Madres buscadoras. Una historia de lucha cruenta, injusta y dolorosa.

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/ Por Patricia Herrera Gamboa* /

Desde el fondo del desgarrador dolor de una madre que pierde a un hijo, herida que infringe una ley natural, sobre que ninguna madre debería sepultar a un hijo, desde ese inmenso dolor que invade a miles de mujeres sin importar la causa de su muerte. Pero si a eso sumamos el dolor quemante de la duda, sin un cadáver, ni sepulcro donde llorar, el dolor se vuelve descomunal, y es que no cualquier persona tiene el valor y coraje para buscar en el anonimato, con sus propias manos, uñas y dientes a sus hijos, sin importar los medios y los obstáculos de los sordos y los mudos, de leyes indiferentes que han olvidado el valor de una vida.

Según las últimas estadísticas, aquellos grupos invisibles con el paso de los años y el aumento desmedido de la violencia, se han vuelto visibles, creando colectivos existentes desde aproximadamente la década de los 60; en aquel entonces la búsqueda era de presos perseguidos, desaparecidos o exiliados políticos en México, posteriormente se han ido uniendo diversos grupos colectivos o movimientos de madres y familias buscadoras en concordancia con la Ley General en materia de desapariciones en México concebida en 2018, no sólo en la Ciudad de México, sino también en otros 24 estados, incluso algunos de Centroamérica.

En una importante labor grupal y de cadenas unidas de personas y empresas, las estadísticas arrojan que aproximadamente estas madres y familias buscadoras han logrado encontrar a 1,230 personas sin vida en fosas clandestinas y han localizado a mil 300 personas con vida en distintas partes del país, avaladas por el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas que a finales de 2022 sumaba la apabullante cifra de 107 personas. ¿Pero y en qué condiciones lo han logrado? Muchas veces sufriendo maltratos, vejaciones, persecuciones y venganzas, en las que ellas mismas u otros familiares han perdido la vida, esta situación debería de ser lo más humillante y vergonzoso para el gobierno de cualquier país, delegando en un grupo de mujeres solas, su absoluta responsabilidad.

Y es que es difícil imaginar a una madre caminando entre la tierra y basura sin los instrumentos adecuados de equipo básico, iluminación, rastreo, protección física, tanto por riesgos a la salud como por riesgos de emboscadas sin auxilio policial, consiguiendo con sus propios medios algunas herramientas o ayuda de personas solidarias. Cuántas se habrán enfrentado a mirar cuerpos en descomposición, imágenes comúnmente para forenses, lamentando o agradeciendo que no sea su propio hijo, expuestas a contraer enfermedades y contagiar a familiares, incrementando su dolor y desesperación.

Este panorama no debería ocurrir en ningún país sin que las autoridades tomaran cartas en el asunto en lugar de hacer caso omiso, con discursos distorsionados en promesas incumplidas, situación lamentable de la realidad que impera en nuestro país.

Aun así, la lucha de estas ejemplares mujeres continuará, y al menos hoy en día existen varias organizaciones que se van uniendo como el Comité de la ONU contra la Desaparición Forzada que presentó en México una iniciativa para revisar la Ley General en la materia, o bien movilizaciones como la marcha de la Dignidad Nacional que se realiza desde hace 13 años, prácticamente en todo el territorio nacional, por mencionar algunas.

Pero también debe ser la sociedad civil mexicana, los medios masivos de comunicación atentos para levantar la mano y apoyarlas, desde nuestras trincheras y también alertando a nuestros propios hijos a mantenerse informados en situaciones o lugares que pongan en riesgo su integridad. Sirva este texto con admiración y respeto, como apoyo solidario para estas mujeres.

*herrerapat@yahoo.com

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