- NEMESIS
/ Fernando Meraz Mejorado /
Finaliza Noviembre y como en los meses pasados, los demonios del Obboe andan sueltos por el mundo y hacen daño, mucho daño. Pero Diciembre siempre llega con un aire mágico, un soplo de alegría, una luz en el tiempo, que aviva las brasas de la esperanza. Nos trae, con las primeros, impredecibles frías, aromas de ponche caliente, aromas de pino y heno. Las estrellas brillan más sobre el gozo infantil y la ilusión de los regalos, las posadas y piñatas. Buñuelos y chocolate. Es esta época en la que en todo el mundo se levanta una cúpula de tonos irisados que prometen momentos de convivencias familiares, de abrazos, de besos y de recuerdos, de ilusiones renovadas, de esperanza y de fe.
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Es la Navidad un jubileo, que significa alegría intensa y exaltada. Los empresarios tradicionalmente hacen un esfuerzo adicional para entregar un aguinaldo, así sea modesto para compartir la fiesta con sus empleados y los gobiernos lo hacen lo mismo con su gente.
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En México tenemos una mágica tradición Navideña, como en todo el mundo que hacen de la temporada un gozo que cambia los senderos de nuestras vidas. Pero en todo el planeta hay alegría y júbilo en la temporada. En Estados Unidos, se celebra el Día de Gracias, en otras latitudes el Hanukka, en Israel (Fiesta de las Luces). En todas las ciudades, las colonias y pueblos, los edificios públicos, plazas, centros comerciales y residencias, palaciegas o modestas, se visten de matices de todos los colores. Y calles y plazas públicas se adornan con hilos de luces que enmarcan Diciembre.
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Pero somos humanos y para una buena parte de las personas Diciembre es agridulce, cuando no amargo y triste. La tristeza, la nostalgia y recuerdos reviven muchas cicatrices que llegan a horrendas depresiones.
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Ninguno está a salvo de los hechos no tan buenos de la vida. Pero sería bueno reflexionar sobre la dualidad del ser humano. Pensar entre la levedad, la ausencia de peso, la fugacidad, la falta de significado de toda acción y la carga, las responsabilidades, el peso de las decisiones, la inevitabilidad de repetir todo si existiera el eterno retorno. Si la vida es mejor si cada instante tiene gran peso o si es mejor abandonarse a la levedad, para plantear preguntas sobre el amor, la libertad, el cuerpo, el alma y la política.
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El ser humano encuentra en estas fechas un consuelo que
nvita a cuestionar el sentido de su vida. Si toma la senda ligera o la pesada o si la coexistencia de ambas es lo que realmente define la condición humana. El eterno Yin-yang de los japoneses, que conforman todas las cosas y todos los tiempos.












