Sin tacto.
Por Sergio González Levet.
Tienen en el ISSSTE un bonito decálogo para los empleados que dan atención al público en el que ofrecen un trato amable, dar información oportuna a los derechohabientes y otras linduras por el estilo.
Es una decena de las mejores intenciones (ésas que tienen empedrado el camino al infierno), pero en la Clínica que está ubicada en la zona de San Bruno en Xalapa no se cumplen de ninguna manera.
Cuento el caso de un paciente que acudió a su consultorio familiar y resultó que necesitaba atención de un especialista. Ahí le extendieron una orden y le indicaron que se presentara con la Subdirectora Médica, una supuesta doctora Edna Andrade Pinos, a las 8 de la mañana del miércoles 30 de diciembre.
Nuestro paciente llegó puntual y después de estar un rato razonable afuera de la oficina, frente al escritorio vacío en donde no estaba la secretaria, se acercó al interior y ahí encontró a la empleada, quien le dijo que la doctora “no tardaba en llegar”, que aguardara.
Ese “no tardaba” duró más de dos horas, pues la señora Andrade se presentó hasta las 10:22 am. Todos esperaban ver a una doctora vestida como tal, pero en cambio se apersonó una persona con el pelo pintado de rojo (rojo “téibol de cedro”, según le llaman en las Mueblerías Vázquez), con un pantalón fiestero y ajustado, botas con tacones de cuando menos 20 cm y un abrigo digno de un baile de graduación de la Prepa Juárez. Y, además, contra toda la normatividad ¡no llevaba cubrebocas!
Llegó, sin voltear a ver a quienes la esperaban entró a su oficina. Salió de ella a los cinco minutos y se metió en otro espacio junto, en donde tuvo una larga plática con su asistente, un tal doctor Calderón Valera, después estuvo hablando largamente por teléfono y finalmente se fue, sin atender a nadie.
El asistente y otra doctora cuyo nombre no fue registrado empezaron a dar atención (si así se le puede llamar) a los pacientes, todos ellos personas de la tercera edad, y con malos modos fueron despachando los asuntos pendientes.
Es obvio que varios de ellos estaban desesperados y molestos por la larguísima espera, y sus sentimientos se enconaron más con los malos tratos que estaban recibiendo, hasta que uno de ellos les empezó a reclamar.
La llamativa doctora regresó momentáneamente, y cuando vio que había un problema, optó por hacerse la desaparecida.
Ante la pésima atención, uno de los pacientes optó por ir a las oficinas de la Avenida Orizaba a poner una queja.
Y mire usted lo que son las cosas: ahí se encontró a un funcionario inteligente y atento, el doctor Óscar Ochoa, Director de la Unidad de Medicina Familiar de Xalapa, quien tomó nota del problema y prometió intervenir de inmediato.
Con todo comedimiento, explicó al quejoso que su jefe inmediato, el doctor Juan Carlos Chávez Quiroz, Director General de la Clínica-Hospital de Xalapa, ha puesto especial interés en que se dé una atención justa y amable a todos los pacientes.
Así, nuestro quejoso salió convencido de que el trato mejorará, y que los pobres pacientes que tienen que acudir a la clínica de San Bruno en Xalapa ya no tendrán que soportar los malos modos de la aparente doctora Edna Andrde y del muy grosero doctor Calderón.
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