Las mujeres en el Servicio Secreto de EEUU y el mito de la fuerza viril.

* Escrito por Arantza Díaz.

19.07.2024 /Cimac Noticias.com/Ciudad de México.- Luego del atentado que sufrió el candidato republicano al gobierno de Estados Unidos, Donald Trump el pasado 13 de julio, en un mitin en Pensilvania, surgieron varias teorías de la conspiración alrededor del fallido magnicidio, pero un debate se ha instalado desde ese momento, y ha sido la presencia de mujeres en labores de seguridad del Servicio Secreto, lo que ha generado un análisis del mito de la fuerza viril.

Hay que recordar que tras el paso de la bala cerca del rostro de Trump, elementos del Servicio Secreto se abalanzaron sobre el candidato para resguardar su vida y ahí estuvieron también algunas mujeres de quienes se dijo: «eran demasiado débiles, de cuerpos frágiles», estos y otros señalamientos son los que recibieron por su inacción después del ataque y que evidencia el reforzamiento de la división sexual del trabajo.

El servicio secreto también se encuentra bajo el escrutinio público de algunos sectores luego de que impulsaran políticas internas que apuestan por la inclusión de más reclutas mujeres, teniendo por objetivo que el órgano lograra casi la paridad (un 30%) en sus filas para el 2030.

Hoy, personas se posicionan contra esta visión por no considerar capaces a las mujeres de cuidar y garantizar la seguridad de las figuras políticas estadounidenses y ejercer un empleo que incluya fuerza física.

Esto último, discurso contrariado, si se recuerda que las mujeres desempeñan una labor vitalicia en el cuidado de otras personas; dedicando su tiempo, esfuerzo y acuerpando por la seguridad de su entorno (familiar, laboral, afectivo, social e incluso, ambiental).

Esto nos empuja a colocar en la mira otro punto esencial: El mito de la fuerza viril, que no hace más que construir falsos imaginarios sobre las capacidades individuales con un sesgo sexista que además, desvirtúa el trabajo y preparación de mujeres entrenadas rigurosamente para cumplir con su trabajo al igual que sus congéneres.

Hay que señalar que la tentativa de homicidio de Donald Trump no es un caso extraordinario, pues los Estados Unidos tiene una lista de candidatos y expresidentes víctimas de tentativa y homicidio, desde John F. Keneddy, hasta el ataque contra Ronald Reagan en los ochenta; sin obviar, el servicio de seguridad de estos personajes estaba compuesto mayoritariamente por hombres.

De virilidad, cuerpos y territorios

Existe una fuerte relación entre el género y la fuerza; un reduccionismo biológico que pauta a las mujeres que sí y qué no pueden hacer de acuerdo a sus cuerpos.

La delicadeza y la debilidad son componentes que nos acompañan desde la primera infancia, de esto deviene la creencia de que la fuerza no es compatible con las mujeres; no son lo suficientemente fuertes para desempeñar trabajos, deportes o formar partes de servicios de seguridad, por ello, debemos liberar estas dos condicionantes -fuerza y género- la una de la otra.

Históricamente, la fuerza se ha ligado directamente a la virilidad, es violenta, poderosa y bélica, cualidades explotadas por el patriarcado. Esta fuerza viril, sólo cumple con su cometido cuando somete o minimiza a otras personas – grupos, por ello, resulta incómodo que una mujer combativa y fuerte pise los terrenos que han sido dominados por el androcentrismo.

Esto último, es una propuesta esencial que hace la filósofa feminista Alessandra Chiricosta quien refiere en «Contra el mito de la fuerza viril» lo siguiente:

«La subjetividad virilizada se sostiene sobre la continua inferiorización, de ahí que muchas veces se diga que la fuerza parte del género y se apele a fundamentos como la testosterona, cuerpos musculosos o grandes. Se solapa, entonces, un elemento sobre el otro sin hacernos demasiados cuestionamientos» (Alessandra Chiricosta).

Fuente: Cimac Foto

En una entrevista realizada por Verónica Gago, Chicorosta ahonda más en el punto de «hacernos cuestionamientos» y subjetividades, atajando que, por ejemplo, si se coloca en una habitación a la tenista Serena Williams y a Woody Allen, nadie pensaría que este último es más fuerte sólo por ser varón.

Con esto, refiere que existe un abanico muy amplio de diversidad y de cuerpos; todas las personas somos fuertes y aprovechamos las diferencias para encontrar poderes únicos que van más allá de la falsa virilidad o de los cuerpos toscos y grandes. La fuerza no está ligada a la destrucción, sino a la posibilidad de combatir y resistir a nuestra manera.

Una de las creencias más violentas que el sistema ha replicado, es creer que la mujer nunca podrá defenderse; nunca sería capaz de repeler una agresión, pues su cuerpo no es lo suficientemente poderoso para evitar la violencia pues tiene suerte, apenas logrará agredirla – herirla más no asesinarla. Aunque intente, golpee y luche, la barrera de su territorio es fácilmente corruptible; no podría defenderse y tampoco, defender otras personas.

En este sentido, surge una de las herramientas combativas más revolucionarias: La autodefensa.

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Esta postura feminista refiere que no debemos replicar la creencia de que solo lucharemos para defendernos de un ataque, sino que la propuesta de Alessandra Chiricosta es deconstruir esta idea, apostando por una autoconsciencia donde las mujeres sepan que su territorio corporal interno y externo, crece, le da autonomía y la autodetermina: ¿Cómo hacer para llevar mi eficacia corpórea al mundo?

Es liberar la idea de que la autodefensa debe ser solo pelear; se lucha por algo más, por nosotras. Tiene qué ver con el buen vivir, con recuperar la idea de que nuestro cuerpo como territorio no le pertenece a nadie y que el cuidado de éste, es importante para vivir: No permitir que sea transgredido por nadie.

«Esta es mi lucha y si alguien se opone, peor para él. No voy a buscarlo, pero desde luego, no lo dejaré de pasar, necesitamos superar la visión de la pureza de decir «yo soy inocente», tenemos que salir y ensuciarnos», señala la filósofa en entrevista con Verónica Gago

La frontera del cuerpo de las mujeres también puede convertirse en muro impenetrable y para consolidar esta idea, hay que ser conscientes de ello, reconfigurar la idea de que la fuerza sólo vence cuando es viril y avasalladora.

El derecho a pelear, a construir un territorio seguro en nuestros adentros con el autocuidado y hacia afuera con la autodefensa, y el poder de defender, son acciones esencialmente humanas que escapan de la dicotomía del género.

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Derribar las barreras patriarcales que abonan a estos discursos, como el de la culpabilización de las mujeres débiles del servicio de defensa de EUA, permite abrir una ventana para autoreconocerse, liberarnos de la idea de que la fuerza sólo está encarnada en los cuerpos de los hombres y de sabernos capaces de luchar y vencer desde el autoconocimiento de nuestro territorio.

“Partiendo de las corpo – realidades de las singularidades, cada una diferente, pero a su vez unida a las demás por haber sufrido un proceso constante de inferiorización, la autoconciencia combativa propone transformar las dinámicas que sostienen la violencia de género a nivel cultural, social y político, contrarrestando la naturalización de la inferiorización de las subjetividades femeninas” (A

Alessandra Chiricosta en “Contra el mito de la fuerza viril”