Mea Culpa .

*A juicio de Amparo .

/ María Amparo Casar /

En los últimos dos meses ha habido un alud de acontecimientos. Cada uno más grave que el siguiente: el avance de la elección judicial con todos sus traspiés, el vaivén de los aranceles de Trump, el 5% de impuestos a las remesas, la entrega a EU de 29 detenidos por narcotráfico en México, la declaración de las bandas del crimen organizado como organizaciones terroristas, la entrega voluntaria de 17 familiares del Chapo Guzmán al FBI, la violencia desbordada, el huachicol fiscal, Teuchitlán, la desaparición de los órganos autónomos, las compras fallidas de medicinas y el consecuente desabasto o el pobre crecimiento de 0.2%.

Entre tantos acontecimientos poco se ha analizado la carta de “modestas recomendaciones” que enviara la presidenta Sheinbaum a la militancia de su partido.

La carta se ha hecho pasar como un recordatorio de los principios éticos que guían a su partido porque los morenistas no buscan cargos sino servir al pueblo.

Dudo que haya sido un golpe sobre la mesa. La desdichada carta tiene otras lecturas y no parece haber sido una buena idea. Más bien fue bumerang porque deja ver la conducta de lo que Lorenzo Córdova ha llamado “el conglomerado de nuevos caudillos”. Los puntos del decálogo parecen más bien un regaño ad hominem o una lista de todas esas prácticas de los nuevos políticos y que López Obrador nos dijo que habían sido erradicadas o un mea culpa, o en el mejor de los casos, un conjunto de buenos deseos sin la fuerza para hacerlos valer.

Por increíble que parezca los puntos del decálogo son un llamado a la legalidad. No a los principios de Morena sino a los que cualquier gobernante está obligado porque así lo marca la ley. Lo que Sheinbaum dice a sus correligionarios es que no violen la ley. Como si fuera opcional.

Dice Sheinbaum entre sus “modestas recomendaciones”. La parafernalia del poder es del pasado de corrupción y privilegios, no de Morena. No es de nuestro Movimiento viajar en aviones o helicópteros privados … o andar con guardaespaldas y un séquito de camionetas para ir de un lado a otro, o comer en restaurantes caros”. Ahí les hablan. Los diarios y noticieros están llenos de que los nuevos son igual que los viejos políticos. Las mismas conductas, los mismos excesos.

Junto con la parafernalia del poder viene de nuevo el llamado a la austeridad republicana. ¿Cuál? Ya se demostró con creces que no hubo tal en el gobierno de AMLO y no hay programas para esa austeridad salvo por haber desaparecido los órganos autónomos con el consecuente “ahorro” de su presupuesto. Nada más que demagogia.

“Las y los legisladores no deben andar en congresos internacionales, usando recursos públicos para viajar al extranjero a hacer turismo político”. Léase Fernández Noroña en Estrasburgo, entre otros.

Cierto, la presidenta envió una iniciativa para evitar “heredar” el puesto a un familiar en cargos de elección popular. Ni su propio partido y coalición la aceptó. En el caso de Morena se incluyó en sus principios para 2027. Ya veremos. Por lo pronto el nepotismo en la administración pública federal no fue tocado y el amiguismo e influyentismo están presentes desde que llegó su antecesor al poder. ¿Qué si no puede significar que el 82% de los contratos sean entregados por asignación directa?

Morena está para defender los derechos del pueblo de México. Francamente es difícil defender este punto por las acciones de los dos gobiernos emanados de Morena. Sí, la Constitución se ha llenado de nuevos derechos (pensión para adultos mayores y discapacitados, para educación básica, para jóvenes que no estudian ni trabajan). Qué bueno. Pero no nos dicen nada del uso clientelar de esas transferencias en efectivo ni de cómo serán sostenidas en el futuro sin una reforma fiscal a la vista. Tampoco nos dicen que también son derechos del pueblo la presunción de inocencia, el resguardo de datos personales, el acceso a la información o la libertad de expresión. Todos ellos francamente disminuidos desde que Morena llegó al poder.

Un último punto es el que se refiere a no ser un partido de Estado y la clara separación entre gobierno y partido. “El gobierno de la república cumple sus tareas para la transformación del país y el partido cumple las suyas. Para ello nuestro partido debe fortalecerse sin caer en corporativismos…” Y qué nos puede decir la presidenta de los programas sociales y su vinculación con los servidores de la nación. Qué nos puede decir de la revelación de algunos diputados quejándose de la secretaria del Bienestar y exigiendo su renuncia por no tomarles las llamadas y no compartir el crédito de los programas sociales en sus distritos.

Y, respecto al partido, cómo creer el llamado a que se “garanticen que los candidatos sean decididos por el pueblo a través de las encuestas”. ¿De verdad se respetó el método para escoger a la propia presidenta y a algunos diputados y senadores? Recuerdo, por sólo dar un ejemplo, que en el proceso para la selección presidencia, AMLO dijo que los perdedores tendrían como premio de consolación importantes cargos en el Congreso. Los tuvieron.

La cereza del pastel: “No puede haber colusión con la delincuencia, ni organizada ni de cuello blanco”. ¿Hace falta esta recomendación? ¿Es para el partido o para el gobierno? De eso se han tratado todos los grandes actos de corrupción del sexenio anterior y de eso se tratan ahora las principales negociaciones con Estados Unidos.