** La Encerrona.
/ Adriana Sarur /
“[…] Se tiene conocimiento de que había mucha gente obligada a manifestarse, porque la directriz es clara de no enfrentar la violencia con más violencia” Rosa Icela Rodríguez.
En mi entrega anterior comenté de los disturbios en Francia, quienes siempre se han caracterizado por defender sus derechos sociales y civiles. En nuestro país, también son habituales las manifestaciones, sobre todo en la capital, sede de los Poderes de la Unión, sin embargo, a diferencia del país galo, aquí la marcha es realizada por integrantes del gremio agraviado, es decir, en la mayoría de las manifestaciones, no trasciende a la sociedad en su conjunto. Empero no todas las marchas son deseables, legales ni legítimas.
Nuestro ejemplo más cercano es el ocurrido en la capital del estado de Guerrero. El lunes se manifestaron más de 2000 personas, tomando las sedes del Ejecutivo, Legislativo y Fiscalía del estado, además de bloquear la carretera del Sol, por si fuera poco, también fueron apresados como rehenes 13 funcionarios públicos, entre ellos policías estatales y agentes de la Guardia Nacional, se apropiaron del camión blindado “Rhino” y vandalizaron tiendas de conveniencia y otros comercios en la ciudad de Chilpancingo. ¿La causa? Exigir al Estado (sí, al Estado) la liberación de dos líderes del cártel denominado “Los Ardillos”, Jesús Echeverría Peñafiel, aprehendido el 5 de julio en Petaquillas y Bernardo Chávez.
Para sumarle a este terrible suceso, se informa que la movilización, manifestaciones, toma de establecimientos y carreteros, fue realizado por este grupo del crimen organizado por la vía de las amenazas a la población, no como un simple acarreo, sino bajo la premisa de “plata o plomo”, es decir, a aquella parte de la población que se resistiera se les iba a cobrar “derecho de piso” o, en su caso, amenazas físicas y psicológicas. No sabemos si alguno de los manifestantes, más allá de los involucrados en “Los Ardillos”, asistió de manera voluntaria, si fue así, incrementaría la deformación social y la forma de relacionarse con el crimen organizado.
Una máxima en ciencia política es que -los vacíos de poder se llenan rápidamente-, lastimosamente, estos vacíos suelen ocuparse por poderes fuera de la legalidad. Las manifestaciones de Guerrero son una prueba de ello, al crimen organizado no le interesa más cuidar las formas, no le importa ser visto e incluso, embestir al propio estado. Ellos, “los malos”, aludirán a que ninguno de los gobiernos en turno ha volteado a ver a la sociedad, que los han llevado a la pobreza y que solo los requieren en tiempos electorales. Quizá sea cierto y es donde tenemos que poner toda nuestra atención, porque lo de Guerrero puede replicarse en otros territorios en el país.
Sin embargo no solo es esto, es una pérdida de confianza en la democracia y en el Estado, la ruptura máxima del tejido social. Tomar los Poderes de la entidad guerrerense, secuestrar policías y funcionarios públicos y arremeter contra el Estado, envía un mensaje de poder hacia Palacio Nacional y hacia el mundo. En esta ocasión no solo fue mediante la fuerza y sus armas, lo hicieron junto con la sociedad. Si se quiere recuperar el orden y respeto como gobierno se debe intervenir de manera estratégica y eficaz. Recuperar el vacío de poder y, sobre todo, restablecer la cercanía con la sociedad, brindar certezas y oportunidades que hoy, quien lo ofrece es el bando contrario, sin cortapisas, el crimen organizado.