María Kodama

** Sin tacto .

/ Por Sergio González Levet /

Es seguro que sin María Kodama no hubiera existido el Jorge Luis Borges que
conocemos todos, menos Vicente Fox (“José Luis Borgues”, leyó siendo
Presidente de México ante el nombre del inmortal escritor argentino).

Ella fue los ojos y las manos sobre el teclado del Borges ciego desde muchos
años antes y definitivamente se fue a vivir con él a la muerte de doña Leonor
Acevedo Suárez, que compartió el hogar con su famoso hijo hasta el 8 de julio de
1975.

Mi maestro y amigo Jorge Ruffinelli me platicaba que María Kodama era la
única llave que abría la puerta del departamento de Borges. Quien quisiera
entrevistarlo, como él lo hizo varias veces para el semanario uruguayo Marcha,
tenía que pasar antes la aduana de la mujer que lo protegía y lo cuidaba con un
amor extremo.

Niña aún, María conoció a Borges a los 16 años afuera de una librería de
Buenos Aires. Le dijo que iba a estudiar literatura y ahí mismo se enamoró
perdidamente de él, que era 38 años mayor. En ese encuentro quedaron de
aprender juntos el idioma islandés, pero se reencontraron hasta que ella ya era
una estudiante avanzada de literatura y se empezaba a especializar en la obra del
autor de El Aleph.

Entre los amores mal correspondidos que padeció Borges toda su vida, María
Kodama fue el desquite de tantos desaires que soportó su corazón de amante
derrotado. Lo siguió en su obra y en su ceguera, y estuvo con él siempre a lo largo
de todo el mundo, porque ambos eran viajeros incorregibles.

Jorge Luis murió el 14 de junio de 1986 en Ginebra, Suiza, donde había ido a
tratarse un cáncer terminal y en donde se había casado por fin con su singular
cuidadora el 26 de abril.

Y de ahí nació la leyenda de Kodama, que fue la heredera universal del autor
argentino y se dedicó en cuerpo y alma a mantener vigente la obra de quien
muchos consideran el mejor escritor argentino de todos los tiempos, si me
perdonan Macedonio Fernández y Julio Cortázar.

En 1988, María echó a andar la Fundación Borges, que fue el asidero desde el
que mantuvo la obra borgiana a salvo de charlatanes, defraudadores, amigos
interesados, plagiarios, funcionarios argentinos y familiares hechizos.
Literata también, la hija del japonés Yosaburo Kodama y de María Antonia
Schweizer, una argentina descendiente de alemanes, escribió varias obras sobre
Borges y un libro de relatos.

Durante 35 años, hasta ayer en que falleció, la Kodama promovió el
conocimiento de la obra borgiana y vigiló concienzudamente que se mantuviera
exacta y perfecta.

En la localidad de Vicente López, un barrio del norte de la zona metropolitana
de Buenos Aires, en donde estuvo por años su casa, María exhaló el último
suspiro, víctima de un cáncer de mama, a los mismo 86 años a los que llegó su
amado Borges.

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