Las ilusiones perdidas

  • Sin tacto

 / Por Sergio González Levet /

 

Pepe Yunes hizo una de las mejores campañas en la historia de Veracruz, pero perdió casi dos a uno la elección.

Su periplo de 60 días por las comunidades y las aldeas, por las ciudades y las villas, semejaba una marcha triunfal de reconocimiento entre un candidato querido y un pueblo que recibía las atenciones de la amabilidad, de la urbanidad. Era un moderno Napoleón que regresaba de la isla de Elba.

Pepe recorrió miles de kilómetros y pronunció miles de nombres de las personas que conoce y lo conocen, a las que les dio la mano y les ofreció la esperanza de que íbamos a construir un mejor estado, un mundo feliz. No fue algo nuevo porque el peroteño le ha dado varias vueltas a nuestra geografía en 30 años de carrera política y en diez campañas a las que llevó su palabra de hombre cumplido y su escucha atenta para buscar solución a los problemas inmediatos y a las broncas mayores.

Fue una fiesta, un guateque, un fandango. Era la alegría que llegaba con su buena nueva y con ideas para aplicar en cada lugar, para resolver a cada necesidad. Llegaba la campaña y montaban un estrado, o mejor el candidato se metía a pie en las calles y en las casas. Platicaba, preguntaba, proponía. Era, lo decían muchos pobladores, un muchacho que se había convertido en un hombre maduro, un político que se había vuelto experto.

Y su risa contagiaba a todos. No era una carcajada artificiosa, sino una discreta risotada sin complejidades, con complicidades. Cuántos salían satisfechos y contentos de haber hablado con él, de haber podido hacerle su petición, pedirle ese apoyo que siempre tuvo una respuesta.

Los bailes zapateados, los sones jarochos, los hermosos vestidos de las hermosas mujeres, los elegantes trajes en sinfonía de blanco y palma de los bailadores… cada evento terminaba en fiesta, cada mitin en jolgorio.

Porque Pepe no se contentaba con ir y estar con las personas, parecía que nunca se cansaba de platicar, de hacer bromas, de escuchar con seriedad, de estrechar manos y dar abrazos sentidos (“Y no es que Pepe no apriete, sino que sabe apretar”, revela la canción).

Los últimos días de la campaña del siglo fueron una apoteosis, un cúmulo de emociones, un gusto de discursos, ésos que antes y en otras voces sonaban tan aburridos y falsos.

Pepe Yunes estuvo con su pueblo y vio que era bueno. Igual que todos pensó que iba a ser un gran Gobernador y que no dejaría un segundo sin trabajar por su tierra.

Pero no se pudo…

Fue una más de las tantas ilusiones perdidas de este Veracruz sufrido y gozoso.

 

sglevet@gmail.com

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