Las Narraciones sobre Jesús… Cuando el abre la boca.

**CON SINGULAR ALEGRÍA.

/ POR GILDA MONTAÑO /

Hablaré hoy, sobre las estructuras y los intentos teológicos explicativos. Entre otros, diré que se dividen en cinco partes, con base en las narraciones y los discursos. Ahora les platicaré sobre las narraciones.

La Biblia contiene más literatura del género narrativo que de ningún otro estilo literario. Por ejemplo, más del cuarenta por ciento del Antiguo Testamento es narrativo. Como el Antiguo Testamento constituye unas tres cuartas partes de toda la Biblia, por eso el estilo narrativo es el más común en ella.

Las narraciones son relatos. Aunque de vez en cuando usamos la palabra relato para describirlas, preferimos la palabra narración, porque relato ha llegado a tener la connotación de “lo ficticio”, como un cuento de hadas o “un relato verosímil”.

También significa una sola historia, con un solo grupo de personajes y una sola trama. La Biblia, al contrario, contiene lo que a menudo oímos llamar la historia de Dios: una historia real, muy importante, y con frecuencia compleja.

Es una historia magnífica, más grande que la más famosa épica, con una trama mejor y más significativa en cuanto a personajes y descripciones, de lo que podría ser cualquier otra historia compuesta por los hombres. De modo que, para las porciones de esta gran historia divina que tengan la forma de historia, se prefiere la palabra narración en su uso técnico, pues es más objetiva y lleva a menos ideas preconcebidas.

Las narraciones bíblicas nos cuentan cosas que sucedieron, pero no solamente cualquier cosa. Su propósito es mostrar a Dios en acción en su creación y en medio de su pueblo. Las narraciones lo glorifican, nos ayudan a entenderlo y valorarlo, y nos presentan una descripción de su providencia y protección. Al mismo tiempo, también nos dan ejemplos de muchas otras lecciones importantes para nuestra vida.

Todas las narraciones tienen una trama y personajes (ya sean divinos, humanos, animales, vegetales u otros). Las narraciones del Antiguo Testamento, sin embargo, tienen tramas que son parte de una trama global especial, y tienen un grupo de personajes especiales, el más importante de los cuales es Dios mismo.

El Espíritu Santo, que iba a inspirar a los autores evangélicos, presidía ya todo este trabajo de elaboración previa y lo conducía hacia la consumación de la fe, garantizando sus resultados con esa verdadera inerrancia que no reside tanto en la materialidad de los hechos como en el mensaje de salvación que en sí contienen.

Promulgación del Reino de los Cielos: Mateo 3, 1-4.

Parte Narrativa: Antes de comenzar su misión, Jesús recibe el bautismo de Juan. Aunque él no tiene necesidad de ser bautizado, quiere hacerse plenamente solidario de sus hermanos. Juan se opone, pero Jesús insiste para que se cumpla «todo lo que es justo» (3. 15). La «justicia», en el lenguaje de Mateo, es el perfecto cumplimiento de la voluntad de Dios, la total sumisión a sus designios. La entrada en el Reino depende de esta «justicia» (5. 20), y Cristo quiere realizarla en sí mismo antes de exigirla a sus discípulos. En respuesta a esta actitud de fidelidad, el Padre proclama la filiación divina de Jesús y lo acredita como su Enviado, revistiéndolo de su Espíritu. 23Después del bautismo en el Jordán, Jesús es tentado por el espíritu del mal, que intenta apartarlo del verdadero camino mesiánico. Así él revive las «pruebas» que había experimentado Israel en el desierto, durante los cuarenta años de su marcha hacia la Tierra prometida. Y al vencer la tentación, Cristo asume el destino del Pueblo de Dios y manifiesta una vez más su absoluta fidelidad a la voluntad divina.

Por aquellos días se presenta Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: “Convertíos, porque ha llegado el Reino de los Cielos”. Este es de quien habló el profeta Isaías cuando dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas.

Diez milagros y otras actividades confirman el Reino de los Cielos 8,1-9.

Parte Narrativa: Los Profetas habían anunciado que el Reino de Dios traería paz y alegría a los afligidos, haría ver a los ciegos, devolvería la salud a los enfermos y acabaría para siempre con el sufrimiento y la opresión. Con la llegada de Jesús, todos aquellos anuncios proféticos comienzan a hacerse realidad. Mateo quiere ponerlo bien de manifiesto, y para ello reúne en los dos capítulos siguientes más de la mitad de los milagros relatados en su Evangelio. Ha llegado la era mesiánica, el Reino de Dios ya se ha hecho presente en el mundo, y los milagros de Jesús son las «señales» de esa presencia. Son las primicias de la nueva creación, el anticipo de la victoria definitiva de Dios sobre el pecado, sobre la muerte y todas las fuerzas del mal.

Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. 2 Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: «Señor, si quieres, puedes purificarme». 3 Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». Y al instante quedó purificado de su lepra. 4 Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio».

Curación del sirviente de un centurión. 5 Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole: 6 «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente». 7 Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo». 8 Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. 9 Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: “Ve”, él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “Tienes que hacer esto”, él lo hace».

El misterio del Reino de los Cielos. Contenido y exigencias. Mateo 11, 1.12

Parte Narrativa: El Reino de Dios ya está presente entre los hombres como la levadura en la masa. Los milagros y las palabras del Señor lo atestiguan, y él mismo lo confirma al disipar las dudas que podían abrigar Juan el Bautista y todos los que esperaban ver en el Mesías a un juez implacable o a un rey victorioso (11. 2-6). A través de sus obras, él se manifiesta como el «Servidor del Señor» anunciado por Isaías (12. 15-21), hasta que un día se cumpla el gran «signo» del profeta Jonás, mediante su Resurrección de entre los muertos (12. 40). 42Pero la actitud de Jesús no sólo provoca dudas y extrañeza, sino también una abierta oposición. Él exige un cambio de vida tan radical, que muchos se resisten a romper con los viejos moldes, especialmente los escribas y fariseos, encerrados en una fidelidad a la Ley mal comprendida y mezclada de ostentación y suficiencia religiosa. Sin embargo, otros llegan a comprender, y así comienza a formarse en torno a Jesús la comunidad de sus discípulos, el verdadero «Israel de Dios»

Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región. 2 Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: 3 «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?». 4 Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: 5 los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. 6 ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!»

Testimonio de Jesús sobre Juan el Bautista
7 Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: «¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? 8 ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. 9 ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. 10 Él es aquel de quien está escrito: 10 Yo envío a mi mensajero delante de ti, 10 para prepararte el camino. 11 Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos, es más grande que él. 12 Desde la época de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos es combatido violentamente, y los violentos intentan arrebatarlo.
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