Por Yamiri Rodríguez Madrid
Muchos criticaron que este fin de semana el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, se pusiera a pintar fachadas en una comunidad del norte del estado. ¡Es un pintor que nos sale demasiado caro!, argumentaron algunos con molestia. Lo cierto es que más allá de que si se trata de una acción populista, muchos gobernantes se habían alejado de la gente.
La gran mayoría de los gobernadores de este estado, de las y los presidentes municipales, una vez que llegaron al cargo, se olvidaron de caminar, de recorrer las localidades y se instalaron cómodamente en sus despachos.
Atrás quedaron esos retos autoimpuestos de darle varias vueltas al estado en lo que duraba su mandato y, en muchos municipios, la gente ni siquiera sabía quién gobernaba precisamente por esa distancia.
Se olvidaron de lo básico. Creían que con solo una campaña en los medios de comunicación suplían el contacto con la gente hasta que, en las urnas, se dieron cuenta de su grave error.
También es cierto que los problemas del estado son muchos y tan agudos, que resulta absurdo tener al Gobernador encabezando faenas de mejoramiento en una ranchería; que, ante el feminicidio, los secuestros y nuestra aguda crisis económica, en Veracruz lo que nos urge son estrategias y no ir a pintar escuelas.
Ojalá que estas faenas sirvan primordialmente para escuchar de viva voz el sentir y las preocupaciones de la gente, a lo largo y ancho del estado, para darle atención y solución y no nada más para una fotografía que proyecte cercanía.
En lo personal prefiero ver a un gobernador en las calles y en las rancherías, sencillo, trabajando, que en su despacho de traje y corbata; prefiero verlo rodeado de veracruzanos, que aislado en una oficina.
Ojalá que todos los que ostentan un cargo de elección popular salgan a las calles a buscar a la gente, a escucharla, a ser empáticos y tratar, juntos, de solucionar la debacle de Veracruz.
@YamiriRodriguez