Maternidades.

*Por Marisol Escárcega.

 

Crecemos rodeadas de mujeres. Todas madres. Por ejemplo, mis dos abuelas tuvieron entre seis y nueve hij@s cada una. Ambas se convirtieron en madres muy jóvenes. Mi vecina Denisse tenía 25 años y ya tenía cuatro hijos. La maternidad es tan normalizada que jamás pensamos en que alguna mujer no lo sea.

Karina, también mi vecina, fue la primera en abortar en mi cuadra, y digo la primera, porque en los años venideros se sumaron otras tres. Cada una con sus razones. Todas válidas. Una de ellas decidió ser madre 10 años después.

Otra en saltar del barco de la maternidad tradicional fue Paulina, quien prefirió adoptar junto con su pareja a una niña con una discapacidad motriz. Las familias se les fueron encima porque, “¡Cómo se les ocurrió semejante idea!”.

Doña Teresa es otra que rompió con la tradición. Su esposo se “fue por los cigarros” y, al parecer se le olvidó cómo regresar porque tardó 15 años en hacerlo, cuando al fin se acordó de su esposa e hijos ya era tarde. Doña Teresa ya los había sacado adelante, “los convertí en hombres de bien que no harán lo que tú”, le dijo a aquél cínico que creía que todo sería normal.

Una más que traicionó al patriarcado fue Jacinta. Ella quería ser madre y lo fue, pero sin pareja. Toda una escándala, dirían en redes sociales. Rompió los vínculos con su familia de sangre porque no aceptaron eso de “tener un hijo de quién sabe quién”. No vive en México. Ella fue como el capítulo de los Simpson cuando Selma nos enseñó que, si no te quieren en un lugar, agarras a tu iguana y te marchas de ahí.

Susana sorprendió a toda su familia cuando les informó que se divorciaba de su marido, luego de 27 años de casada porque “ya no era feliz”. Su mamá habló con ella para convencerla de lo contrario, pero no lo logró ni porque le dijo que pensara en sus hij@s que, por cierto, ya eran todos un@s jovencit@s. “Si quieren quedarse con su padre, adelante. No los voy a obligar”.

Su argumento para separarse me pareció sumamente revelador, breve, pero conciso y, sobre todo, honesto. “Si no eres feliz, no te quedes”. Nota mental.

A los 23, a Matilde la dejaron con sus dos gemelos y durante 13 años se dedicó a ellos. Cuando conoció a su actual pareja, se volvió el centro de todo tipo de burlas porque era 10 años menor que ella. Volvió a ser madre a los 38. La familia aún no le cae el veinte.

Cinthya tuvo una boda de ensueño. Conoció a su príncipe azul en la universidad, se enamoraron y seis años después se casaron. Estaba a punto de parir cuando se enteró que su marido perfecto, tenía una amante con la que ya tenía una niña.

Su familia trató de convencerla para que no se separara de su esposo. “Esas cosas pasan, verás que la deja en cuanto nazca tu niño. Con la otra tiene una niña, tú tienes la de ganar porque será hombrecito”. Wow, creí que la época medieval había quedado cinco siglos atrás… Al final, Cinthya se divorció.

Martha es otro rollo. Es madre de su madre que padece ELA. La cuida con mucha ternura e infinita paciencia. Todos los días la lleva a caminar al parque. Cocinan juntas.

Todas ellas viven maternidades diversas, en formas poco convencionales, apartadas de lo que “alguna vez” les dijeron debería ser. Sus modalidades subversivas no entran en los cánones sociales. Madres jóvenes. Madres maduras. Madres LGBTQ+. Madres con roles que van reescribiendo solitas, sin peros, sin sombras y con mucha libertad.