*José Juan Reyes / Cultura UNAM.
En sus novelas, cuentos y ensayos, la escritora argentina Luisa Valenzuela explora la opresión, la violencia y la lucha por la libertad individual y colectiva en contextos latinoamericanos marcados por la dictadura y la desigualdad.
Su obra se ha traducido a más de 20 idiomas y ha recibido numerosos reconocimientos internacionales, entre los que se cuentan el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en Idioma Español 2019 y el Premio Nuevo León Alfonso Reyes 2023.
Este lunes 24 de febrero, la autora recibirá un homenaje en Casa Universitaria del Libro (Casul), que incluirá la entrega de su obra publicada a la Biblioteca Casul de Escritoras. Además, en dicho recinto de Ciudad de México conversará con Sandra Lorenzano y Roberto Domínguez Cáceres sobre su trabajo literario y con Odette Alonso acerca de su relación con Cuba.
Por su parte, Renata Wimer, en el cello, y Babou Diébaté, en la kora, interpretarán piezas musicales relacionadas con la trayectoria y la vida de la autora.
Si bien el llamado “boom latinoamericano” fue un fenómeno literario que surgió entre las décadas 60 y 70, que consistió en el afloramiento de su narrativa, con obras que se difundieron por todo el mundo, convirtiendo a sus autores en iconos de la literatura, Valenzuela se considera a sí misma parte de una etapa posterior al boom, en la que su trabajo se ha convertido en un referente, así como en una voz crítica y transgresora.
Valenzuela se distingue por un estilo único, marcado por la mezcla de géneros, la experimentación formal y el uso del lenguaje como herramienta de crítica social. Su escritura desafía constantemente los límites de la narrativa y la percepción, explorando con audacia la sexualidad, la política y la identidad.
El compromiso político y social es evidente en la obra de Valenzuela. No se limita a describir la realidad, sino que la desmenuza y la reconstruye a través de un lenguaje provocador, jugando con la ironía, el humor negro y el surrealismo. En entrevista, la autora describió así su proceso creativo: “Cada libro que escribo es una nueva experiencia, como si empezara de cero, sin poder valerme de las vivencias previas. Me sumerjo en aguas desconocidas y sólo me mueve el impulso de ir descubriendo aquello que quizá vaya a ser dicho a través de mí. Y así van surgiendo aperturas a la trasgresión o la ruptura. Pero todo es tan involuntario y aleatorio que mi trabajo más experimental resulta ser El gato eficaz, escrito a fines de los 60. Cierto es que siento real afinidad con la frase de Todorov, cito de memoria: ‘toda novela aspira a ser un espécimen que modifica la especie’”.
La autora reconoció la influencia del boom latinoamericano en su formación, pero también destacó la necesidad de buscar su propia voz: “Creo que el boom, con todas sus falencias, fue realmente una eclosión y una apertura que, centrada en la Revolución cubana, se abrió a nuevas expresiones, y pudo decir aquello hasta entonces reprimido. Abarcó a América Latina en su conjunto, hermanando mundos literarios que parecían evolucionar por separado. Me crie con los clásicos de la literatura argentina: Borges, Sábato, Mallea, en las tertulias de mi madre, la escritora Luisa Mercedes Levinson. Y vino la otra ola que para mí fue un tsunami, por lo que había que apartarme de ambas corrientes, nadar entre dos aguas, encontrar mi propia voz. Si no, ¿para qué escribir?”.
Su trabajo se ha caracterizado como un legado fundamental para entender la realidad de la región e inspirar a nuevas generaciones de escritores a desafiar los límites del discurso, a luchar por un mundo más justo.
“Me costó dar el paso de la literatura pura a la que habla de política, entender que ese tipo de escritura no es de opinión, como puede ser el periodismo, sino de descripción. Implica permitirse desatender las etiquetas y sobre todo descreer los mensajes propiamente dichos. Para lograrlo es recomendable, sin lugar a dudas, frecuentar la buena literatura, los clásicos más actuales, para aprender a captar lo que queda dicho entre líneas, lo que el lenguaje devela a la vez que oculta. Ejercicio vital para no dejarse engañar por las redes sociales, las noticias falsas, la llamada posverdad, que de verdad no tiene nada. Y escribir en consecuencia: no como dueños o dueñas de una respuesta, sino como quien indaga, cuestionando”.
En cuanto a sus proyectos futuros, continúa explorando nuevos caminos: “Acabo de terminar un libro de ensayos con reflexiones sobre la escritura que me dejó contenta, pero no tan exaltada como si hubiese escrito una obra de ficción. Se trata de una serie de ensayos narrativos alrededor de un tema que me obsesiona y no tiene respuesta: ¿De dónde vienen las historias?”, compartió.
“Me refiero a esas que, a partir de una frase, empiezan a surgir de nuestras manos (pluma o teclado) para irse conformando con toda lógica, frase tras frase. Porque escribo sin mapas, sin un claro argumento previo”, concluyó.