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/ Tlachinollan – Desinformémonos/
La memoria es el arma más poderosa que me mantiene en pie, que me ha dado la fuerza para soportar desde niña toda la persecución y los tormentos que me impuso el estado por ser Micaela Cabañas.
Ser hija de un guerrillero que el Estado lo persiguió hasta matarlo, es la flama que no se apaga y que ha fundido el acero de mi corazón. Con orgullo porto el apellido y me honra ser hija de un guerrillero. Desde que tengo memoria siempre fuimos una familia perseguida, el delito más grave fue apellidarnos Cabañas. Por eso nos llevaron al campo militar, nos torturaron, violaron a mi madre y nos condenaron a vivir en la clandestinidad.
Quisieron desaparecernos de la tierra, enterrarnos vivas, denigrar nuestra dignidad, sentir que también teníamos que pagar la osadía de mi padre. Con los años ha crecido en mí la semilla de la rebeldía, me he despojado del miedo y he encontrado en el ideario de mi padre la razón de mi existencia. No me siento sola porque he descubierto que somos miles, que en México su nombre retumba como el teponaxtle en la Montaña. El está en medio de las batallas que se libran contra el gran capital y contra los gobiernos que se yerguen como guardianes de sus intereses.
Lucio sigue siendo fuente de inspiración para las nuevas generaciones. Él está en cada rincón de nuestro país donde se gestan movimientos que increpan a un sistema que nos oprime. Lucio vive en las normales rurales que resisten las embestidas del gobierno que los asfixia con el presupuesto y con el golpeteo permanente para desparecer este modelo de educación popular. Vive en el corazón de los pueblos indígenas que defienden su territorio contra los megaproyectos que ha impuesto el gobierno y alienta las resistencias comunitarias contra las empresas depredadoras que se han especializado en extraer y saquear los bienes naturales. Vive entre la clase trabajadora que a diario lucha para sobrevivir con empleos temporales que imponen los patrones que cuentan con el apoyo del gobierno para sobre explotarlos y esquilmarles todas las prestaciones de ley.
Como hija perdí a un padre cuya semilla florece entre la gente explotada y humillada. Es la bandera de mucha gente enarbola porque enfrentó a los caciques y al ejército para defender los derechos del pobre. Nunca dio un paso atrás tampoco suplantó ni traicionó al pueblo. Es el referente irremplazable del hombre revolucionario que cimbró las estructuras de un poder corrupto y opresor. Un maestro que se fue a la sierra para declararle la guerra al mal gobierno, a los que delinquen dentro del aparato gubernamental, los que reprimen y extorsionan a los pobres. Su legado pervivirá en la memoria colectiva, la que no se domestica por el poder ni se deja homenajear por gobiernos demagogos.
A 51 años seguimos exigiendo el regreso de los desaparecidos de la mal llamada guerra sucia. Seguimos exigiendo procedimientos jurídicos contra los asesinos de nuestros compañeros y justicia para quienes sobrevivimos a la tortura de infligida por los gobiernos asesinos. El clamor de justicia sigue siendo muy fuerte, y más aun después del homenaje que le hicieron a un asesino, genocida, violador, que le ha agraviado a mucha gente. Por eso es más fuerte la exigencia de justicia a más de 5 décadas.
Hoy hicimos una ofrenda floral sobre sus cruces, tanto de Lino como de Esteban. Hicimos el reclamo con vida de Marcelo Serafín y el reclamo del maestro Lucio. Se presentó la presidenta municipal de Tecpan, nos echó la mano con el rastrilleo de la carretera, que son tres o cuatro kilómetros. La presidenta tuvo una participación como ciudadana para reivindicar la lucha de Lucio. El maestro Félix Peralta declamó una poesía de todo lo que pasó el 2 de diciembre de 1974. Posteriormente hicimos un ritual para dar gracias por la vida de mi papá y otros luchadores. Dimos gracias por estar en este histórico lugar donde cayó un guerrillero. Bajamos donde abatieron a Lino y Esteban. La deuda sigue pendiente, no se ha saldado. Los perpetradores siguen libres, al ejército le siguen dando más poder y presupuesto y a los grandes criminales del ejército se le rinden homenajes como al general siniestro Hermenegildo Cuenca. La afrenta más grande para las y los guerrerenses la estelarizó el gobierno morenista de Evelyn Salgado al honrar a un ex gobernador asesino y violador.
El gobierno de la 4T de Guerrero nos dio un golpe traicionero con el homenaje rendido a Rubén Figueroa Figueroa. La gobernadora resquebrajó la confianza de la población agraviada, dio la espalda a quienes luchamos contra los cacicazgos. Tantos crímenes cometidos que no se han investigado y que en lugar de reivindicar a las víctimas se confabulan con los represores celebrando sus fechorías.
