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/ Guadalupe Loaeza /
No hay nada más aterrador que una multitud enardecida, llena de odio y sin control. “¡Mátenla, mátenla!”, vociferaban decenas de hombres y mujeres mientras pateaban y golpeaban a Ana Rosa Aguilar Díaz, presunta responsable del asesinato de Camila de tan solo ocho años. Todo esto sucedió en Taxco, Guerrero, un estado prácticamente fallido, un estado cuya gobernadora, Evelyn, hija de Félix Salgado Macedonio, que no tiene la menor autoridad, ni idea de lo que significa gobernar, sobre todo una entidad que de suyo ha sido conocida a través de muchos años como sumamente violenta.
De haber estado entre la multitud, tal vez también yo hubiera pedido, a gritos, venganza. Lo que sucede es que los y las mexicanas ya no creemos en la justicia. Llevamos, sexenio tras sexenio, siendo testigos de la incapacidad de las autoridades para contener estas explosiones de salvajismo. Ya habían pedido 250 mil pesos para el rescate de Camila, pero como no hubo respuesta inmediata, los miserables simplemente la mataron y la metieron en una bolsa enorme de plástico negro, para después meterla en la cajuela del chofer cómplice de un taxi y arrojarla a un barranco. Sí, esto sucede en nuestro país ingobernable, corrupto, donde manda la impunidad y las instituciones se encuentran rebasadas. No saben qué hacer, no entienden y para colmo, la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, afirma cada vez que le hacen una entrevista durante su campaña, que el tejido social está intacto. Por eso tuvo tantas reservas en firmar el documento “El compromiso por la paz”.
Hay que decir que lo que le pasó a Camila no fue un crimen ideado por el crimen organizado. Lo que le sucedió a Camila fue un acto de barbarie ejecutado entre los miembros de una familia de la localidad que querían dinero. No obstante, el asesinato de Bertha Gisela Gaytán Gutiérrez, las 18:00 horas, al salir de un evento proselitista, sí fue ejecutado con toda la carga de la pistola, aparentemente por el crimen organizado. Todo esto sucedió en Semana Santa y en Pascuas. El sábado también mataron a tiros en una taquería en Morelia, Michoacán, al alcalde de Churumuco de 39 años y perteneciente al PRI. “Abrazos y no balazos”, será el epitafio en la tumba de López Obrador, tan solo por eso será recordado. Pero a él qué le importa al fin que ya se va a la Chingada.
Es evidente que todo este infierno se reflejará, de alguna manera, en las elecciones. ¿Cómo se podría votar por la continuidad de un gobierno que ha permitido por su omisión e irresponsabilidad tantos asesinatos? ¿Cómo votar por Morena, cuando no tiene la capacidad de frenar tanta violencia e inseguridad? ¿Cómo votar por Morena cuando ha sido el gobierno que más asesinatos, feminicidios, desapariciones, fosas clandestinas, complicidades, corrupción y mentiras, muchas mentiras ha causado y permitido? Nada más de pensar en otros seis años como estos, se me revuelve el estómago, tengo ganas de gritar: “basta de tanta muerte y dolor”.
Mientras tanto Trump grita a todo pulmón en Fox News, que: “No le daría a México, ni diez centavos”. Esto lo dijo el candidato republicano cuando en el noticiario le preguntaron acerca de la declaración de López Obrador en 60 Minutes. El presidente de México ha insistido muchas veces, en meses recientes, a Estados Unidos que aporte 20 mil millones de dólares para un plan de cooperación para apoyar a otros países de América Latina, sobre todo ahora que un número enorme de migrantes que van de Centro América y nuestro país con la intención de llegar a Estados Unidos. No se le ha quitado lo iluso al señor Presidente. Aunque gane Biden, tampoco se los van a dar. Como López Obrador está obsesionado con pasar a la historia, habría que decirle que no se puede ser Juárez y Bolívar al mismo tiempo. Que elija entre los dos.
Digan lo que digan los de la 4T, nuestro país nunca había estado tan amenazado desde adentro y desde fuera. Ojalá que con las elecciones los ciudadanos piensen bien su voto. Volver a votar por ese partido es suicida. No quitarse la venda de los ojos y negar lo que está sucediendo es casi gritar, “¡Mátenla, mátenla… pero a la democracia!”.