Más allá del periodismo .

*Mis proyecciones en el espejo .

/ Por: Paula Roca /

Más allá del periodismo: una vida de historias

En la mágica niñez, todos soñamos con lo que queremos ser de grandes. Yo soñaba con ser policía. Pasaba horas leyendo cómics de aventuras, sumergida en mundos fantásticos que me llevaron a descubrir los libros de misterio. Así nació mi amor por la lectura, un amor que me atrapó por completo y me llevó a crear mi propio universo, en el que fui protagonista de grandes historias.

El mundo de la lectura es maravilloso, la imaginación te convierte en viajero de escenarios inolvidables con ese fluir de las letras que te lleva a cada día saber más y más, por lo que el conocimiento es ligero y no se vuelve pesado sino un pasatiempo.

Con el tiempo, la vida me guio por un camino distinto y, sin darme cuenta, puso frente a mí la mejor profesión: ser reportera. Aquella etapa fue, sin duda, la mejor de mi vida. Fue una de mis mayores experiencias. En ese lugar aprendí el verdadero significado de formar parte de una empresa que se volvió mi motor en la vida, mi familia.

Ahí conocí las visiones y valores y una gran cultura de trabajo. Puedo decir que muchos de mis compañeros se volvieron mis maestros y me enseñaron el arte de escribir para construir historias desde un ángulo esencial: el humano.

Era un privilegio dar voz a tantas personas, relatar la vida de un México real y complejo.

No lo voy a negar: pasé de ser una mujer que trabajaba para vivir, donde las semanas se convertían en espera de recibir el dinero de tu quincena, me sentía como una hormiguita fuera de lugar. Cuando llegué, descubrí mi pasión que era vivir de tu trabajo. Me convertí en una mujer con una gran responsabilidad, pero el disfrute y la pasión me hicieron amar, aprender y esforzarme cada día para lograr buenos contenidos.

Aprendí algo que hoy en día escasea: escuchar con empatía. Cada asignación se convirtió en un reto, en una oportunidad para construir relatos desde el lugar de los hechos. Así comprendí el valor de la vida y las lecciones que cada historia traía consigo.

Puedo decir que no solo era un trabajo era mi vida y en ella conocí a personas muy sabias, que al conocer sus realidades me dejaron una huella. Muchos eran maestros ocultos que al estar en sus realidades me transmitían un aprendizaje que me hacía valorar cada momento de mi existencia.

A veces llegaba a casa desolada y quebrada, otras contenta y satisfecha, pero cada jornada era diferente y llena de aprendizajes. Algunas voces me estremecían, otras me fortalecían, y había relatos tan desgarradores que me hacían sentir muy vulnerable. No miento cuando digo que muchas noches me refugié en el sueño para calmar el peso de tantas emociones.

Hoy, todas mis investigaciones, reportajes y entrevistas siguen vigentes en mi corazón. Recuerdo aquellas largas caminatas bajo el sol por las calles de la ciudad, siempre acompañada de mi equipo de trabajo. Cada día nos adentraba en una nueva historia, en vidas que me aportaban algo valioso.

Comprendí el significado de los reconocimientos. Para muchos, alimentar el ego. Para mí, la confirmación de que cada historia contada tenía un propósito.

Sé que hoy el periodismo enfrenta una batalla constante entre la propaganda oficialista y la labor de quienes, con ética y compromiso, exponen la verdad con datos y pruebas. Pero puedo decir, con orgullo, que cada jornada maratónica me acercó a la esencia del periodismo auténtico: libre, riguroso y honesto. Siempre respetaron mi estilo y mi voz, permitiéndome ejercer mi profesión con integridad y pasión.

Cuando recuerdo alguna historia me revoca a esos años que viví entre aquellos foros. Hasta la fecha siguen vigentes en mi vida y me enaltecen en toda situación que me pone hoy la vida, recordándome que se debe aportar siempre la verdad, ser auténtica, luchar por la libertad y ser objetiva,

Aquellos pasillos interminables de la televisora, las salas de edición llenas de reporteros apresurados, las imágenes cobrando vida en las pantallas. Era un caos maravilloso donde la información tenía una misión: hacer la diferencia en la sociedad.

Hoy mi vida ha cambiado. Ya no busco que mi trabajo hable por mí; quiero que mi historia y mi esencia lo hagan.

Aquella niña que soñaba con ser policía, escribir en un diario y recorrer paisajes con una cámara, no se puede quejar. La vida no solo cumplió su deseo: lo superó con creces. Siempre estaré agradecida.

Hoy, a mi hija le transmito mis vivencias como si fuera un cuentacuentos, adaptando mis historias a su edad, para que las viva y las sienta desde una perspectiva tierna y llena de mensajes positivos. Mi deseo es que, el día de mañana, busque aquello que ama en cada uno de sus caminos—personal, laboral, pero, sobre todo, en el que su corazón le dicte—para que aprenda a amar y disfrutar la vida, porque, al final, de eso se trata. Y que cuando sea grande con esa misma magia descubra su vocación que la haga apasionarse cada día por lo que hace ….