Mi no-Presidente

Guadalupe Loaeza

Es cierto que voté por Andrés Manuel López Obrador, pero también es verdad que ahora me arrepiento como de mis pecados. Nunca imaginé que el ex jefe de Gobierno, que tanto apoyé de muchas maneras: textos, manifestaciones, debates, exaltando sus dones para gobernar; ya como Presidente se convertiría en el enemigo número uno de las mujeres. Sí, es nuestro enemigo a pesar de las denuncias de feminicidios, desapariciones y del aumento de violencia familiar. Nada más en los primeros siete meses del 2020, fueron asesinadas 2,240 mujeres en México, es decir 10.5 casos diarios. Como escribiera, el sábado pasado, el diario inglés The Guardian: “En un país donde los feminicidios aumentaron casi un 130% entre 2015 y 2020, los críticos dijeron que la decisión de erigir las barreras de tres metros de altura fue un síntoma de la apatía de Andrés Manuel López Obrador hacia la crisis de violencia contra las mujeres”. Si a lo anterior se le agrega la candidatura oficial, por Morena, de Félix Salgado Macedonio para la gubernatura de Guerrero, no hay duda que la rabia y la frustración de feministas, morenistas y de miles de mujeres que hemos protestado por este candidato aumentará pues finalmente será un “gobernador violador”. Que no nos sorprenda que su campaña y sus declaraciones irán tensando la cuerda, de más en más, hasta que se le reviente a López Obrador, ya sea durante las próximas elecciones o más tarde.

El miércoles de la semana pasada, es decir dos días después de la instalación del “muro de la vergüenza”, erigido frente a Palacio, el periodista Fernando del Rincón, de CNN, me entrevistó a raíz de mi texto: “El macho amurallado”. Después de reiterar en su programa lo dicho en mi columna respecto a la falta de solidaridad por parte de las secretarias de Estado, quienes la víspera del Día Internacional de la Mujer arroparon públicamente a López Obrador, y jamás se pronunciaron negativamente en relación al muro, de pronto me escuché denunciando, desde mi ronco pecho, la cerrazón de López Obrador hacia las demandas de las mujeres, su insensibilidad y su constante apoyo hacia Félix Salgado Macedonio para gobernador de Guerrero, a pesar de las demandas por acoso sexual. El conductor de Conclusiones me escuchaba más que sorprendido. Desde mi Zoom, era evidente que él tampoco entendía el comportamiento de un mandatario del siglo XXI, con tantos reclamos de feminicidios y en plena pandemia. Por mi parte, seguía con mi monólogo: “Te confieso que este gobierno me resulta muy frustrante, nunca había tenido ante ninguno de los gobiernos pasados este sentimiento de frustración; la verdad es que es un sentimiento muy negativo”, continuaba diciendo con toda naturalidad. “Las declaraciones de López Obrador son muy alrevesadas; parece que entiende, pero no entiende. Es la misma actitud que tiene con el cubrebocas, no lo utiliza porque, según él, ya le dio Coronavirus y cuida la sana distancia. Es una falta de respeto hacia el otro y falta de empatía. Por eso digo que no es mi Presidente. No me representa”, afirmé con tal contundencia que por un momento pensé que mi voz se había escuchado a lo largo y ancho de toda la República. Me despedí de mi entrevistador, Fernando del Rincón, contenta por no haber sido omisa como las secretarias de Estado de la 4T. Me sentí contenta porque, seguramente, muchos televidentes mexicanos, que votaron esperanzados por AMLO, y que ahora se sienten decepcionados, se arrepienten de haber votado por él. Y me sentí contenta porque denuncié públicamente en toda América Latina y ante los televidentes hispanoparlantes de Estados Unidos, a un mandatario macho que no escucha, que no ve y al que no le importan las mujeres.

Dicho lo anterior, estoy consciente a lo que me expongo. Pero es más fuerte mi indignación y mi enojo que mi prudencia de no atreverme a decir lo que siento. Así como Beatriz Gutiérrez Müller es la no-primera dama para millones de mexicanos, para mí, Andrés Manuel López Obrador es mi no-Presidente. Lástima, porque siento una terrible orfandad y un vacío terrible. Sin embargo, lo que me da muchas esperanzas es la lucha de la mujer que no para y que, cada vez más, es más enérgica, creativa y visible.

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