** Sobremesa.
/ Lourdes Mendoza /
Hace apenas unos meses que Andrea Zorrilla compartió valientemente su historia al mundo, explicando con sensibilidad lo que fue haber sufrido una violación por quien había sido su novio y el daño emocional (depresión, ansiedad, estrés postraumático) que esas agresiones conllevan.
La revictimización
Para quien afortunadamente no conoce a nadie que haya denunciado por violencia sexual, vale la pena tener una idea de lo que significa denunciar para una víctima.
Denunciar significa: contar lo que ocurrió una y otra vez, pero no sólo es contar su historia traumática, es tener que contar con lujo de detalle cómo pasó la violación, abrir su intimidad a un desconocido.
Ese desconocido muy pocas veces escucha con empatía a la víctima y mucho menos brinda algo de contención y se limita a escribir en la computadora todas las palabras que la víctima va narrando… palabras.
Sí, para la persona que hace su trabajo son sólo eso, palabras, pero para cada víctima significa dolor, vergüenza, trauma.
La víctima tiene que contar su historia con diversas personas y en diferentes espacios (y en muchas ocasiones tienen tan poca privacidad que están a sólo un metro de la otra víctima que está contando su historia, igualmente dolorosa y traumática).
Además, tiene que pasar revisiones médicas y psiquiátricas; horas y horas de su tiempo y, sobre todo, un desgaste emocional brutal.
Cada cita para completar el expediente significa que la víctima pasará días o semanas posteriores a la visita a la fiscalía lidiando con un incremento en los síntomas de estrés postraumático; es decir, pesadillas, sobresaltos, ataques de pánico de la nada, ansiedad generalizada, depresión.
En medio de todo eso, tener que arreglárselas para seguir con su vida, sus estudios, trabajo, etcétera.
Por eso es entendible que sólo 2 por ciento de los delitos sexuales se denuncie y, peor aún, porque esas mujeres valientes que denuncian se enfrentan con que su esfuerzo no valió la pena. ¿Por qué? Porque sólo cinco de cada 100 denuncias llegan a sentencia.
¿De qué sirve tanto presupuesto que se gasta en capacitaciones?, si todavía hay tantos jueces y magistrados que siguen sin entender que las mujeres tenemos derecho a que se nos juzgue con perspectiva de género, y siguen utilizando argumentos misóginos, por decir los menos: que estabas tomada, vestías provocativamente, era tu novio, tú accediste a ir, etcétera, argumentos que revictimizan y no tienen validez legal.
Mientras el sistema de justicia esté plagado de corrupción y abuso de poder, mientras siga siendo un patriarcado opresor, las mujeres seguiremos alzando la voz y gritando hasta exigir la justicia que nos corresponde.
El sistema le falló
A pesar de que Andrea llevó a cabo la denuncia en contra de Gerardo “N” por violación, y el juez Carlos Cuevas lo vinculó a proceso, tras apelar, y en menos de 24 horas de conocer el caso, el magistrado Raúl Ayala Casillas lo dejó en libertad. Así de increíble o de trágico e impune. Pero no sólo eso, además, casualmente salió en la madrugada del 25 de septiembre de 2021; sí, pareciera que fue en lo oscurito.
Ante ello Andrea presentó un amparo y lo ganó, al reconocer que hay elementos válidos suficientes para pedir que el agresor regrese a afrontar el juicio.
Mañana, 9 de junio, los magistrados de un tribunal federal tendrán que decidir si se mantiene el amparo y se sigue el juicio o no y el agresor, Gerardo “N”, quedaría sin afrontar ninguna consecuencia legal por sus actos.
Ojalá los magistrados demuestren que en México, en medio de la impunidad, también hay quienes sí juzgan conforme a derecho, y también hay casos donde prevalece la justicia.
¿Por qué los chavos cuando toman, no matan?
Porque saben que hay consecuencias, que es un delito. Entonces, ¿por qué cuando toman, sí violan? ¿Qué parte no les queda claro que es un delito? Pues que raramente sufren las consecuencias. Así de fuerte y de grave.
“Hoy levanto la voz”
“Por mí y por todas aquéllas que no pueden. Por todas aquéllas que siguen en silencio. Por todas las veces que me dijeron ‘no vale la pena’. Por todas las veces que me dijeron ‘no te van a creer’. Por todas las mujeres que han sentido el mismo dolor. Por la gente a quien pedí ayuda y decidió ver a otro lado. Por la gente que me dio la mano y me impulsó a luchar. Por una sociedad más consciente. Por no volver a juzgar a quien no conoces su historia. Por un cambio. Porque juntas somos más fuertes. Porque yo sí te creo. Porque ya no te tengo miedo”. Andrea Zorrilla.
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