Minorías, mayorías y crímenes de poder.

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/ Tamara San Miguel Suárez /.

Empezamos otro año sumergido/as en una grave crisis humana global. En México cada vez se normaliza más la desaparición, la muerte y la impunidad, en Puebla las ejecuciones van en aumento, la llegada de nuevos cárteles del narcotráfico y de viejas estructuras mafiosas que siempre gobiernan dejan ver que la violencia amenaza con recrudecerse.

Los colectivos y organizaciones que han construido durante décadas modos distintos a los que plantea la vía institucional y electoral han pasado por mucho, podríamos pensar que un tipo de soledad asecha aunque lo que es sumamente rescatable es que pese a la guerra, a desencuentros, a crisis y colapsos la diversidad de procesos autónomos sigue floreciendo, incomodando y construyendo. Saberse y sentirse poco/as, minoría es algo así como una cualidad pesada, una verdad agridulce.

En el Nodo de Derechos Humanos hemos insistido en que en el Estado criminal que padecemos y al que resistimos en México la condena social es central para no aceptar los crímenes de poder, que los crímenes, a diferencia de los delitos, son actos que al ser considerados socialmente como dañinos convierten un acto en crimen, independientemente de que la ley lo establezca como tal. Esto tiene que ver con que ya no podemos considerar la ley como una guía y como un apoyo para enfrentar actos atroces, pues si el Estado opera de forma criminal la justicia no vendrá del Estado y la ley es criminal en sí misma o cuando menos usada por los criminales para protegerse y criminalizar a quienes le estorban.

En ese panorama la frase mencionada por el Capitán Marcos en Chiapas el pasado diciembre acerca de que “las mayorías son la coartada de los crímenes” nos cimbró y nos pone a pensar mucho sobre lo que esto significa. Nos ponen una vez más una brújula para ubicarnos en la realidad en la que como dijeron está el crimen, el verdugo y las víctimas, y en ese plano queremos entender para avanzar y nutrir nuestro trabajo.

Así que cuando consideramos lo que antes mencioné acerca de la condena social podemos entender que las mayorías son el fermento en el que se normaliza el crimen, se aprueba, se legitima y justifica y que cuando buscamos enfrentar los actos criminales de poder y sus estructuras no debemos de pretender ser mayoría, pero ¿Cómo hacemos para que en esos amplios sectores no se dé cabida a que los crímenes de poder se perpetúen y legitimen? En el trabajo cotidiano, colectivo y comunitario que va más allá de enfrentar a los poderosos y su crímenes, es decir en la construcción de un mundo otro desde abajo es necesario quitarnos de la cabeza que tenemos que ser mucho/as, es necesario aceptarnos así y construir desde el orgullo de estar a contracorriente tomando los riesgos que eso implica, siendo muy poco/as por momentos o mucho/as algunas veces. Cuando hablamos del terreno criminal es diferente la noción de trabajo colectivo o comunitario, pues nos ubicamos en un plano de disputa de sentido, de narrativa, de denuncia y señalamiento en el que las palabras y las acciones no son dirigidas a los arribas criminales sino a los abajos que aún no condenan esos crímenes sea por miedo, por negación, por ceguera, por control, por conveniencia, por egoísmo o porque ciertamente hay sectores sociales que ya están en la misma lógica criminal de poder.

Cuando ocurre un acto atroz es necesario que la sociedad desapruebe con fuerza e indignación, que la rabia se manifieste, cuando eso deja de pasar la terrible dinámica de multiplicación de crímenes similares tiene lugar y llegan cada día con más normalidad.

Pasamos umbrales que hacen que se apruebe la crueldad y atrocidad como práctica cotidiana, ahí en lo cotidiano el hacer nuestro, de las dignas minorías resuena como salida, como urgencia. Cuando asumimos el daño ocasionado por un acto criminal como un daño a todos y todas entonces la/s víctimas dejan de ser solo ella/os.

La necesidad de trabajar en la condena social y en la desnormalización de los actos criminales estatales contribuye a dejar de aceptar esos actos, a cambiar el modo de percibir a esas estructuras y a pensar en modos de detener la reproducción de esas prácticas.

Las y los compañeros zapatistas nos dejan la importante tarea de pensar y hacer algo que no contribuya a la sensación de desesperanza que de por sí es inevitable tocar, nos invitaron con gran autoridad moral a dejar de explicar lo que está mal a quién ya de por sí padece la pesadilla. En grupos como el NODHO de defensa ante violaciones de derechos humanos, que ahora nombramos crímenes de poder, el “trabajo con la pesadilla” es cotidiano y parte de lo que nos mueve. La gran pregunta es cómo al hacerlo evitamos caer en mostrar verdades terribles y en vez de eso contribuyamos a investigar con otros modos esos crímenes y criminales sin suplantar, sin desmovilizar ni desmoralizar, sin dar “luz” pero sí esperanza.

Las preguntas las queremos caminar para seguir aprendiendo con la mirada puesta en el horizonte que nos han mostrado los pueblos zapatistas, los pueblos indígenas y nuestras pequeñas y agridulces experiencias.

– La Cofa del vigía: Señales al mañana parte 3 https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2025/01/09/ecos-de-la-primera-sesion-de-los-encuentros-de-resistencia-y-rebeldia-diciembre-2024-y-1-2-de-enero-2025-participacion-zapatista-audios-y-videos-para-descargar/