- Análisis Sin Frontera.
/ Ana María Salazar /
difícil entender el comentario del presidente. Es entendible la necesidad de López Obrador de continuar asegurando que la situación de seguridad en el país mejoró, a pesar de la herencia que le dejó Felipe Calderón hace más de 12 años. Pero justificar su legado de “abrazos y no balazos” comentando que, aunque hay “más homicidios” pero “menos violencia”, simple y llanamente no ayuda a su candidata Claudia Sheinbaum. Ella y la candidata para jefa de Gobierno, Clara Brugada, son rehenes de los comentarios del presidente, ya que les toca defender lo indefendible: La estrategia de seguridad de la 4T ha sido un fracaso. Pero tienen que defender el legado de López Obrador. Lo importante es que los candidatos de la coalición de Morena entiendan que la estrategia ha sido un fracaso y, si son favorecidas por el electorado, forzosamente tendrán que implementar, urgentemente, una estrategia diferente. Homicidios, feminicidios, desapariciones, extorsiones y cobro de piso, los temas de seguridad son el tema prohibido, los más difíciles de abordar por todas y todos los que buscan un puesto de elección popular, sin importar si buscan una alcaldía, una gubernatura, una diputación, una senaduría o la misma presidencia de la república. Y aunque hay un debate sobre el porcentaje del país que es controlado por el crimen organizado, es difícil imaginarse una región del país donde los electores no tengan alguna preocupación en cuestiones de seguridad. Para los ciudadanos, su realidad diaria se traduce en decidir si viven en una región donde los enfrentamientos se asemejan a una guerra civil y la población tiene que huir de sus hogares y convertirse en refugiados. Para otros, su municipio ha sido literalmente secuestrado por algún grupo y son rehenes de los deseos diarios de los criminales.
Para otras personas, el día a día es un esfuerzo de tratar de evitar estar en el lugar y momento incorrecto, donde algún grupo, en forma aleatoria, tiene un enfrentamiento, una balacera o deciden atacar-incendiar algún negocio porque no se pagó el cobro de piso. Otros pobladores se guardan en sus casas a partir de las seis de la tarde para no correr riesgos de enfrentarse a algún grupo de jóvenes drogados o alcohólicos, o simple y llanamente están ejerciendo violencia en contra de ser víctimas de sus abusos y la impunidad rampante en el país. Cuántos mexicanos, simple y llanamente, se rehúsan a salir en carretera, aun durante el día, por temor a que los detengan en algún retén ilegal o que algún grupo decida “desaparecerlos”. No podemos olvidar a las miles de mexicanas que, a diario, enfrentan violencia intrafamiliar. Ellas despiertan cada mañana con el temor de ser la siguiente mujer asesinada por su pareja o algún familiar.
Y cada uno de los fenómenos de violencia que les acabo de describir, desafortunadamente requieren de estrategias diferentes, con consecuencias diferentes, aunque podríamos argumentar que todos requieren soluciones urgentes por el impacto en la población. De hecho, la oposición publicó un mapa de riesgos donde, según Santiago Creel, el 30 por ciento de las secciones electorales en el país están en riesgo por la violencia. Lo que no dicen públicamente es que estaría en riesgo la legalidad de las elecciones. Además de las dificultades de votar, también hay otra realidad: Hay muchas probabilidades de que el resto del 2024 y todo el 2025 surgirá una ola de violencia, por la restructuración de las organizaciones criminales, que tradicionalmente surgen después de las elecciones, el vacío de poder por los nuevos nombramientos y la toma de protestas de los nuevos gobernantes, y el caos normal que surge después de las elecciones, especialmente cierto, ya que se esperan presiones e influencia de estas organizaciones a los nuevos alcaldes, gobernadores y hasta la misma presidencia. El país será caótico y violento. No importa quién sea la siguiente presidenta de México.
Por esta razón es entendible la vaguedad de las propuestas, hasta el momento, de las candidatas a la presidencia. Claudia Sheinbaum asegura continuidad, Xóchitl Gálvez rechaza “abrazos y no balazos”.
Pero hasta el momento no se ha discutido cuáles de los fenómenos de violencia e inseguridad serán prioridad. Ninguna ha discutido cuál sería su estrategia para mitigar y si es posible, detener la ola de violencia que se espera en el 2025. Y tal vez más urgente, sería que definieran su posición y estrategia ante lo que probablemente es la amenaza más peligrosa a la democracia mexicana: ¿Qué hará la siguiente presidenta con todos aquellos gobernantes que fueron electos gracias al apoyo, o las amenazas, de las organizaciones criminales?