- El Ágora
/Octavio campos Ortiz/
Desde tiempos inmemoriales, el Zócalo de la CDMX ha sido no solo el centro político y administrativo de la República, sino detentada propiedad de los gobiernos en turno para mostrar músculo y legitimarse ante la población. La expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas conoció el apoyo social no solo con las aportaciones económicas y en especie de los pobres, sino con una magna y espontánea manifestación de la gente. Lo mismo sucedió con la nacionalización de la industria eléctrica en tiempos de Adolfo López Mateos. También sirvió de marco al partido hegemónico en el poder para ratificar los destapes presidenciales y mostrar la adhesión “popular” al candidato tricolor. Sufrió hasta el gigantesco apagón que propició el suspirante perdedor Hugo Cervantes del Río cuando los sectores del PRI se manifestaron en favor de José López Portillo.
La catastrófica nacionalización de la banca fue forzosamente apoyada por la burocracia, no solo con una marcha hacia el Zócalo de los sindicatos del Estado, sino por los propios titulares del gabinete que entraron a la plaza de armas con vítores para el patriótico presidente que arrebata los bancos a usureros capitalistas que encarecían los créditos y robaban a los cuentahabientes. Ahí empezó la danza de cifras. Voceros gubernamentales y dueños de los medios hablaron de un millón de mexicanos en el la plancha. Cifra alegre que nadie se preocupó por comprobar. De ahí pa´l real. Guerra de cifras, los eventos oficiales van del medio millón a los 600 mil. Y todos lo creen.
Pero no solo el gobierno infla el número de asistentes, también los otrora movimientos de oposición como los de Cuauhtémoc Cárdenas y el propio AMLO hicieron de la plaza mayor un manifestódromo de su propiedad. Con fe notarial se comprobó que el hijo del Gigante de Jiquilpan no podía meter más de 50 mil personas en la plancha y solo llegaba a los 100 mil, si ocupaban los portales y las calles desde Pino Suárez a 5 de Mayo. La 4T también busca legitimarse ante sus huestes mediante el acarreo de alquilados adeptos. Tanto autoridades federales como capitalinas insisten en detentar la propiedad del Zócalo y negársela a las expresiones ciudadanas o a la oposición. Ahí, además de complicarles el acceso y amurallar el antiguo palacio virreinal como construcción medieval, les arrebatan la identidad nacional al dejar de izar la bandera y escatiman la numeralia. Multitudinarias manifestaciones de protesta nunca rebasan, en los informes oficiales, los 15 mil asistentes.
Tal vez sea prudente desempolvar una vieja iniciativa lopezportillista para construir un manifestódromo con toda la infraestructura para el efecto. En ese tiempo, se propuso utilizar el Monumento a La Revolución, pero la oposición lo rechazó. Entonces se pensó en construir una enorme plaza entre las calles de Bucareli y Balderas. Derruir el edificio Gaona -hoy abandonado-, frente a Gobernación y tirar el cine Ciudadela -también en desuso-, para dejar una larga plaza de concentraciones. Tiene un sentido simbólico el Zócalo, es como arrebatarle al gobierno un poco de poder, es protestar porque causas ciudadanas se conviertan en políticas públicas. Exigir un buen gobierno. Por eso el tabasqueño hizo su plantón Reforma, no quería en ese momento el poder, quería joder la economía de la ciudad, vengarse del pueblo que no votó por él.
No se puede admitir que el gobierno, del signo que sea, arrebate al pueblo entero un símbolo de identidad nacional, un espacio de todos los mexicanos que ha resistido la afrenta hasta de invasiones extranjeras. Rechacemos los actos ególatras de políticos y gobernantes, dejemos la plaza mayor para conmemorar gestas que nos recuerdan la importancia de mantener la unidad nacional y rechazar la polarización.
Apostilla: Una verdadera transformación en el sector salud sería una política pública que aliente la cultura de la prevención para abatir las punciones accidentales en personal de salud. Cada año se registran dos millones de accidentes punzocortantes en el mundo y el riesgo de trasmisión tras una punción con aguja usada puede alcanzar un 30 por ciento para hepatitis B, además de otros contagios como hepatitis C y VIH. Urge la obligatoriedad de utilizar agujas de nueva tecnología o agujas de seguridad en todos los hospitales públicos para garantizar la salud de enfermeras, cirujanos, urgenciólogos y laboratoristas que hoy pueden ser víctimas de accidentes y desconocer que contrajeron una enfermedad. La doctora Roxana Trejo del ABC, y la representante de BD -una de las empresas globales más grandes de tecnología médica-, maestra María de Lourdes Meléndez, destacaron que la introducción de dispositivos de agujas de seguridad puede reducir hasta en 70 por ciento las lesiones por pinchazo de aguja e hicieron un llamado para exigir un registro oficial y único de eventos en que el personal sanitario sufre esos accidentes. Alentaron la prevención y evitar los gastos por pruebas serológicas, profilaxis y ausentismo que van de los 650 a los 750 dólares por seguimiento de persona accidentada.












