¿Más política colmillo?

Sin tacto.

Por Sergio González Levet.

En tres ciudades de la República y en tres manifestaciones se han presentado grupos violentos que presentan similitudes que hacen sospechar que tienen un mismo origen.
En Guadalajara, en la Ciudad de México y ayer en Xalapa se repitió el fenómeno de que un movimiento ciudadano fue acompañado por grupúsculos violentos que realizaron destrozos, espantaron a la población y mostraron una formación cercana a la paramilitar.
¿Quién no recuerda a los halcones mandados por el entonces Regente del Departamento del DF, Alfonso Martínez Domínguez, que el 10 de junio de 1971 arremetieron contra una manifestación pacífica en el casco de Santo Tomás y causaron centenas de heridos y más de 120 jóvenes asesinados?
Ese grupo, los Halcones, se ha mantenido en el inconsciente colectivo de los mexicanos como la simbolización de los excesos del poder, y a lo largo de los años se ha identificado con las pandillas paramilitarizadas que han actuado mandadas por autoridades venales a masacrar movimientos sociales o populares.
Cada vez que surge un grupo así, la sombra del halconazo del Jueves de Corpus de 1971 se cierne nuevamente sobre la vida política de México, recordando a los que conservan la memoria, que falta mucho por avanzar para que tengamos una sociedad justa y gobiernos puros.
Esa sombra cayó ayer sobre la ciudad de Xalapa, como ha invadido en los últimos años otras manifestaciones: las de feministas, o las que exigen mayor inseguridad, o las que piden por los desaparecidos.
En Xalapa, un grupo de amigos y familiares se manifestó en contra de la policía por la muerte inexplicable de Carlos Andrés Navarro, quien fue entregado muerto a sus padres después de haber sido arrestado y llevado al Cuartel de San José.
La manifestación ordenada y pacífica de los deudos de Carlos Andrés fue de pronto secundada por un grupo de unos 50 muchachos vestidos con el inevitable pantalón de mezclilla, capuchas, pañuelos para ocultar el rostro y mochilas con sus herramientas de trabajo: piedras para romper ventanales y aerosoles para hacer pintas.
Salieron del Teatro del Estado, asolaron la avenida 20 de Noviembre, hicieron destrozos en comercios, bancos, edificios públicos y el Diario de Xalapa; destruyeron las letras de Veracruz que se acababan de colocar en la Plaza Lerdo, y pintarrajearon las paredes de la catedral con consignas inentendibles.
Resulta extraño que una manifestación ciudadana sea de pronto nimbada por la violencia de ese grupo que funciona con una visible organización paramilitar, pero sobre todo con absoluta impunidad: van, vienen, pintan, destrozan, roban… y la policía los deja hacer, los deja pasar.
¿Será que estamos ante una estrategia que, cual copia fotostática de Xerox, repite al carbón los métodos morrenistas del Gobierno federal para afianzarse en el poder?
Resulta muy cercano a lo obvio que las manifestaciones en contra de acciones del Gobierno o de sus policías de inmediato son ensuciadas por grupos violentos, que con sus excesos buscan quitar simpatía a las justas protestas de grupos ofendidos.
¿Será que estamos ante una nueva manifestación de la política colmillo?

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