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18.09.2925 Ciudad de México.- La explosión de una pipa de gas LP en el Puente de la Concordia, en Iztapalapa, ha dejado al momento 20 muertos y decenas de heridos.
Entre las víctimas, además de estudiantes, trabajadores y adultos mayores, también se encontraban personas en situación de calle. Su presencia en el lugar no fue casual: ese puente es, desde hace años, un refugio improvisado para quienes no tienen hogar.
Uno de los fallecidos, Carlos Iván Contreras Salinas, de 29 años, vivía en condiciones de vulnerabilidad. Dormía en los alrededores del puente y fue alcanzado por las llamas. Murió en el hospital sin que nadie lo reclamara durante los primeros días.
Su historia apenas fue mencionada en los reportes oficiales, pero representa a muchos que viven en los márgenes de la ciudad, invisibles hasta que ocurre una tragedia.
El puente como refugio
Vecinos de la zona han confirmado que al menos cinco personas en situación de calle se encontraban en el área del siniestro.
Algunos sobrevivieron con quemaduras graves, otros aún no han sido identificados.
El Puente de la Concordia, como muchos espacios urbanos abandonados, se ha convertido en un hogar precario para quienes han sido expulsados por la pobreza, la violencia o el abandono institucional.
Silencio institucional
Hasta el momento, ninguna autoridad ha emitido un comunicado específico sobre las víctimas en situación de calle.
Organizaciones civiles como El Caracol y Fundación Renace han comenzado a brindar apoyo en hospitales, intentando identificar a personas sin redes familiares.
“No podemos permitir que estas vidas se pierdan sin nombre, sin historia, sin justicia”, declaró una voluntaria que acompaña a sobrevivientes.
¿Quién llora a los que nadie ve?
La tragedia del Puente de la Concordia no solo expuso fallas en infraestructura y atención a emergencias. También reveló el abandono sistemático de quienes viven en la calle.
Mientras se discute si fue un bache o exceso de velocidad lo que provocó el accidente, la ciudad debe preguntarse por qué había tantas personas durmiendo bajo ese puente.
Porque entre los trece muertos hay historias que no saldrán en las noticias, nombres que nadie pronunciará en homenajes, cuerpos que quizás nunca sean reclamados.
Y ese silencio también es una forma de violencia.