*Análisis Sin Fronteras.
/Ana María Salazar/
Probablemente la señal más clara de que el actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, tendrá que considerar una salida negociada o morir en el intento, es su insistencia de que los venezolanos dejen de usar redes sociales como X y WhatsApp.
Habría que agregar a la ridícula ironía Bolivariana, Maduro anunció que cancelaría el uso de la red social X, por 10 días en Venezuela, mediante un mensaje publicado en la ahora prohibida red social de: “¡Fuera X por #10Días de Venezuela! En nuestro país hay Constitución, Ley, Instituciones y Estado. 10 días para que presente sus recaudos. Qué se acaben los planes en redes para sembrar violencia, odio y de atacar a #Venezuela desde el exterior. El #PuebloVenezolano merece respeto”, publicó el cuestionado presidente. También Maduro usó su cuenta de X para deslindarse del demonio de WhatsApp: “¡Si te he visto no me acuerdo! Estoy libre de #WhatsApp, el imperialismo tecnológico que ataca #Venezuela”.
Este es el problema de prohibir o limitar el ‘imperialismo tecnológico’ para limitar el uso de redes sociales, y así controlar información negativa o peligrosa para su gobierno, reduce una avenida más para comunicarse con sus seguidores. Y es una señal más de la desesperación de Maduro y cómo estaría perdiendo control porque si algo hemos aprendido del ‘imperialismo tecnológico’ es que es muy difícil de controlar. Si eres opositor de Maduro encontrarás cómo informarte y ‘conspirar’ para terminar con el régimen. Y por más que trate Nicolás Maduro y su equipo de hampones de controlar el flujo de información hacia el exterior de las atrocidades en contra de la población, es demasiado tarde.
Aunque la autoridad pudiera presentar las actas que demostraran que Maduro ganó las elecciones, simple y llanamente no será suficiente para que Maduro justifique las amenazas y la violencia que está ejerciendo en contra la población. Y por más que trate de esconder su autoritarismo y el robo de las elecciones, esto ya está documentado lo suficiente y resultará en su salida.
Maduro perdió y decidió quedarse haciendo uso de la fuerza y la violencia en contra de una población cansada y la comunidad internacional que busca su salida.
Maduro tiene que decidir si corre el riesgo de quedarse en el poder y esperar los resultados electorales en Estados Unidos donde él, sus familiares y otros personajes de su círculo cercano son investigados por narcotráfico, con una recompensa de millones de dólares. Seguramente no pueden borrar la imagen del expresidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, esposado, extraditado a Estados Unidos y condenado por narcotráfico en Nueva York. Enfrenta, al menos, 40 años de prisión. Eventualmente Maduro tendrá que ceder el poder y la posibilidad de que sea extraditado o entregado a Estados Unidos lo perseguirá el resto de su vida.
Después del robo de las elecciones y la violencia en contra de la población, ahora enfrenta la eventualidad de que se gire una orden de captura por la Corte Penal Internacional (CPI), uniéndose al club de Vladimir Putin y Benjamín Netanyahu, ambos con investigaciones y órdenes de captura, que limitan sus viajes a un número de países que no reconocen la jurisdicción de la CPI.
El apoyo de las Fuerzas Armadas es lo que mantiene a Maduro en el poder. Pero este apoyo puede flaquear rápidamente cuando Vladimir Padrino López, el Ministro de Defensa (quien también tiene una recompensa y orden de aprehensión por parte de Estados Unidos), exija que sus soldados detengan, abusen y asesinen a la población. Cualquier solución a la crisis en Venezuela tiene que incluir facilitar desobediencia, ‘manos caídas’ de las tropas, y garantía de su integridad física y la de sus familias.
Y la solución de la crisis tiene que incluir facilitar la salida de Nicolás Maduro y su familia a un país que garantice que no será extraditado a Estados Unidos o que tenga que enfrentar un juicio en la CPI.
Y ese país podría ser México. De hecho, hace algunas horas la líder de la oposición, Corina Machado, le hizo un llamado al presidente Andrés Manuel López Obrador para que interviniera y que convenciera a su amigo Nicolás Maduro que acepte negociar con la oposición. Porque López Obrador va de salida, probablemente es el único líder que podría garantizar su integridad física, y enviar, de nuevo, un avión de la Fuerza Aérea Mexicana a rescatar otro líder autoritario.
Esta solución huele feo, pero evitaría un baño de sangre y propiciaría una transición pacífica para Venezuela. Para Andrés Manuel López Obrador podría ser una medallita más para su legado histórico en el partenón de la izquierda latinoamericana.