Marcelo Ebrard crece

Sin tacto.

Por Sergio González Levet.

Cuando Miguel de la Madrid arribó a la silla presidencial, las reformas que habían hecho los presidentes a la Constitución Política se habían establecido en un rango de 15 a 20 por sexenio, con dos picos: las únicamente dos que propuso don Adolfo Ruiz Cortines en todo su mandato y las 40 que emprendió Luis Echeverría.
No obstante, De la Madrid modificó en su sexenio hasta 66 veces nuestra Carta Magna, lo que se percibe también como un número muy alto si tomamos en cuenta que no fue precisamente un mandatario reformador y más bien se le considera un Ejecutivo poco emprendedor y hasta pasivo. Recordemos su abulia ante el terremoto de 1985, que obligó a que la sociedad saliera por sí misma a organizarse y enfrentar los daños de la hecatombe.
Tantos cambios delamadridistas se explican por la fuerza política y administrativa que tuvo durante su sexenio su Secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, quien a la postre fue su sucesor.
Hay una corriente de opinión que considera que Salinas aprovechó las debilidades de carácter de don Miguel para ir preparando el terreno hacia su proyecto de gobierno, y así con todos los enormes cambios que hizo a la conducción del país solamente necesitó mandar 55 iniciativas de reforma como Presidente.
A lo que voy es que resulta evidente que Salinas de Gortari fue preparando el terreno desde seis años antes, y cuando llegó a la silla ya tenía el camino avanzado para establecer su proyecto de nación.
Ante esa perspectiva histórica y con el éxito logrado con el viaje del presidente Andrés Manuel López Obrador para entrevistarse con Donald Trump, no resulta tan aventurado afirmar que hay un personaje que está creciendo en fuerza interna dentro del Gabinete y que podría hacer una jugada similar.
Marcelo Ebrard destaca en el equipo de trabajo presidencial como un político profesional, preparado, con experiencia, pero también por su personalidad discreta, congruente y por su efectividad en el desarrollo de su función.
Tal vez sea el único que le ha arrimado soluciones a López Obrador y que no le ha causado problemas en su posición de cardenal de la Cuarta Transformación.
No ha tenido pifias graves como otras y otros; no se le conocen negocios oscuros o patrimonios ocultos; no ha sido protagonista de escándalos debido a su comportamiento público.
Y acaba de sacarle un as al Presidente con las profundas negociaciones que encabezó con sus homólogos del país vecino, que llevaron a una visita tersa, con un presidente Trump domado en su lengua y sus arranques.
Vamos a ver si no resulta que este sexenio del cambio va a ser solamente un camino para preparar la verdadera revolución democrática que le urge al país.
¿Será que iremos a tener una marcelesca Quinta Transformación?

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