Los desafíos del feminismo en 2026: entre la violencia, retrocesos y resistencia global.

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El nuevo año 2026 se perfila como un periodo decisivo para los movimientos feministas en el mundo. La multiplicación de conflictos bélicos, el crecimiento de la violencia contra las mujeres, el avance del crimen organizado en Latinoamérica, los recortes presupuestales en programas de igualdad y el avance de fuerzas políticas ultraderechistas configuran un escenario complejo, donde los avances alcanzados en décadas recientes se ven amenazados.

Al mismo tiempo, la capacidad de resistencia y articulación de las mujeres en distintos territorios abre la posibilidad de nuevas formas de lucha y organización.

La violencia contra las mujeres se ha intensificado en contextos de guerra y militarización. En países atravesados por conflictos armados, las mujeres enfrentan un doble riesgo: ser víctimas de la violencia generalizada y ser blanco específico de agresiones sexuales, desplazamientos forzados y explotación.

La guerra en Ucrania, los enfrentamientos en Medio Oriente, los avances del crimen organizado y gobiernos autoritarios en América latina, además de las tensiones en África han mostrado cómo los cuerpos de las mujeres se convierten en territorios de disputa, utilizados como instrumentos de terror y control.

Este fenómeno no es nuevo, pero su magnitud en la actualidad exige respuestas internacionales que aún son insuficientes.

A ello se suma el recorte de Estados Unidos a presupuestos destinados a organizaciones que velan por los derechos humanos de las mujeres en el mundo. La reducción de fondos afecta directamente a programas de protección, refugios, campañas de prevención y proyectos de empoderamiento económico.

En regiones donde estas organizaciones eran la única red de apoyo, el impacto es devastador. La decisión se inscribe en una política más amplia de repliegue internacional y de priorización de intereses internos, que deja a miles de mujeres sin respaldo frente a la violencia estructural.

El regreso de la ultraderecha en varios países añade un elemento de regresión. Gobiernos que promueven discursos conservadores y nacionalistas han impulsado políticas que restringen derechos reproductivos, limitan la educación sexual y refuerzan modelos tradicionales de familia. En Europa del Este, América Latina y Estados Unidos, estas fuerzas han ganado terreno, cuestionando incluso los marcos legales que garantizan la igualdad.

El feminismo enfrenta así un adversario que no solo recorta derechos, sino que busca deslegitimar las luchas feministas, presentándolas como amenazas a la identidad nacional o a la estabilidad social.

La paradoja se extiende a los llamados gobiernos progresistas, que en el discurso se presentan como aliados de la igualdad, pero en la práctica recortan presupuestos a programas para las mujeres. En América Latina, varios gobiernos han reducido fondos para políticas de género, argumentando crisis económicas o prioridades sociales más amplias.

Esta simulación genera frustración en los movimientos feministas, que ven cómo las promesas de transformación se diluyen en gestos simbólicos sin impacto real. La brecha entre discurso y acción se convierte en uno de los principales retos para el feminismo en 2026.

Los avances, sin embargo, no pueden ser ignorados. En distintos países se han consolidado redes transnacionales de mujeres que articulan luchas locales con agendas globales. La visibilización de la violencia digital, el reconocimiento de la importancia del trabajo de cuidados y la creciente participación de mujeres en espacios políticos son logros que muestran la capacidad de incidencia del feminismo.

En África y Asia, movimientos comunitarios han logrado frenar prácticas como el matrimonio infantil y la mutilación genital, mientras que en Europa y América se han fortalecido las campañas contra la violencia doméstica y el acoso laboral.

Los retos para 2026 son múltiples. El feminismo deberá enfrentar la violencia exacerbada por los conflictos bélicos, exigir la restitución de presupuestos para programas de igualdad y confrontar el avance de discursos ultraderechistas.

También tendrá que desenmascarar la simulación de gobiernos progresistas que, bajo la retórica de la inclusión, perpetúan desigualdades al recortar recursos.

La articulación internacional, el uso estratégico de las tecnologías y la construcción de alianzas con otros movimientos sociales serán claves para sostener la resistencia.

Las regresiones son evidentes: retrocesos en derechos reproductivos, debilitamiento de programas de igualdad, incremento de la violencia en escenarios de guerra y consolidación de fuerzas políticas contrarias a la agenda feminista.

Pero también hay avances que muestran la vitalidad del movimiento: mayor visibilidad, nuevas generaciones comprometidas y una conciencia global que reconoce la igualdad de género como condición indispensable para la democracia y la paz.

El feminismo en 2026 se enfrenta a un mundo convulso, donde las mujeres siguen siendo las más afectadas por la violencia y los recortes. Sin embargo, la historia demuestra que en los momentos de mayor adversidad surgen las luchas más poderosas.

El desafío será transformar la resistencia en acción política efectiva, capaz de frenar los retrocesos y abrir caminos hacia una igualdad real. En medio de guerras, crisis económicas y regresiones políticas, el feminismo se mantiene como una fuerza indispensable para imaginar y construir un futuro más justo.