“Mamá luchona”: la burla a las madres solteras

Testigo Púrpura / Alba Valdez/

Ser mamá soltera para Magali Vázquez, cuando apenas tenía 16 años, no fue nada sencillo porque además de educar, mantener y cuidar de sus dos hijos sola, ha tenido que escuchar las críticas de sus familiares, conocidos y amigos, por no tener una familia tradicional.

El esquema único de una familia, para muchos, sigue siendo donde hay un papá, una mamá e hijos; sin embargo, en Veracruz, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares 2016 realizada por el INEGI, el 15.90 por ciento de los hogares son encabezados por madres solteras. En esta cifra se encuentra Magali.

“Que me digan mamá luchona ahora ya no me hace sentir mal, ya ni siquiera me enojo, porque yo sé que de verdad es una lucha de todos los días educar y alimentar a tu hijo sola”, comenta Magali.

“Al principio sí me sentí mal, todos me decían que ya nadie me iba a tomar en serio por tener un hijo, porque a veces, por no decir siempre, los hombres discriminan a las mujeres por tener hijos y ser solteras. Hasta la misma familia te baja la autoestima, siempre me han dicho que debo regresar con el papá de mi hijo, que no voy a hacer una mejor familia que con él”, explica Magali.

En internet se popularizó el término “Mamá Luchona” a manera de burla para referirse a las madres solteras o la mujer divorciada con hijos, que se sienten orgullosas de salir adelante a pesar de las condiciones precarias en las que se encuentre, y se retomó a partir de la celebración del día del padre, de acuerdo con la activista Alicia Medea del “Colectivo Akelarre”.

“Empezó como un meme en internet por el día del padre, porque justamente, no sé si en forma de broma o por qué empezaron a decir que felicidades al padre, pero también a la mujer que es madre y padre a la vez”, comenta.

Alicia Medea, explica que estas mujeres al romper el esquema de la madre tradicional no son bien vistas ante una sociedad moralista, donde el único modelo de madre aceptable es aquel donde la mujer se queda en casa cuidando y atendiendo a los hijos, y el padre es el proveedor total.

monoparentales El “fracaso” de no ser estereotipo

Dice que ello fomenta el rechazo a otros modelos de madres, donde la ruptura amorosa, el divorcio, el embarazo de jóvenes estudiantes, es considerado como un “fracaso” para la mujer al no cumplir con el estereotipo de madre que se le impone.

“Mi familia siempre lo vio como un fracaso, incluso a veces me hace sentir mal ver a mis hijos cuando los llevo a fiestas, que vean a sus amiguitos o primos con su familia, y pues a nosotros 3 solos, sin su papá (…) la culpa, el arrepentimiento pues de no haber elegido bien a mi pareja, siempre llega”, explica Magali.

Cuando Magali se embarazó de su primer hijo a los 16 años, sus padres la obligaron a casarse con su novio que ya era mayor de 18 años.

“Ellos se enteraron y pues no querían que los vecinos supieran que yo, su hija, la más chiquita, estaba embarazada, para ellos significó una vergüenza, incluso más que para mí”, relata Magali ahora a sus 22 años.

Al poco tiempo de que nació el bebé de Magali, se separó del padre de su hijo y regresó a vivir a casa de sus padres, buscó un trabajo de lunes a viernes y los domingos iba al bachillerato, los sábados y por las noches era el único tiempo que compartía con su primer hijo. Eso le valió críticas por lo poco que podía estar con sus hijos, sobre todo de parte de las mujeres de su familia, explica.

“Yo seguí en la escuela, terminé en la prepa de la UPAV, ahí casi todas las embarazadas jóvenes la terminan, la fama que tiene es que ahí íbamos pura mamá soltera o luchona, (…) Ese tiempo me sentí tan bien y mal, bien porque regresé a terminar la escuela, pero mal porque mi hijo no tenía una familia al estar sin su padre y pues a pesar de las peleas y todo lo que vivía con él, regresamos y me volví a embarazar”, narra.

Después de embarazarse de su segundo hijo, Magali discutió nuevamente con su entonces pareja y se volvieron a separar, en esta ocasión ya tenía un hijo de 2 años y un embarazo de 4 meses.

El volver a la casa de sus padres ahora con dos hijos, lo que para ella era una nueva oportunidad de darle una vida estable a sus hijos, para sus familiares era un fracaso más.

