*Pueden generar anorexia, bulimia, depresión y ansiedad.
/Perla Chávez /
Paloma Nicole, una adolescente de 14 años originaria de Durango, falleció el pasado 20 de septiembre tras complicaciones derivadas de una cirugía estética de aumento de senos en una clínica privada. De acuerdo con su padre, Carlos Said Arellano, la intervención –de la cual su exesposa tenía conocimiento pero a él se le ocultó– estuvo marcada por una serie de irregularidades, que incluyó una presunta mala praxis que resultó en la muerte de su hija.
El caso de la menor ha generado indignación nacional y puso sobre la mesa una problemática urgente de atender: la presión social por cumplir los estereotipos de belleza que afectan particularmente a las mujeres, quienes muchas veces se sienten orilladas a cumplir con una serie de mandatos estéticos.
Tener unos kilos de más parece ser un problema, pero ser demasiado delgada tampoco es bien visto. La edad también interfiere: eres demasiado joven para unas cosas, pero ya tienes mucha edad para otras. El color de piel y la estatura tampoco se libran de los mandatos impuestos: si eres baja, falta algo, si eres alta, podría ser un exceso. ¿Cuántas veces has sentido que tu perfil no encaja con el ideal que la sociedad impone a las mujeres?
Ninguna mujer está exenta de los mandatos de la belleza femenina.
En la actualidad, las redes sociales son la mayor referencia del perfil que la sociedad impone como “belleza ideal”; todo lo relacionado con la estética del cuerpo, desde el cuidado de la piel, hasta el maquillaje, peinados y accesorios. Instagram, principalmente, está repleto de fotografías de mujeres con cuerpos “perfectos”, que muchas quisieran tener, pero cuyo deseo surge de mandatos que nos condicionan a todas.
Existe una relación estrecha entre la insatisfacción corporal y el malestar emocional en las jóvenes, que podrían derivar en otros trastornos psicológicos”
Marcela Denisse Méndez Rodríguez
Facultad de Medicina
Estereotipos
Ana Celia Chapa Romero, académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, aseguró que los mandatos de la belleza femenina se han centrado principalmente en tres aspectos: delgadez, blanquitud y juventud, que están relacionados con la alienación a un sistema predominantemente patriarcal, en el cual el valor de las mujeres es medido por su función reproductiva, que se vincula con ser jóvenes y termina una vez que esta etapa finaliza.
Asimismo, refirió que estos mandatos influyen en que las mujeres centren su identidad dentro de estándares de belleza, lo que provoca que se pierda la diversificación que tenemos como humanos.

Aceptación del aspecto físico en la adolescencia
Por su parte, Marcela Denisse Méndez Rodríguez, egresada de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, presentó, en enero de 2024, su proyecto de tesis para la obtención del título de especialista en Medicina Familiar, que lleva por nombre “Evaluación de la satisfacción corporal en adolescentes atendidos en el primer nivel y su asociación con el riesgo de ansiedad y depresión, evaluado a través de un instrumento para tamizaje de Salud Mental del IMSS”.
Este trabajo fue asesorado por las académicas Indira Rocío Mendiola Pastrana y Angélica Maravillas Estrada, adscritas a la Unidad de Posgrado de Medicina Familiar de la FM. El estudio se realizó a 164 adolescentes, 84 mujeres y 80 hombres, de entre 15 y 19 años, derechohabientes del Hospital General de Zona con Medicina Familiar 8, así como a estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria 8 y de la FM de la UNAM.
La satisfacción corporal se define como el grado de aceptación que tiene una persona al momento de evaluar su aspecto físico y se decidió estudiar esta percepción en adolescentes, “porque esta etapa se considera crítica para el desarrollo de la composición corporal”, según estipula la tesis.
Los resultados del estudio dieron a conocer que 26 adolescentes presentaron un grado de insatisfacción corporal leve, 17 moderado y 17 grave; mientras que el resto manifestó no tener esta percepción. El grupo con mayor prevalencia de insatisfacción fue el de 17 años, con un resultado del 50 % de participantes que tiene alguna inconformidad con su imagen.
