Modernos Jinetes Apocalípticos .

** El Ágora .

/ Octavio Campos Ortiz /

El narcotráfico, junto con la trata de personas -comercio carnal y migrantes-, el tráfico de armas y el crimen organizado -lavado de dinero, secuestro, extorsión y violencia-, es uno de los cuatro modernos jinetes apocalípticos que diezman a la sociedad. En México, según la ONU, las drogas generan ganancias por un billón de pesos al año, representan el equivalente al 40 por ciento del PIB y se estima que el lavado de dinero supera los 25 mil millones de dólares al año. Nuestra nación es el cuatro lugar en el mundo en criminalidad y el segundo en América Latina, solo detrás de Colombia. Los cárteles mexicanos, que se esfuerzan por desbancar al país sudamericano, tienen un nuevo boom con la producción y comercialización del fentanilo, lo que le permite ingresos por 500 mil millones pesos provenientes de la Unión Americana.

Por eso no debiera sorprender al gobierno de la 4T el estudio de un expolicía e investigador mexicano, Rafael Prieto Curiel, que publicó la revista Science, donde se señala que el narcotráfico es el quinto empleador en México, ya que ocupa en promedio a 175 mil personas, solo por debajo de FEMSA (embotelladora Coca Cola), Walmart, Manpower y América Móvil (multinacional mexicana de telecomunicaciones fundada por Carlos Slim). En virtud de que el tráfico de drogas es una actividad ilícita difícilmente rastreable por sus finanzas ocultas e intangibles, la propia investigación reconoce que pueden llegar a crear hasta 185 mil trabajos directos, sin considerar a quienes se dedican al blanqueo de los dineros de los cárteles. Una estimación de otra fuente indica que hay más empleados en el mundo de los estupefacientes que efectivos de la Marina y casi iguala a los miembros de las fuerzas armadas dedicados a combatir el crimen.

Los textoservidores (dixit Francisco Rodríguez) del régimen han pretendido desacreditar el estudio de Prieto Curiel sin lograrlo, ya que está basado en la experiencia del autor y en una fórmula matemática de enorme exactitud. Pero, además hay una lógica irrefutable; la industria del narcotráfico es una organización corporativa como cualquier empresa o holding trasnacional lícito que requiere de una cadena de insumos, producción y distribución de sus mercancías para satisfacer un mercado. Para ello necesitan contar con importante capital humano, desde productores, empacadores, transportadores, maquiladores de sustancias sintéticas, vendedores y distribuidores. Con un ingrediente más, un equipo especial: los “halcones” y sicarios, personal de mucha rotación por las bajas que sufren en enfrentamientos y delaciones; se estima que en este recurso humano, el crimen organizado pierde, asesinados, un 17 por ciento de sus efectivos.

El reclutamiento es fundamental para hacer eficiente este imperio. A diferencia de los emprendedores que generan fuentes de empleo legales, donde exigen diversos requisitos como acta de nacimiento, INE, CURP, comprobantes de domicilio y de estudios, cartas de recomendación y experiencia, para ser “mula”, “halcón” o sicario no se requiere de ninguno de esos documentos y aunque no hay prestaciones, si ingresos muy superiores a los empleos especializados. La cultura del narco lleva la máxima de “cinco años como rey que cincuenta como güey”. Si ese incentivo no fuera suficiente para enrolar trabajadores, existe el sistema de leva decimonónico y por ello secuestran migrantes o sustraen a la fuerza a niños, adolescentes y jóvenes de sus comunidades; quienes se resisten a ser contratados son desaparecidos. Es creíble y preocupante que los cárteles tengan más recursos humanos que los Oxxo o paraestatales como PEMEX.

Pero como dijera el exembajador John Gavin, el gobierno “tiene la epidermis muy sensible” y en lugar de indignarse por la difusión del estudio, debiera preocuparse porque los nuevos cuatro jinetes apocalípticos han puesto en peligro al Estado de Derecho, quebrantado la gobernabilidad, incrementado la violencia, ensangrentado al país, expandido las adicciones, penetrado la organización social, destruido los valores familiares y empoderado la expresión cultural del narco.