Después de tener a su segundo hijo Magali buscó un empleo, pues la pensión que le daba el padre de sus hijos era mínima y con el paso de los años se hizo nula. Su mamá es la que le ayuda a cuidar a sus hijos mientras ella trabaja.

“Ahora ya no necesitamos nada de su padre, yo solita con la ayuda de mi mamá mantengo a mis niños, y hasta como propósito de año nuevo quiero terminar una carrera”, comenta Magali.

La nuevas manera de vivir la maternidad, se sale de los estereotipos de madres tradicionales donde se considera que la mujer debe ejercer su maternidad al lado de un hombre y el hecho de tener un hijo, para una mujer, siempre será su más grande logro y reconocimiento comenta Alicia Medea.

“Porque se cree que si una mujer no tiene un hijo no es una mujer completa”, precisa la especialista.

Añade que si procrea debe ser a lado de una familia donde exista la madre, el hijo y sobre todo el padre, sino, no es una familia.

El estigma y el pecado

La historia de vida de Magali no dista mucho de la de Alma (una joven que por temor al señalamiento prefiere omitir su nombre real) y la de más del 80 por ciento de mujeres que encabezan una familia monoparental en la entidad.

Cuando Alma se enteró que estaba embarazada no fue sinónimo de felicidad; lo primero que se le vino a la mente fue la decepción que tendrían sus padres, lo que dirían sus tías y sus amistades, pues tan solo tenía 21 años y no estaba casada, mucho menos tenía una relación formal con el padre de su hija.

Cuando tenía 4 meses de gestación tomó el valor para enfrentar a sus padres; la panza y los rumores crecían. Un año atrás decidió dejar su casa en la zona rural y se fue a la ciudad a trabajar para apoyar económicamente a su familia cuando la situación no iba bien, sin haber terminado la primaria encontró un trabajo como vendedora en una tienda departamental.

“Entonces fui, todo el camino agarré valor, y cuando llegué el que me cuestionó fue mi papá, me dijo que yo ya había fracasado, que le daba vergüenza, que por eso siempre pasa con las mujeres cuando dejan su hogar, de puta no me bajó”, comenta Alma.

“Para mi papá todavía es más difícil, por su religión, él es pastor de una iglesia pentecostés, él siempre quiso que yo me casara de blanco y lo llenara de nietos, que tuviera un esposo, hiciera la comida y cuidara de todos, como mi madre lo hizo, como mi abuela lo hizo, como todas las mamás del rancho”, dice Alma, al recordar que su papá la obligó a pedirle “perdón a Dios” por el pecado que cometió al tener un hijo fuera del matrimonio.

“Todo esto parte también de la religión, donde el máximo ícono de la maternidad es la virgen María, una mujer que lo soportó y dio todo por su hijo”, comenta Alicia.

Para Alma ha sido duro este tiempo como mamá soltera, volvió a dejar la comunidad donde vivía y regresó a la ciudad a trabajar, pues el padre de la niña no le aporta nada económicamente.

Cada vez que puede viaja a visitar a su hija, pero siempre que lo hace debe soportar los comentarios que sus hermanos y papá, así como los de los otros habitantes de la comunidad que la ponen como un mal ejemplo de mujer por no cuidarla.

“Que no soy una buena madre, incluso a mi niña le dicen que a mi me diga por mi nombre y que le diga mamá a su abuela, yo trato de hablarle todos los días para que no se olvide de mí, como está chiquita le medio explico que yo no estoy con ella porque debo trabajar para que tome leche”, dice.

En su comunidad, la mayoría de las familias son encabezadas por las mujeres, mientras que los hombres emigran hacia los Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades, sin embargo, Alma reitera que la responsabilidad y el trabajo de verdad lo llevan las mujeres que se quedan en casa a educar a los hijos.

De acuerdo con Alma, las “mamás luchonas” son también las mujeres de su comunidad que se quedaron a cargo de sus hijos y buscan como alimentarlos cuando el esposo solo dice que no hay dinero. Las “mamás luchonas” también son las mujeres que le “chingan” a pesar de tener un marido y una familia moralmente bien vista ante la sociedad y no solo las mujeres que enviudaron, que se embarazaron cuando eran adolescentes, las que se divorciaron o las que, como en su caso, el padre de su hijo no se quiso reconocerlo.

Considera que las “mamás luchonas” son todas las que a pesar de cualquier circunstancia buscan el bienestar de sus hijos y el propio.