Por: Zaira Rosas
El mundo está en constante evolución, es inherente que, con el desarrollo de la civilización, también se transformen las formas de comunicación, la distribución del poder y los juegos constantes por obtenerlo. De esto surge una creciente lucha de las instituciones y grandes corporativos por avanzar a la par de los cambios, para seguir vigentes o quizás lograr el control de la mayor cantidad de personas.
Parece irreal que en pleno 2021 aún hablemos de supremacía o dominación, pero lo cierto es que seguimos siendo esclavos y ahora de forma voluntaria. Ahora el control se ejerce a través de pantallas en las cuales gastamos la mayor parte de nuestro tiempo, en esas pantallas depositamos lo más profundo de nuestra identidad, cada segundo entregamos datos que nos definen y clasifican, permitiendo que cualquier aplicación que reciba esos datos pueda conocer a profundidad nuestras emociones, por ende, trabajar con ellas e incluso vender la información al mejor postor.
¿Cómo es posible que de manera voluntaria entreguemos tanto? Nos gana el ocio, la búsqueda de entretenimiento y la facilidad con la que generamos una conexión, sabemos verdaderamente lo que hacemos, el tipo de información que brindemos y por supuesto conocemos las consecuencias, pero preferimos ignorarlas y centrarnos en los supuestos beneficios. Como individuos raramente pensamos en el impacto que tiene nuestra huella digital, pero si lo sumamos considerando a cada uno de los integrantes de la sociedad, podemos llegar a escándalos como el de Cambridge Analytica.
El punto en común es el manejo constante de los datos de los usuarios y casualmente donde más datos solemos depositar hoy en día es través de aplicaciones o plataformas de comunicación, las cuales casualmente pertenecen en su mayoría a una misma compañía: Facebook que a partir de ahora cambiará de nombre a Meta. Mark Zuckerberg anunció que el cambio de imagen de la compañía se debe a nuevos objetivos, a la evolución de internet que desean liderar.
La imagen del nombre va acompañada de un infinito, que nos refiere a todos los tiempos, pero principalmente hoy nos habla del futuro, no sólo de la compañía, sino de nuestra comunicación, la forma de relacionarnos y sobre todo de nuestra dependencia hacia lo digital. Es tal el avance que tienen este tipo de plataformas que los mismos empleados que amaban en sus orígenes a la compañía, comienzan a volverse detractores, el mismo Zuckerberg ha demostrado ser muy cuidadoso con el manejo de sus datos, conoce el alcance que tienen sus creaciones y ahora Frances Augen, ex empleada de la compañía, ha llegado para decir que se tiene una clara noción de los peligros de tanta información, pero que la prioridad ha sido la expansión.
Por ende, la aparición de Meta puede presentarse como algo innovador, pero a ojos de grandes críticos es meramente una estrategia de expiación, un intento de salvarse de rumores y daños que podrían disminuir el valor de las acciones en la bolsa e incluso Meta puede ser el disfraz de la expansión de dominación que ya tienen estas plataformas.
Hace años ya lo dijo su creador ante la corte, todos los servicios ofrecidos hasta el momento son en su mayoría gratuitos, porque el verdadero fin de lucro está en la publicidad, en una segmentación tan precisa que hará que te aparezca de manera constante eso que más añoras, sólo aplicaciones como Instagram, Facebook o WhatsApp pueden darte la ilusión de tus anhelos más profundos, el problema es que ya hay estudios que también relacionan el uso de estas aplicaciones con nuestros problemas y temores, por lo que habrá que seguir de cerca hacia dónde avanzamos con mayor rapidez.
Meta quiere ser líder de nuestro futuro, ya dependerá de nosotros si cedemos el control o retomamos parte de todo lo que hemos cedido.