Al desglosarlo por sexo, se encontró que la insatisfacción corporal severa fue más común entre ellas con 17 casos, frente a sólo 4 varones. En cambio, al evaluar a quienes no tienen esta problemática, fueron más los hombres con 62, en comparación de 42 mujeres. Es decir, existe una mayor preocupación sobre este tema por parte de ellas.
Algunos problemas de salud mental están asociados con la insatisfacción corporal, por lo que el cuestionario de ansiedad y depresión concluyó que 41 mujeres y 26 hombres estarían propensos a experimentar la primera. En cuanto a la depresión, se encontró que 31 de ellas y 31 varones presentaron la probabilidad de tener esta enfermedad. En ambos padecimientos mentales, el grupo de 18 años fue el de mayor riesgo con 66.67 % de ansiedad y 60 % de depresión.
En síntesis, aunque no se puede asegurar que es una causa-efecto, la investigación sugiere que existe una relación estrecha entre la insatisfacción corporal y el malestar emocional en la adolescencia, y que especialmente puede derivar en ansiedad en las mujeres adolescentes con insatisfacción corporal.
Los cánones estéticos impactan en nuestra identidad y autoestima, ya que la percepción que tenemos de nosotras mismas se ve influida por la evaluación que los otros nos dan, según los estándares ‘ideales’”
Ana Celia Chapa Romero
Facultad de Psicología
Los orígenes
La feminidad ha sido marcada por varios hitos. Uno de ellos ocurrió en los años 70 del siglo pasado, y fue el boom de los métodos anticonceptivos y las industrias cosmética y de la moda. Tras ello, recalcó la especialista, apareció una nueva forma de opresión, que son los mandatos de la belleza femenina, que conforman nuestras subjetividades e identidad.
Para Chapa Romero, la lucha de las mujeres les brindó la posibilidad de acceder a diferentes derechos, uno de ellos –y de los más importantes– fue el ingreso masivo al trabajo asalariado, por lo que una forma para frenar o contraponerse a ello fue centrar la atención y preocupación de ellas en su aspecto físico.
“En décadas pasadas, los valores de la belleza estaban relacionados con el cuidado de los otros, principalmente el de la familia, ya que esta acción resaltaba su bondad, ternura, sacrificio y amor sin condiciones”, agregó la académica.
Además, declaró que el canon de belleza ha cambiado a través de la historia, no sigue un único modelo, y se relaciona con los valores de las épocas, clases sociales y otros aspectos. Hoy en día esto impacta en nuestra identidad y autoestima, ya que la percepción que tenemos de nosotras mismas se ve influida por la evaluación que los otros nos dan, según los estándares de belleza “ideales”.
Chapa Romero añadió que esta valoración ha generado la proliferación de distintas industrias enfocadas en la belleza, como la de las cirugías estéticas, además de los llamados “productos milagro”, que prometen belleza y juventud a toda costa.
“Los estándares exigen que los cuerpos sean de determinadas medidas y delgados, es decir, que no reflejen los años, ni todas las etapas que atraviesan las mujeres, como los embarazos”, mencionó.

Consecuencias
Para Chapa Romero, los mandatos de la belleza femenina provocan graves consecuencias en las mujeres, los más frecuentes son la insatisfacción o dismorfia corporal, que puede generar trastornos de la conducta alimentaria: anorexia o bulimia, además de malestares emocionales tales como depresión y ansiedad.
“Esto se debe a que las mujeres están vigilando constantemente su aspecto físico, es una continua repetición de pensamientos en torno a no sentirse suficientes, por lo que buscan otras alternativas”, sostuvo.
La también investigadora precisó que el cumplimiento de las mujeres con los estándares de belleza, implica altos costos, derivados de dietas estrictas, ejercicio en exceso o incluso cirugías estéticas, con el propósito de retrasar algunas etapas de su vida como la menopausia o la vejez.
La insatisfacción corporal también se puede originar desde la infancia, cuando a las niñas se les hacen comentarios como “te ves gordita”, “estás bonita”, “si cambiaras tu vestimenta te verías mejor”. “A consulta han llegado niñas de 9 años que han referido que desde más pequeñas han recibido este tipo de juicios, por lo que se sienten avergonzadas y humilladas, y comenzaron a tener episodios de atracones de comida o que dejaron de alimentarse por muchas horas”, constató la académica.
