/ Denise Dresser
La imagen lo dice todo. Claudia Sheinbaum, hace unos días, corriendo detrás de la comitiva presidencial que camina por la calle, dejándola atrás. Apresura el paso y da pequeños saltos, para poder estar cerca de López Obrador y su círculo cercano. Quiere ser vista y reconocida como “corcholata”. Quiere que se le perciba como tal. La niña aplicada que emula a su mentor, tratando de convertirse en una calca al carbón del hombre al que admira. Hablando como él, haciendo giras como él, comiendo como él, asumiendo posturas idénticas a las de él. Y ahora, en el nuevo escándalo de la Línea 12, mintiendo abiertamente como lo hace AMLO a diario. Él niega datos, ella niega peritajes. Él cuenta teorías conspiratorias, ella las reproduce. Pero lo que a él le suma puntos políticos, a ella se los resta. Al rechazar el informe de la empresa noruega sobre el Metrogate, se ha vuelto la pequeña Claudia.
Tan grande al validar la participación de DNV cuando el primer peritaje la exonera, y tan pequeña al amenazar con demandarla cuando el tercer peritaje la inculpa. Claudia de peso pesado al ensalzar el profesionalismo de los especialistas, y Claudia de peso pluma al esconder su último informe. Antes grande y ahora chiquita. Escondiéndose detrás de la cantaleta tan conocida, pero no por ello menos insultante para la inteligencia: una compañía vinculada con el PRIAN, asociada con la oposición, en contubernio con “Mexicanos A Favor de la Corrupción”, todos financiados por Claudio X. Sólo le faltó decir que el director de una compañía con más de 160 años de operación, y reconocida mundialmente, forma parte de una red de espionaje financiada por la embajada de Estados Unidos. Sheinbaum busca minar la credibilidad del mensajero para minimizar el mensaje. Quiere ensombrecer la reputación de quien la obligaría a rendir cuentas, para no tener que hacerlo.
Para que el colapso de la Línea 12 no derrumbe su aspiración presidencial. Para que no enfrente consecuencias políticas, administrativas, civiles, penales y éticas. Para que nos olvidemos de los nombres de Nancy y Bernarda y Bryan y Tania. Su objetivo es proveer una “historia oficial” de responsabilidades diluidas o incognoscibles, para después darle carpetazo, como lo ha hecho gobierno tras gobierno antes de ella, tan diferentes pero tan iguales. Dejando en la impunidad la Guardería ABC. Abandonando a Israel Vallarta. Tapando el caso del Hospital de Pemex. Borrando lo acontecido en Tlahuelilpan. Posponiendo la verdad en Ayotzinapa. Porque en todos esos “accidentes” o “montajes” o “tragedias”, y especialmente en el Metrogate, no se llega a la verdad debido a una sencilla razón: “Ellos se están disputando la grande: la presidencia del país”, como escribe Icela Lagunas en Línea 12: Crónica de una tragedia anunciada.
Ellos y ellas, parte de un entramado político y partidista cuyo objetivo es mantenerse en el poder y llegar a su ápice. Ellos y ellas, detrás de decisiones erróneas, contratos cuestionables, prisas letales, pernos inexistentes, mantenimiento que no ocurrió o se hizo mal. Marcelo Ebrard, Enrique Horcasitas, Carlos Slim, Mario Delgado, Miguel Ángel Mancera, Claudia Sheinbaum, Florencia Serranía. Los culpables tienen nombre y apellido, como quienes murieron aplastados por una mole de hierro, o no podrán volver a caminar por el daño que les provocó. Familias que aceptaron pequeñas compensaciones a cambio de grandes silencios.
Sheinbaum se protege a sí misma pero también protege la alianza entre el plutócrata y el Presidente. Slim ha logrado evadir el escrutinio y las sanciones a pesar de lo que se sabe. Grupo Carso fue advertido por omisiones e irregularidades cometidas en la construcción. Alteró fotografías para esconder la falta de varillas, inconsistencias en la fabricación de materiales para las trabes, y pernos faltantes. Desapareció la bitácora del día a día de la obra, donde mucho estaba documentado. Aun así, sigue ganando contratos en las obras preferidas del Presidente. Persiste gracias a la protección del hombre apoltronado en la silla presidencial, y la mujer que aspira a sentarse ahí. Porque todos los involucrados piensan que las muertes le salieron baratas. Y porque Claudia Sheinbaum aún no entiende cuán pequeña se ve -parada con los brazos en alto- tratando de ocultar los escombros del Metro, junto a las ruinas de su autoridad moral.