Mario Vargas Llosa: Recuerdos

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/ Joseph Hodara /

La muerte de Vargas Llosa me conduce a los años setenta y algo más del pasado siglo en Lima, Perú, en mi calidad de maestro en el Colegio León Pinelo, estudiante en la Universidad de San Marcos, y profesor en la Universidad Villarreal hasta completar la tesis doctoral.

Recuerdo que conocí entonces a un adolescente vecino que me solicitó ayuda para escribir una carta a un joven amigo que residía en Londres. La página encabezaba con un querido Mario.

Concluido el texto le pregunté cuándo y dónde había conocido a su amigo. Me contestó que había crecido con su familia en Arequipa, y que desde allí y desde entonces guardaba cercanos nexos con Mario.

Me entregó entonces algunos trozos hilvanados por Mario que al paso del tiempo formarán parte de La ciudad y los perros, donde narra sus aventuras y experiencias en el Colegio Militar Leoncio Prado.

Años más tarde concurrí en La Habana a una charla donde aludió a algunos regímenes autoritarios en América Latina.

En aquel momento revelaba algún entusiasmo por el giro cubano. Al concluir, le pregunté cuál era su postura respecto a Israel. Su existencia, me dijo, es un milagro histórico. Y agregó: …”espero sin embargo que su clero reaccionario no arruinará a tu país…”

Contesté con una cercana sonrisa.

Y desde entonces y con alguna envidia, confieso, seguí atento a sus pasos.

Para Vargas Llosa la entrega literaria no es “un pacífico don” …”es una ardiente condena”.

Convicción que confirmaré años más tarde al leer las bien nutridas páginas de José Miguel Oviedo para quien Mario es “un magnífico inventor de realidades”.

Desde entonces me entregué a sus novelas desde La ciudad y los perros a La casa verde. Y algunas veces ensayé imitar su total entrega a alguna página hasta sentirla mía y perfecta: Inflada ilusión.

Además de escritor, Vargas Llosa quiso ser presidente de y en su país: atrevida ilusión que dividió a la opinión pública peruana, Y su primer amor a Cuba y a Castro concluirá en franca decepción al igual que no pocos de sus amores a la mujer.

En suma: una intensa vida reconocida por el Nobel y por miles de lectores que hasta aquí han navegado en sus páginas.