Leona Vicario.

**Vida y Lectura .

/ Marcela Eternod Arámburu. /

SemMéxico, Aguascalientes. No fue sino hasta 1980, en el tradicional Grito de Independencia que conmemora la mítica historia nacional, que alguien decidió que, junto a los héroes de la Independencia, esos que nos aprendimos desde la primaria, se incluyera a Josefa Ortiz de Domínguez. Así, el presidente José López Portillo, después de mencionar a Hidalgo y a Morelos, introdujo el ¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez!, luego el de su muy gallardo y queridísimo amante, Ignacio Allende, para rematar con Aldama y Matamoros.

Es cierto que cada vez es menos tradicional el mensaje, y cada gritón agrega o excluye a quien -a su leal saber y entender- le dicta su voluntad. Sin embargo, hay notables mujeres mexicanas que participaron en la gesta independentista que no solo merecen estar en la conmemoración anual, sino que hoy, desde sus tumbas, exigen que su historia sea contada, reconocida y recordada.

Como sabemos se han escrito un buen número de biografías de María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador, casi todas ellas debidas a un hallazgo, a un pequeño gran descubrimiento, a una pista que ha llevado a la investigación de cómo fue la vida de esta insurgente, biografías escritas la mayoría de las veces con admiración, compromiso y pasión por el personaje.

Dentro de ese conjunto de biografías, ensayos, novelas, artículos y diversas aproximaciones a la primera periodista mexicana, a la Benemérita de la Patria, a la insurgente, a la espía, a la generosa financiadora del movimiento independentista y a la Madre de la Patria, entre otros muchos calificativos, destaca la que escribió Anne Staples: “¿Dónde estás? ¿Qué haces Leona Vicario?” quien con rigor histórico devela a una Leona Vicario inteligente, libre, astuta, preclara, con una sólida formación y una inamovible convicción en un México independiente.

Y sin demeritó de otras biografías, como “Leona Vicario: Mujer, Fuerza y Compromiso en la Independencia de México” de Adriana Flores Castillo; o el libro facilón de “Leona Vicario, la insurgente” de Eugenio Aguirre, también sobresale el texto escrito por Celia del Palacio Montiel: “Leona”.

Lo que se proponen tanto Anne Staples como Celia del Palacio es destacar, primero, la permanente y relevante participación de las mujeres en uno de los sucesos históricos más relevantes del país: la Independencia. Para, en segundo lugar, reescribir la historia con un amplio soporte de archivos judiciales, documentos, hechos, datos, fuentes, testimonios y narrativas, que permiten redimensionar el papel de muchas mujeres, pero, sobre todo, abandonar con desprecio la idea de que todo fue realizado, hecho y consumado por los hombres.

Celia del Palacio como historiadora que es, ya tiene muchos años sacando a la luz a las mujeres valientes, destacadas y valiosas, haciéndolas emerger del olvido al que fueron condenadas, sin dejar de señalar que a lo más que ellas podían aspirar en la historia nacional era a insignificantes y siempre breves menciones.

En este septiembre patrio, podemos reflexionar sobre lo mucho que nos falta por desenterrar, descubrir, reescribir y revalorar para alcanzar la paridad en la historia, porque es un hecho que las mujeres, al igual que los varones, estuvimos ahí, en la cotidianidad de los hechos, en la guerra y en la paz.

Ese largo proceso que apenas empieza gracias a las historiadoras, a las novelistas y a las investigadoras que han asumido el compromiso de visibilizar a las mujeres en todas las esferas y, así, rendir un homenaje a las que durante años han sido olvidadas porque, simplemente, para muchos lo que ellas hicieron no merecía ni siquiera que se gastara un poco de tinta en ello, mucho menos que se hiciera mención a su heroica participación un 15 de septiembre.

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