Sin tacto.
Por Sergio González Levet.
El lunes 30 a mediodía, María Elena Ferral recibió tres disparos de bala y un apuñalada en una céntrica calle de Papantla. Los criminales huyeron en una motocicleta y hasta la hora de redactar estas líneas, anoche, no se sabía nada de ellos.
El hecho y el lugar tuvieron que ver con su condición de periodista, de reportera de las buenas, porque si permanecía en la calle y no en su hogar resguardada del coronavirus, es porque estaba cumpliendo su misión de informar sobre lo que pasa en el mundo mientras la gente común sigue enratonada en su casa para evitar y/o dejar de propiciar el contagio del virus más pegadizo de la historia, tanto que pronto llegaremos al millón de seres humanos enfermos por todo el planeta, y en un rato a los dos millones, y así sucesivamente.
Y la otra es que María Elena vivió con pasión el oficio que para ella fue la vida, la razón de ser y ayer la razón de dejar de existir.
Como siempre, la Comisión encargada der atender y proteger a los periodistas llegó presta a darle auxilio y compañía, pero también como siempre se quedó amarrada por las mismas reglas que la crearon y que le quitan todas las atribuciones ejecutivas que podría tener.
¡Ah, si nos escucharan en el Gobierno a los periodistas!
Y otra: también como siempre, no faltó algún funcionario que de inmediato tratara de convencer que el cobarde atentado no tuvo que ver con el ejercicio de la profesión que siempre enalteció a la compañera Ferral, como si ella hubiera hecho otra cosa en la vida que no fuera ser reportera de tiempo completo: 24 horas al día y siete días a la semana.
Me sumo a los colegas, seguro de que todos lo hacemos a una voz, dolidos en lo hondo porque le han pegado a una compañera honesta y talentosa, y sé que todos exigimos a la autoridad que se dé con los responsables y con los culpables; que agarren de una buena vez a los sangrientos sicarios materiales y a los hipócritas autores intelectuales, que la marcaron por un motivo injusto, claro que sí.
María Elena Ferral era a la fecha corresponsal de Diario de Xalapa en Papantla y daba vida a su página digital El Quinto Elemento. En ambos medios ejercía un periodismo informado e informador, honorable, bien hecho y por eso letal para los corruptos, para los injustos, para los faltos de ética.
Se habla en aquella región de que pudo ser víctima de los devaneos de alguna funcionaria municipal o de algún político conocido. Evitemos señalar a quienes consideremos sospechosos, en bien de la secrecía de la investigación y para que los culpables no vayan a huir, y se queden confiados, pensando que están resguardados en el misterio.
Una más de los nuestros ha sido víctima de la violencia desatada, y una vez más el Gobierno del Estado no ha podido evitar el crimen. Seguimos esperando por una estrategia que resguarde la integridad de los periodistas, de los ciudadanos, de los niños y las mujeres, mientras los asesinos siguen haciendo su trabajo impune.
¿Hasta cuándo seguirá esto señor autoridad?
sglevet@gmail.com