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/ Por Marisol Escárcega*./
En el Día del Padre es común que muchas madres señalen que han sido madres y padres de sus hij@s. Argumentan que, pese a la ausencia de la figura paterna, ellas han fungido como tales, pero ¿es correcta esta afirmación? No.
Han sido madres, mientras el padre de sus hij@s es un desobligado que no se hace responsable de todo lo que implica la crianza de otra persona. Las mujeres que crían solas a sus hij@s son mujeres explotadas por el privilegio de hombres que las embarazan y luego con cualquier pretexto desaparecen sin pena alguna.
En el país, al menos 4.18 millones de mujeres, es decir, 7% de la población son madres solas, y pese a que 75.2% de ellas forma parte de la población económicamente activa, esto no se traduce necesariamente en ingresos dignos.
Justo en esta realidad se ubica la película Harta, recién estrenada en Netflix que, más allá del drama cinematográfico, refleja una verdad que no queremos ver: las madres que crían solas a sus hij@s son constantemente explotadas, están en desigualdad social, económica, educativa y de género y no se diga de la carga mental y física.
Harta es un grito desesperado sobre el silencio de millones de madres solas en el mundo. La mayoría de ellas (70.1%) tienen dos hijos, mientras 20.4% tienen entre tres y cinco hijos. Si una cría implica un esfuerzo sobrehumano, ahora imagínense dos, tres o más.
Las madres como Janiyah Wilkinson, personaje principal de Harta, enfrentan dificultades económicas y de vivienda, la constante sensación de estar fallando como madres, están solas, tienen precariedad laboral o muchas de ellas tienen dos o más trabajos donde les pagan una miseria que no les alcanza para lo esencial, no tienen seguridad social y tampoco encuentran empatía o comprensión de sus jef@s o compañer@s, además de todo lo que implica maternar solas.
Cuando terminé de ver la película me quedé con mucha indignación, repito, lejos del drama que siempre envuelve al cine, la historia de Janiyah es la historia de muchas madres que están cansadas, pero que no pueden detenerse, porque, literalmente, están solas.
En la película, hay un momento en el que Janiyah grita “a mí nunca me han cuidado”, me recordó mucho al personaje de Precious cuando comparte que el amor nunca hizo nada por ella, salvo violarla, golpearla y enfermarla.
Las madres necesitan cuidados. Necesitan saberse acompañadas, de alguien con quien puedan desahogarse, llorar, gritar, reír. Necesitan parar y también aceptar que no pueden solas y que hacerlo no es sinónimo de fallar como madres.
Y es que maternar solas es muy cansado, estoy segura que cada un@ de ustedes conocen un ejemplo, alguien en sus familias, en la colonia donde viven, una amiga, una compañera de trabajo. Mujeres que tienen que ingeniárselas para sacar adelante a sus hij@s, que no tienen descanso, porque no tienen una red de apoyo que las cuide.
Siempre digo que las circunstancias de cada una son diferentes y argumentar “si quieres, puedes” es sumamente irresponsable, porque no es así. Se habla desde el privilegio de contar con casa propia, con pareja, con niñera, con suficientes recursos para pagarle a alguien más para que cuide a es@s hij@s, que realice las labores domésticas, que cocine y vaya por ell@s a la escuela y demás actividades… pero ¿qué pasa cuando no tienes nada de eso?
Como Janiyah, miles de madres crían solas a sus hij@s y se enfrentan a la precariedad en todos los sentidos y aun así ¿cuántas veces hemos juzgado a las madres que dejan encerrados a sus hijos, a las que siempre llegan tarde a recogerl@s o las que no llegan a las actividades porque están trabajando?
No son madres y padres. Las madres que maternan solas se parten en mil pedazos para darle lo necesario a sus hij@s, mientras que por ahí existen padres irresponsables que andan como si nada, comiendo, durmiendo y viviendo sin preocupaciones.