Los coqueteos de Ricardo Anaya con Morena .

/ Claudio Ochoa Huerta /

La semana pasada, la nueva bancada del PAN en el Senado de la (todavía) República tuvo un encuentro. El consenso que había alcanzado la mayoría de los presentes era votar en contra de la designación de Gerardo Fernández Noroña como presidente de la Mesa Directiva. Sobraban argumentos en la larga lista de descalificaciones que el petista-morenista ha lanzado contra ese partido y sus integrantes desde hace décadas. La reunión terminó y con esa idea los legisladores se fueron a sus casas.

Al día siguiente, el recién regresado del exilio Ricardo Anaya, que no estuvo 24 horas antes, pidió la palabra y comenzó a argumentar en sentido contrario del acuerdo. Varios de los 22 senadores panistas presentes no podían creerlo. Había hasta bocas abiertas, me dicen dos fuentes que estaban ahí. La sorpresa era porque Fernández Noroña ha calificado a Ricardo Anaya de “torpe”, “corrupto”, “traidor a la patria” y “hampón”, entre muchos otros. Basta con googlear el nombre de ambos para corroborarlo.

Anaya sostuvo que no podían ser opositores a todo, que debían de llevar la fiesta en paz porque de esa Mesa Directiva dependían muchas cosas administrativas y que si aplicaban un bloqueo se les regresaría como efecto boomerang. De la mano de un agazapado Marko Cortés, que también es senador, pero sigue siendo líder nacional, el excandidato presidencial logró convencer a sus compañeros, menos a Lilly Téllez, que vaya que tiene algo de historia con Fernández Noroña. A éste último se le hizo. “Nunca antes un plebeyo como yo habría podido llegar a este asiento”, dijo orgulloso.

Las cabezas del PAN propusieron entonces que Ricardo Anaya fuera vicepresidente de esa misma Mesa Directiva, pero él prefirió bajarse porque dominaba que a la par Morena ya había decidido vetarlo con todo y sus buenos gestos que luego continuaron en la entrevista con Azucena Uresti donde deslindó al presidente López Obrador de la persecución en su contra. Ajá. Así fue como le cayó el cargo a Mauricio Vila, quien tiene una mejor relación con el partido en el poder desde que era gobernador de Yucatán y desde que, para muchos, entregó el estado el 2 de junio.

En esa tónica de no pelearse con Morena por sugerencia de Anaya, el PAN también optó por no reclamar las migajas que le tocaron en el reparto de comisiones. Morena agandalló las de mayor presupuesto y relevancia, y solo porque no hay una de “hockey sobre pasto”, si no también se la hubieran dado a los azules.

En esa tónica de no pelearse con Morena por sugerencia de Anaya, el PAN ha dejado completamente sola a Alessandra Rojo de la Vega en la lucha por defender su triunfo en la alcaldía Cuauhtémoc. Y no se la quiere robar el partido, porque incluso el presidente López Obrador se deslindó, sino un solo apellido: los Monreal.

Los panistas creen que con ponerse una playera que diga “soy la resistencia” basta. Los panistas bien podrían meter a los jóvenes estudiantes de Derecho y a los trabajadores del Poder Judicial al Senado, como seguramente lo estaría haciendo Morena en su lugar, pero no. Los panistas tienen miedo. Y todavía hay ingenuos que creen, bajo esa línea decidida por los liderazgos, que ese será el partido que dará la lucha el próximo sexenio.

Stent: En el Senado hay un narco, narco, narco. Al tiempo. Y por si hay alguna duda, es de Morena.