No puedo concebir que este gobierno del cambio se haya burlado de la memoria de mi padre y de la dignidad de mi madre. Ese señor violentó a mi mamá delante de mí, y ahora el gobierno de morena le celebra su nacimiento, más valdría que no hubiera nacido. Es una burla hacia el movimiento social y sobre todo hacia la vida, obra y legado de Lucio. Me hace sentir muy mal, cada vez que me acuerdo, quiero llorar de impotencia y me causa mucha rabia porque este gobierno tira por la borda la lucha histórica de muchos hombres y mujeres que han forjado un cambio democrático en nuestro país.
Cuando la represión empezó hacia mi familia yo era una bebé. No recuerdo lo que pasó en el campo militar, pero sí recuerdo sentir mucho frío, recuerdo el cabello largo de mi madre. Quizá son detalles irrelevantes, pero para mí significan mucho porque son los recuerdos de la tortura, del encierro, del sufrimiento de mi madre y del salvajismo que nos hicieron pasar. Cuando salimos fuimos aventados como escoria, como las peores personas que no merecíamos vivir con tranquilidad. Fue una niñez terrible marcada por la violencia, no se cómo resistí, mi madre me protegió todo el tiempo, me transmitió fuerza y sobrevivió en medio de tantas carencias. Me transformó como mujer, me volvió más sensibles al dolor de los demás. Ella era una niña cuando estuvo con mi papá en la sierra de Guerrero, no tenía estudio, apenas sí sabía leer y escribir porque con trabajos terminó su primaria. También se enamoró de los ideales de mi padre. Supo forjar su acero y enfrentó todos los ataques sin nunca desfallecer. Fue una madre imbatible, así la recuerdo.
Cuando salimos de la cárcel ella no tenía trabajo y se las ingeniaba para sostenerme. Buscó la manera de sobrevivir en un ambiente hostil, adverso. Me enseñó a ser una niña responsable, aprendí a cuidarme sola. Tuve que estudia para no quedarme en la indefensión total.
Tenía 11 años cuando cursaba sexto de primaria. Mi maestro se llamaba Juan y me decía: “tu eres hija de un gran maestro”. Sin embargo, lo que sabía es que mi papá era malo. Cuando le preguntaba a mi mamá me decía que estaba muerto y no había poder humano para que me diera más información. Al irme a estudiar a Chilpancingo acudía a las bibliotecas para leer y hacer las tareas porque en ese entonces no había libros de textos, recuerdo los dictados de los maestros.
En la biblioteca de la preparatoria número 1 había un espacio de libros de la lucha social y de movimientos sociales. Ahí estaba un libro que decía Lucio Cabañas, lo leí. Al siguiente día volví para leerlo, pero lamentablemente todos hablaban mal de mi papá y me avergonzaba porque decía que era un guerrillero, roba vacas, matón. Fue muy difícil superar este estigma que la sentía como una maldición, prque me hicieron creer que mi padre era el mismo demonio.
No tuve otra opción que rechazar la idea de que yo era la hija de Lucio. Fue hasta la facultad de derecho cuando entendí quién era Lucio Cabañas. Me empezaron a contar historias de él y empecé a distinguir quiénes eran los que hablaban mal de mi padre. Empecé a indagar mucho más. A los 19 años conocí a mi abuela Rafaela. Lo hice a escondidas porque mi mamá no quería que tuviera cercanía con la familia Cabañas. Todos esos acercamientos cambiaron mi perspectiva de la vida. Ahora me siento sumamente orgullosa del legado que me dejó mi padre y a la lucha que forjó. Ahora se que fue un gran luchador social, un defensor que dio la vida por su pueblo. En guerrillero ejemplar.
Le preguntaba a mi abuela ¿por qué dejaste que mi papá se fuera a la sierra? Es que mi hijo no luchaba por dinero, mi hijo luchaba por los pobres, me respondió. Empecé a hacerme otra idea, me sentía orgullosa de ser hija de alguien que luchaba por los demás. Yo era una adolescente, empecé a tomar un camino porque ahora sí ya tenía una guía.
A mi mamá le tocó ver mucha injusticia. Cuando bajó de la sierra sabía que Lucio valía mucho, por eso siempre me decía, tú tienes sangre azul por tu papá. Hablaba con mucho cariño de mi padre, me recordaba cuando estuvo con él en la sierra. También sufrió varios ataques del ejército. Era una testigo fundamental de las desapariciones de aquellos años.
En el campo militar Rubén Figueroa entraba en las oficinas con libertad y abusaba de mi mamá con la impunidad que le daba ser gobernador del estado. Mi madre todavía era una niña, tenía 16 años. Cuando salimos del campo militar ella iba embarazada de Figueroa. El bebé nació mal y murió a los pocos meses. Trató de vivir en el anonimato, pero siempre la señalaban, nunca la dejaron en paz. El 3 de julio de 2011 fue acribillada Isabel Ayala Nava junto a su hija Reyna Ayala Nava, cuando ambas salían de una iglesia evangélica en la comunidad de Xaltianguis, municipio de Acapulco.
Publicado originalmente en Tlachinollan












