*Proyecciones en el espejo.
/ Por Paula Roca /
Hay verdades que incomodan.
Incomodidades que se convierten en sensaciones pesadas, difíciles de expresar.
Las cargo conmigo sin saber dónde dejarlas, y el peso aumenta porque pienso que nadie podría entenderlas.
Aparecen de forma incierta, con ganas de gritar, de salir, pero me invade la vulnerabilidad. Entonces, en lugar de enfrentarlas, las proyecto en otros. Las veo reflejadas en ellos, pero no soy capaz de mirarme a mí misma y preguntarme:
¿Por qué no puedo poner límites?
¿Qué me detiene?
¿Qué me envuelve y me impide expresarlo?
No me reconozco. Quiero hacerlo, pero no me atrevo.
No quiero callar, pero me vuelvo incierta.
Las lágrimas se ocultan y buscan otras formas de salir.
Las sensaciones me arrastran en direcciones que evitan tocar lo que realmente siento.
Ese límite que quiero poner, que me incomoda, parece lejano, pero ahí está.
Me miro en el espejo y sigo proyectando.
Quiero frenarlo, pero no puedo.
¿Hasta cuándo? ¿Hasta que me ahogue en mi propio silencio?
¿Hasta que el agua me llegue al cuello y no tenga más opción que gritar?
Ese límite me invade y no puede salir…
Arde.
Arde y se queda.
Se instala dentro de mí, hasta que llega para derrumbar lo que alguna vez pude expresar sin necesidad de caminar al filo de un abismo.
Y entonces me doy cuenta, demasiado tarde, de que pude haberlo dicho antes.
Que era tan simple, tan humano, tan posible, poner en palabras lo que hoy se ha convertido en una avalancha imparable.