¿LEY LAMEBOTAS?

Denise Dresser.

¿Qué le debe López Obrador a Ricardo Salinas Pliego? ¿Qué es lo que hace doblegarse al primero e imponerse al segundo? ¿Qué es lo que explica el sometimiento del Presidente y el empoderamiento del empresario?

¿Dinero de campañas pasadas y futuras? ¿Información que se usa para chantajear y doblegar?

¿Lealtad que se traduce en complicidad? Sea lo que sea, el Presidente incorporándolo a su Consejo Asesor Empresarial, dándole más negocios, celebrando su “vocación social”, callando cuando sus empresas violan las recomendaciones sanitarias ante el Covid-19, y permitiendo que se salga con la suya, una y otra vez. No lo regula, lo recompensa.

No lo contiene, lo impulsa. Tanto le debe o le teme, que ahora el gobierno lopezobradorista -y su operador Ricardo Monreal- ha diseñado una ley para proteger los intereses del salinista. La “Ley Banco Azteca”. La “Ley Lamebotas”.

La reforma a la ley del Banco de México aprobada en el Senado, hecha para proteger los intereses de una persona y no para promover el interés público.

Diseñada para asegurar el bienestar de Salinas Pliego, pero no del país.

Así lo sentencia el subgobernador de Banxico, Jonathan Heath: “no se vale reformar una ley para favorecer a una sola empresa, en especial con antecedentes negativos”, frente a las autoridades regulatorias estadounidenses.

Así lo tuitea el subgobernador, Gerardo Esquivel: “Lamentable que se hayan aprobado en el Senado reformas al Banco de México que ponen en riesgo las reservas internacionales y que atentan contra la autonomía del Banco de México”.

Así lo resume el gobernador de Banxico, Alejandro Díaz de León: “algo que puede tratar de implicar un beneficio para uno, puede contaminar el ecosistema”; algo que ayuda a un pez, acabará dañando la pecera de todos.

Experto tras experto lo señala con preocupación.

Lo que ha votado el Senado a nombre de Salinas Pliego es gravísimo.

Obligaría al Banco de México a cambiar las normas que limitan la entrada de dinero ilícito, abriendo la puerta al lavado de dinero.

Forzaría a Banxico a comprar dólares en efectivo que le “sobran” a los bancos comerciales, cuando no pueden regresar las divisas a Estados Unidos, como lo hacen ahora vía sus corresponsales.

Expondría a Banxico a sanciones internacionales e incluso el congelamiento de los 194 mil millones de dólares de reservas, si se detectan billetes provenientes del narcotráfico.

Minaría la autonomía del banco central que este gobierno prometió salvaguardar, afectando la reputación global del país y su ya mermada capacidad de atraer la inversión.

Podría ser el preámbulo para reformas futuras que busquen obtener control gubernamental sobre las reservas, y financiar boquetes presupuestales que crecen.

El argumento utilizado por la mayoría morenista para hacerle los mandados al mandamás es espurio.

Es falso que así se protege el dinero recibido por las remesas, ya que el 99% entra al sistema financiero por vía electrónica.

Es falso que así se protege a los migrantes y sus recursos.

Lo cierto es a quién se le dedica la reforma y quiénes serían sus beneficiarios: bancos que se niegan o no pueden tener corresponsales para repatriar o transferir monedas extranjeras.

Es el caso de Banco Azteca, cuyo banco corresponsal en Estados Unidos -Lone Star- fue acusado de violar las leyes de lavado de dinero, y multado por ello.

Es el caso de Banco Azteca, que movió “cientos de millones de dólares en efectivo en sospechosos cargamentos que llegaron al sistema financiero estadounidense”, según las autoridades allá.

Como uno de los peces tiene problemas, el gobierno parece estar dispuesto a ensuciar toda la pecera para ayudarlo.

Demostrando con ello la debilidad del Presidente, y el sometimiento del Senado, aparentemente hincados ante quien gobierna en México, por encima de AMLO.

Evidenciando cómo en la 4T, el poder político no se ha separado del poder económico; al igual que con la “Ley Televisa” del 2006, le limpia las botas.

Mientras tanto, el tercer hombre más rico del país logra poner a las instituciones a su servicio, mientras se ríe de ellas.

Celebra con beneplácito una legislación que asegurará su entronización. Y López Obrador, quien siempre ha dicho que su pecho “no es bodega”, ahora guarda silencio, como si tuviera la bota de Salinas Pliego en el cuello. Como si el rechazo a la ley por la Cámara de Diputados no se la pudiera quitar.