Por ello, recalcó que es importante que la autoestima se piense como un tema colectivo y no individual. En este sentido, el Estado debe garantizar la salud de las mujeres, una alimentación adecuada, una vida libre de violencia, derecho a la educación, recursos económicos, sociales y culturales, que son aspectos que fortalecen su valía.
Los mandatos de belleza atraviesan a hombres y mujeres. Sin embargo, tienen más peso en ellas, debido a que los varones, por ejemplo, tienen más fuentes de reconocimiento como su inteligencia y carisma; también son distinguidos por su poder económico.
“Es importante diversificar las narrativas en torno a la valía de lo que es femenino, para que desde la infancia cuenten con referentes en redes sociales, los medios de comunicación y la publicidad de mujeres no solamente en estéticas, con cirugías, sino de diferentes cuerpos, estilos, color de piel, estaturas y tallas, porque así somos las mujeres reales”.
Los medios y las redes sociales nos tienen muy presionadas con la forma en que debemos vernos”
Hilda Martínez González
Testimonio
Hilda Martínez González recordó que hace diez años, cuando tenía 14, comenzó a tener problemas de anorexia, los cuales se originaron a partir de una consulta con una nutrióloga. En su primera cita, la especialista le dijo: “Estás obesísima, así nadie te va a querer”.
Por ese hecho, Hilda mencionó que, desde entonces, comenzó a dejar de comer y a hacer dietas extremas. Había días en los que su única comida era un chayote, y evitaba tomar agua “porque creía que me iba a hinchar. Incluso yo controlaba todas las compras en mi casa para que adquirieran comida que, según yo, no me haría engordar”.
En “la escuela sufrí mucho bullying por mi peso, tanto por parte de los alumnos como de los maestros, quienes les seguían el juego. En mi casa comenzaron a preocuparse cuando se dieron cuenta de que, para no ingerir la comida, la lanzaba por la ventana”, indicó.
Esto provocó que terminara en el hospital, “donde me dieron el diagnóstico de anorexia. Cuando me dijeron eso, lo único que pensé fue en quererme morir. Entraba y salía del hospital porque estaba muy mal, pesaba 37 kilos”, narró.
“Una de mis recaídas fue cuando me diagnosticaron también bulimia. No vomitaba, pero lo que lo provocó es que en un día tomaba hasta 15 laxantes, hecho por el cual mi estómago actualmente está muy dañado. En ese tiempo dejé de menstruar, perdí mucho cabello y hasta mis uñas”.
Rememoró que, en una ocasión en la que le hicieron estudios médicos, le mencionaron que su corazón estaba pequeño y estuvo en riesgo de sufrir un infarto.
Sin embargo, “la parte emocional también era muy difícil. Verme todos los días al espejo y pensar si mi ropa me iba a quedar es una situación que hasta la fecha me deprime mucho. En este aspecto, considero que los medios y las redes sociales nos tienen muy presionadas con la forma en que debemos vernos las mujeres”, comentó.
“Desde hace diez años me atiendo con diferentes especialistas: psiquiatras, nutriólogos… aunque ya son citas más espaciadas, no como antes, que vivía en el hospital. Esta enfermedad cambió mi vida. No pude disfrutar de varias etapas por estar en hospitales, me perdí de clases, amigos, convivios… en general, mi vida se pausó”.
Comenzó a atenderse de forma estricta “cuando le dijeron a mi mamá que ya no tenía muchas probabilidades de vivir, lloró demasiado y entonces entendí que estaba haciendo sufrir a toda mi familia. Ahí comprendí que la comida no es mala”.
Por último, recomendó a otras jóvenes: “Estas enfermedades te cambian la vida, son como un infierno. Siempre sean ustedes mismas, no tomen en cuenta las opiniones de quienes las quieran juzgar. Hay que aceptarnos como somos y querernos así, que nuestro valor no dependa de cómo nos vemos”.
Gace
Gaceta UNAM












