del problema impiden verlo en su dimensión real. Apenas el pasado agosto el oficialismo confirmó que los tribunales identificaron un total de 110 mujeres mayores de 15 años asesinadas por sus parejas o exparejas en juicios realizados en 2023.

Desde hace mucho ya no es secreto para los cubanos que la dictadura los ha abandonado a su suerte. Si a alguien le queda alguna duda, solo basta con echar una mirada retrospectiva a lo sucedido el pasado mes de octubre en Cuba, donde múltiples páginas y ONGs denunciaron “violencias contra las mujeres” que no están entendidas como tal por la sociedad en su conjunto.

La página de Food Monitor Program que monitorea la inseguridad alimentaria y nutricional de la isla remarcó que, “tras varios meses de apagones continuos y prolongados, el sistema energético nacional colapsó el viernes 18 de octubre y prácticamente todo el país quedó sin electricidad; lo cual provocó, a su vez, el desplome de otros servicios básicos como el abasto de agua y, en muchos lugares, del gas manufacturado. O sea, millones de familias quedaron incomunicadas, sin poder conservar ni cocinar sus alimentos”, algo que también -explican ellos- se entiende como violencia en contra de las mujeres.

“Pensar que una mujer tiene que proveer de dinero, que además tiene que salir a hacer la compra de lo que hay -cuando hay-, que encima de eso le toca venir y echarles fresquito a los chiquitos, porque no hay electricidad, para que no se lo coman los mosquitos. Prepararle una comida, planificar la comida, que eso es un temor, o sea, prepararla con lo poco que tienes, que lograste tener. Miren, si lo que debían hacerle es un monumento”, comentó Marta María en otro momento de su charla.

Las crisis, -económicas, políticas, sociales- también aumentan los espacios de violencia contra las mujeres: por ejemplo, en Cuba, durante la cuarentena provocada por la Pandemia de la Covid-19, entre el 24 de marzo y el 15 de octubre de 2020, ocurrieron 17 feminicidios y 3 infanticidios relacionados, que tuvieron lugar en el hogar o en entornos familiares de las víctimas.

Ello consolida la idea de que, para combatir la violencia contra las mujeres, se necesitan democracias sólidas y saludables. En democracias sólidas, las instituciones están diseñadas para garantizar la igualdad y la protección de los derechos humanos, incluido el derecho a vivir libre de violencia. La dictadura castrista, como Estado, está muy lejos de lograr esa premisa.

En la nación caribeña la violencia institucional, algo de lo que poco se habla, se ve exacerbada, además, por la limitación de libertades y la violación sistemática de los derechos en general. La falta de acceso a datos confiables dificulta la evaluación el alcance del problema de la violencia contra las mujeres en la isla.

Recientemente también se publicó un informe en la página de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que resultó de una investigación realizada entre julio y agosto de 2024, donde se analizan los patrones de represión estatal en Cuba y el impacto de estas violaciones en la vida, el periodismo y el activismo de las mujeres.

Represión Estatal contra Mujeres Activistas, Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas Independientes en Cuba, como se titula el documento, publicado también por el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) en su página web, asegura que “las formas de represión en Cuba contra mujeres activistas, defensoras de derechos humanos y periodistas independientes son diversas y sistemáticas, revelan un patrón claro de abuso y control estatal.

Una de las tácticas más comunes es la detención arbitraria, reportada por un alto porcentaje de mujeres en estos roles:  83.7% de las activistas, 77.7% de las defensoras de derechos humanos y el 85.7% de las periodistas independientes han sido detenidas sin justificación legal. Estas detenciones suelen realizarse en condiciones degradantes y, en muchos casos, incluyen tortura”, según detallan las entrevistas realizadas a más de 200 mujeres víctimas de esa clase de violencia.

El hostigamiento y la vigilancia son herramientas fundamentales de la represión estatal que afectan a la gran mayoría de las mujeres activistas, resume el informe, considerando estos hechos otra forma de violencia. “Un 94.2% de las activistas y un 86.1% de las defensoras de derechos humanos han sido víctimas de hostigamiento, el cual se extiende también a la vigilancia constante de sus familias”, añade el texto.

Las experiencias de represión en Cuba son compartidas ampliamente entre mujeres de distintas esferas y estratos, grupos racializados y niveles educativos, tanto dentro del país como en el exilio,

@ADNCuba